Reingeniería de las escuelas de negocios (¿Sólo?)

Reingeniería de las escuelas de negocios (¿Sólo?)

 POR JOSÉ LUIS ALEMÁN S.J.
Aunque The Economist,  como revista semanal de política y economía  tiene que llamar la atención por su muy inglesa, irónica e irreverente crítica social, es suficientemente  sólida para que varios de sus artículos sean citados no sólo en revistas de Negocios sino también de Economía. Sin duda su fortaleza nace de una mezcla de olfato reporteril, de sofisticación académica de sus redactores y de confesa ideología liberal europea. Hoy por hoy se la tiene por la mejor revista del difícil género de periodismo crítico.

      Por esas credenciales conviene tomar en serio sus opiniones aunque, como en todos los casos de literatura no revelada, sin tomarlas como palabra de Dios.

      En el  número de mayo 12-18 nos ofrece The Economist su visión sobre el cambio que están experimentando las grandes escuelas de Negocios y sus célebres MBA, Maestrías en Administración de Negocios,  no sólo en los Estados Unidos sino también en Canadá y Europa.

      ¿Dónde se registra este cambio? En el énfasis en el estudio del comportamiento humano real en los negocios, en una ética orientada al bien común, y en la consecuente devaluación de un rigor académico muy alejado de la vida.

       Este cambio procede de la realidad misma: de la poca utilidad relativa de lo ofertado por los profesores  y de colosales faltas de ética empresarial más bien elemental de famosos ejecutivos (Enron y WorldCom.).

       Como en mi opinión tampoco la carrera de Economía está totalmente libre de estas críticas, quiero dedicar este artículo a su análisis. El tema, por supuesto, es  más espinoso que lo presentado en  The Economist.

1. Cambio de competencias

Uno de los grandes cambios postulados en las modernas  reformas universitarias de las Ciencias Sociales, como la de Bolonia, consiste en modificar las prioridades  de las competencias requeridas a los graduados.

a) Después de más de seis años de estancamiento producidos por la segunda guerra mundial y los inicios de la guerra fría las universidades europeas necesitaban una reforma encaminada a recuperar en el dominio de las ciencias el nivel de las universidades norteamericanas.

   Paradójicamente los Estados Unidos se habían beneficiado en ese tiempo de la inmigración de científicos judíos que tuvieron que dejar Alemania y otros países ocupados por los alemanes. La lista la encabezan  Einstein y Fermi. La Economía y la Administración se enriquecieron con personas como Schumpeter, Leontief, Kuznetz, Morgenstern, von Neumann, Polanyi, Haberler, Stigler, Machlup y Peter Drucker.

       La falta en la  Europa postbélica de tantos profesores eminentes y de relevo oportuno reclamaban una prioridad máxima para lo “estrictamente” científico y tecnológico   a estilo de la física y de las matemáticas, las ciencias en boga.

        La necesidad del conocimiento de los mercados  y de la sociedad para eficientizar los procesos productivos, financieros y mercado lógicos en un mundo cada vez más competitivo, y la evidente utilidad del instrumental estadístico econométrico para ampliar las fronteras del conocimiento robustecieron la prioridad científica en la enseñanza universitaria.

b)   Pasados ciertos límites esta prioridad relegó a segundo plano el estudio del comportamiento humano y social del consumidor, del empleado, del inversionista y de los competidores, el de la relación negocios-sociedad  y el de la innovación. El problema gerencial y administrativo no reside en  buscar solamente correlaciones con variables aclaratorias de la frecuencia de conductas similares sino en explorar y comprender las motivaciones y objetivos de las personas, de los grupos y de la sociedad en general.

       El mismo nivel científico y más en concreto matemático tiende a simplificaciones  excesivas del comportamiento humano y provoca resistencia tanto en estudiantes como en empleadores. La enseñanza parece algo exótico divorciado de la actividad empresarial.

        Según The Economist el carácter arcano que tomaba el MBA provocó en el período 2001-2005 una disminución creciente del número de aplicantes. Había llegado la hora de cambiar las prioridades: competencias   humanistas, empresariales  y éticas toman ahora la primacía sobre  la competencia “científica”, lo que por supuesto no implica regatear la importancia de  ésta sino convertirla en auxiliar de la finalidad de una empresa que trabaja en una sociedad global.

       El objetivo buscado por esta nueva prioridad es hacer más “práctica” o sea más orientada a la realidad empresarial y social  -no “más fácil”- la maestría.

c) La primera consecuencia del “realismo” es pedir a los profesores que tengan experiencia importante  en la realidad empresarial.

