Reingeniería

Reingeniería

Apenas sale el país del marasmo electoral y ya la crisis energética se deja sentir nuevamente. La relativa bonanza del suministro de energía eléctrica en los días pre electorales no fue más que una ilusión alimentada oportunamente por un sector que apostaba al continuismo. Vueltas las aguas a su nivel y habiendo de por medio una respuesta adversa a esos propósitos, el mercado energético se «sinceriza» y se nos muestra con toda su crudeza, harapiento y desvalido.

Para el Gobierno que abandonará el Palacio Nacional el 16 de agosto, el no haber hecho a la capitalización las revisiones y arreglos prometidos y, en cambio, profundizar las ataduras contractuales con generadores y distribuidores de energía, por medio de unos arreglos hechos en Madrid, será un expediente a tomar en cuenta a la hora de hacer juicios y repartir responsabilidades.

El Gobierno que asumirá el mando ese mismo día, en cambio, tendrá que manosear nuevamente su obra -la capitalización- y deberá cedacear las impurezas de origen y también las que pudiere haber añadido la gestión que concluye. Su desempeño en este menester específico determinará si la crisis se atenúa o se agrava, lo cual, también, habrá de ser materia de juicio. Probablemente jamás pasó por las mentes de las autoridades electas que tendrían que manosear nuevamente un elemento con tantas aristas filosas como el problema energético.

De cualquier modo, hay una crisis por resolver que pesa y seguirá pesando en la economía del país y de cuya solución dependerán muchas otras soluciones.

[b]II[/b]

Llama la atención el hecho de que, a pesar de que la República Dominicana paga la energía eléctrica más costosa del continente, la crisis del mercado energético sigue siendo atribuida a una incompatibilidad de la tarifa con la realidad del mercado.

Esta percepción del problema parece estar sustentada en el hecho de que es más fácil manipular tarifas que lograr eficiencia. Se calcula que el sector eléctrico solamente cobra entre un 60 y un 70% de la energía que suministra y se sabe que, ciertamente, una buena parte de los usuarios, principalmente hogareños, no paga la energía que consume. Está claro que la proporción netamente cobrada no alcanza un 60 o 70%, sino mucho menos, pero escala hasta ese nivel gracias a que una parte de la energía no pagada por los usuarios morosos es prorrateada y cobrada a quienes pagan fielmente.

De lo anterior se deduce que si bien pudiere haber influencia del componente tarifario, en la crisis del mercado eléctrico prima sobremanera la falta de eficiencia para producir energía menos costosa y lograr cobrarla a los usuarios primarios, sin prorrateos de pérdidas que penalizan a los que pagan en beneficio de los que no pagan.

No es la primera vez que el sector eléctrico recurre a los apagones financieros para enfrentar su falta de eficiencia, ni es nuevo que todas las cojeras sean atribuidas a insuficiencias tarifarias.

Al drama del mercado energético hay que buscarle una salida. El Gobierno que asumirá el 16 de agosto, autor de la capitalización de ese sector medular, deberá emplearse a fondo para poner este servicio en consonancia con los tiempos. Debe hacer, si cabe el término, una profunda reingeniería que tenga como principal meta eficiencia a costo razonable.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas