Regular la inmigración

<p>Regular la inmigración</p>

BIENVENIDO ALVAREZ-VEGA
Sería ingenuo pensar que una política de integración de los haitianos residentes en el país pondrá fin al chorro de miles de vecinos que cada año ingresa al territorio dominicano. La integración hay que verla solo como una salida para la convivencia y como el final de una exclusión que crea más problemas de los que resuelve.

Pero al margen de esta necesaria política de exclusión, la sociedad dominicana tiene la urgente necesidad de diseñar y ejecutar medidas dirigidas a evitar que cada día, cada semana y cada mes del año miles y miles de haitianos crucen la frontera y se establezcan en territorio dominicano.

Tienen razón quienes sostienen que la economía dominicana no tiene capacidad para soportar e integrar a la producción y al consumo a cientos de miles de personas, niños, jóvenes y adultos, que cada año llegan y se agolpan en los principales centros urbanos y rurales. Tampoco hay posibilidades de responder con los servicios que demandan, sobre todo viviendas y asistencia sanitaria.

Postulamos, pues, que haya una clara política de integración de la población haitiana que se encuentra en el territorio nacional, para que pueda acceder en igualdad de condiciones a la educación, a la salud, a la vivienda, al agua potable, a los deportes, al ocio y, en general, al disfrute de la vida. Pero como contraparte, hay que sellar la frontera y poner fin a la riada de haitianos que llegan para quedarse. El país debe saber cuántos inmigrantes necesita, y admitirlos. No más.

Hasta ahora cada gobierno plantea la necesidad de cuidar la frontera de tal manera que la inmigración haitiana quede reducida a su mínima expresión. Pero la realidad es que ningún gobierno ha hecho ni hace nada. Todo es pura retórica.

La mejor muestra de esta afirmación es que los empresarios de la construcción, del cacao y del café y de otros productos agrarios se las ingenian con cientos de buscones que operan aquí y en Haití para traer, en condiciones francamente infrahumanas, cuantos haitianos necesiten para incorporarlos al trabajo. Las autoridades públicas lo que han hecho hasta ahora es rendirse al deseo de estos patronos, hacerse de la vista gorda y permitir, en la práctica, que la guardia establecida en la frontera sea sobornada para que se haga de la vista gorda y no vea nada de lo que por allí pasa.

Ante la presencia de una minoría haitiana como la que alberga el país, el antihaitianismo no es la respuesta adecuada ni inteligente. Tampoco lo es la exclusión que degrada al excluido y al que excluye. Pero tampoco vale jugar a la ingenuidad, al “aquí no está pasando nada”, a dejar las cosas como están por miedo, por chantaje o por falta de valor para adoptar las medidas necesarias.
bavegado@yahoo.com

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