       La historia de la educación universitaria nos revela que en sus mejores momentos los profesores o compartían cátedras y laboratorios con la empresa (caso de los físicos, biólogos  y químicos de la Alemania anterior a la primera guerra mundial), o alternaban unos  años de experiencia empresarial con  otros de ocupación universitaria (Estados Unidos).

        Las maestrías en áreas orientadas a convertir conocimientos en realidades de mercado -Medicina, Ingenierías, Negocios- debieran descansar en profesores, a medio tiempo o por asignatura, especialistas en el ejercicio activo de sus profesiones. Obviamente convendría tener profesores a tiempo completo en las materias  básicas.

d) La orientación al estudio del comportamiento humano en las actividades que hacen empresarios, administradores y consumidores constituye una segunda consecuencia, mucho más radical, que la de la experiencia empresarial del profesorado. La nueva competencia exige del administrador  comprensión de la sicología real  (no limitada a constatar las   preferencias reveladas) de los  actores económicos al decidir qué comprar o vender.

     Los promotores del cambio de competencias ven aquí una mina por explorar que puede esconder muchos por qué del comportamiento observado de los actores de los mercados. 

      Parece que el estudio a fondo de la sicología de los actores obedece a un contagio interdisciplinar y a un creciente escepticismo de los supuestos axiomáticos sobre su motivación y objetivos. También algunos economistas actuales insisten en la necesidad de incorporar la Psicología a la Economía (L. Bruni y R. Sugden: El Camino no Seguido: Cómo la Sicología fue Removida de la Economía y como Reintegrarla, The Economic Journal de enero 2007).

     La Escuela de Negocios de Yale parece liderear la puesta en marcha  del cambio de prioridades. Yale ha orientado su nuevo pensum no por funciones (producción, mercadeo, finanzas) sino por “comportamientos” del consumidor, del gerente, de los competidores y del inversionista y por la ética de negocios y la innovación empresarial. Otras grandes instituciones  como Harvard, con su famoso método de casos, Standford y en Europa SEADE experimentan también el nuevo enfoque.

2. El caso dominicano

a) En República Dominicana la competencia “científica” ha entrado teóricamente en las maestrías y licenciaturas de Administración de Empresas dejando atrás una competencia de “experiencias” basada en las recetas usadas por gerentes de empresas medianas de tipo familiar-patriarcal.

     La pregunta pertinente habría que formularla así: ¿Seguiremos con el esquema “científico” todavía no totalmente asimilado o emprenderemos el de la competencia psico-social? O, más realistamente ¿qué “mix”  de entrambas competencias?

     Debemos recordar  que el nuevo enfoque de la Administración no implica ignorar los logros de la administración por funciones ni los métodos cuantitativos. Sin estos no podremos avanzar seriamente en el estudio del comportamiento de los actores económicos.

    La carencia de administradores formados y crecidos en el nuevo enfoque psicosocial limita también las facilidades existentes para un cambio de rumbo tan radical. A lo que podemos aspirar es a ampliar el horizonte funcional de los profesores en orden a aumentar su valor en el mercado vía una más completa formación.

b)  De hecho debemos reconocer que los propietarios de empresas en República Dominicana no suelen recurrir a administradores profesionales ajenos a la familia. Al menos ese es el juicio del Foro Económico de Davos que coloca a República Dominicana en la posición 110 de 117 países en “confianza en administradores profesionales”. No resulta tampoco muy halagüeño el puesto 91 que recibimos en “calidad de nuestras escuelas de administración”.

    ¿En qué fallamos? Khurana en un libro de próxima aparición sobre la historia de las Escuelas de  Administración resume así sus cuatro elementos fundamentales: tener un cuerpo aceptado de conocimientos, un sistema de certificación de dominio de lo enseñado antes de ser puesto en práctica, un compromiso con el bien público y un aceptado y urgido código de ética.

    Según el estudio de López-Claros para el Foro Mundial (2005) dos debilidades grandes de la administración pública dominicana  son la falta de neutralidad del Estado (equivalente a carencia de una clara orientación al bien común y a  favoritismo  a favor de los políticos) y  al mal uso de los recursos públicos. En siete de las nueve preguntas que exploran la calidad de nuestras instituciones públicas ocupamos las posiciones 95 a 117 (117 en“favoritismo en las decisiones de funcionarios públicos”).

      Muy mal parada también emerge la administración de empresas privadas: en  las cuatro preguntas propuestas (conducta ética de la empresa, eficiencia de los Consejos de Administración, respeto a los derechos de accionistas minoritarios y rigor de normas de contabilidad y de auditoria) figuramos también entre los 14 países con peores calificaciones.

c) En resumen nuestra administración, pública y privada, califica muy pobremente en dos de las cuatro características que se presumen  en buenas Escuelas de Administración. No creo que éstas sean responsables principales de nuestra falta práctica de dedicación al bien común y de inobservancia  de códigos éticos  (probablemente la pobreza y el consumismo explican buena parte de nuestra triste realidad administrativa) pero dudo de que a estas dos grandes debilidades les prestemos la atención requerida.

     Nos esforzamos, sí, por mejorar el “cuerpo de conocimientos” y, a veces, por certificar sinceramente la calificación de nuestros estudiantes, pero el relativismo y permisividad social requieren un esfuerzo más realista e inteligente de formación social y ética. No es la “nuestra una sociedad de información” sino una “sociedad de objetivos: ser ricos”.

     Recordaré siempre la explicación del fracaso en el campo político y empresarial de la juventud que me ofreció una muy brillante, exitosa  y políticamente inspirada egresada universitaria: “nuestro fracaso se debe a habernos centrado  en adquirir conocimientos y habilidades para tener éxito personal y familiar en la vida sin preocuparnos gran cosa del bien común”.

     Parte de la responsabilidad recae en nuestras Universidades, Colegios y Escuelas. No porque creásemos esa catastrófica unilateralidad sino porque seguimos la corriente y no creímos, sin haberlo intentado, en la posibilidad de reenfocarla.

3. También la Economía

a) Históricamente la Economía, a diferencia de la Administración, nació como resultado de los deseos de mejorar la sociedad, mejorar a todos. La profesión de Adam Smith, profesor de Filosofía Moral, no cuenta toda la historia. Desde los arbitristas españoles de los siglos XVII y XVIII, los fisiócratas franceses, los cameralistas alemanes y los mercantilistas ingleses la mejora de la sociedad era  el objetivo de los “economistas”.

        Con  Adam Smith el énfasis pasó de la oferta de recetarios a la comprensión a fondo de la realidad económica y social pero el mayor bienestar de la población siguió siendo la meta. Marx, Marshall, Pigou, Keynes, Arrow y Sen lo atestiguan. Sí es cierto que la comprensión de los procesos y tendencias económicas resultó tarea tan pesada que las soluciones posibles, no las  mejores, como en medicina las recetas, dependían de la mejor comprensión de la realidad.

b) Sin duda la complejidad, abstracción y recurso a las matemáticas y  métodos cuantitativos hicieron de la Economía una ciencia de entendidos para entendidos. Lo mismo sucede en Biología, Física, Química y hasta en Sociología o Psicología. Pero la eficiencia práctica de la aplicación de las ciencias a la realidad, para mejorarla o hacerla más suave, permanece como el criterio de importancia.

       La enorme complejidad y la no univocidad -la libertad relativa en el antiguo lenguaje del sentido común- del comportamiento humano en sociedad, algo que la separa cualitativamente de otras ramas de la ciencia,  la  permanencia histórica, secular,  de opciones distintas frente a problemas similares  y las divisiones presentes y activas en toda sociedad dificultan tanto la comprensión adecuada  de la Economía como el diseño de recetarios. Como teoría y como política la Economía, si se la abstrae de otras ciencias sociales, es misión imposible. Jamás alcanzará una calificación claramente positiva.

c) Tal vez la única vía abierta al reconocimiento de la Economía como ciencia útil esté en su aceptación de estar ligada necesariamente a   otras formas  de ver  la realidad: la sociológica,  la antropológica,  la histórica,  la politológica. El economista debería entonces dedicar parte importante de su tiempo y de sus fuerzas a ampliar su horizonte sin dejar de cultivar prioritariamente lo suyo el estudio de  cómo los pueblos satisfacen en el mercado sus necesidades materiales.      

    El economista tiene que aceptar que sus “recetas” no afectan a todos por igual. No hay óptimos paretianos que no perjudiquen a nadie y mejoren por lo menos a unos. Precisamente por eso necesita reflexionar sobre lo mejor entre opciones imperfectas. O sea tiene que cultivar la ética bajo la óptica de lo que será mejor a la larga para todos.

4. Conclusión

También la Economía requiere su reingeniería.

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