Reingeniería de los dominicanos

Reingeniería de los dominicanos

En el popular programa televisivo Revista 110, un inquieto enderezador de entuertos de las propiedades inmobiliarias, al referirse a la situación del estercolero de la judicatura, lanzó la expresión de que se necesita una reingeniería del pueblo dominicano. Para él, potencialmente calificamos como corruptos y ponía de ejemplo el estado de la magistratura con los escándalos que afloran constantemente.
Realmente hemos llegado al punto de no retorno para herir de muerte todos los valores que una vez le dieron brillo al pueblo dominicano. Esa era la época de la pobreza y se conformaba en vivir bajo gobiernos malos o en una dictadura. Los recursos estaban todavía inexplotados y la diáspora criolla estaba agitándose y comenzando a manifestarse desde 1962 para esparcirse por toda la Tierra.
La tentación de llegar al poder para hacerse no estaba tan generalizado. Todavía habían algunos ilusos soñadores de llevar rectitud y honestidad a los cargos que desempeñaban. Y eso que por sus manos circulaban cuantiosas sumas de dinero, que dependiendo de la época, eran muchos sin alcanzar la categoría de avalancha como se ha producido en los últimos años. Y eso por la frecuencia de los paquetes fiscales a que son tan adictos los gobernantes de los pasados doce años.
En estos tiempos del siglo XXI, llegar al poder es una meta de enriquecerse, no importan los medios para alcanzarlo. Y esto es a costa de malversar por los más diversos medios los fondos públicos. No importan los estilos para lograrlo por más subterfugios y acomodamiento de las leyes y reglamentos para concurso de compras y contrataciones. Las bonanzas se observan al poco tiempo en los modos de vida, en los hogares y las apariciones frecuentes en los medios de lujo para diversión de la sociedad opulenta.
Ese afán por mejorar sustancialmente el modo de vida tradicional ha llevado a quebrar por completo la unidad familiar. Esto ha distorsionado las metas originarias de cada individuo alterando sus modelos de moral y de honestidad. Se han ido aniquilando los valores que eran el freno natural para contener las pasiones innatas de los seres humanos. Todos quieren disfrutar de los recursos e innovaciones que están al alcance de quien pueda adquirirlos sin el atropello que conlleva esa acción.
Esa maldad y distorsión de la conducta ha permeado todos los sectores sociales. Comprende los que se dedican a la delincuencia sembrando temor a la colectividad y elevarse a capas superiores de la sociedad. No importan los medios para acaparar fortunas utilizando sus posiciones. Tal es el caso de muchos jueces para ofrecer sus sentencias a cambio de un generosa compensación. Son ingresos que no se contabilizan pero ponen en entredicho la majestad de la justicia. Está manchada por la acción de los jueces venales.
La situación actual demanda encauzar al dominicano mediante un proceso amplio y prolongado de reingeniería social y conductual. Esto para ver si es posible que cuando se llegue la época para pretender la unificación de la isla que exista un nuevo hombre y mujer dominicano. Estos deberán ser fervientes sostenedores y defensores a ultranza de la prédica y consignas de nuestro patricio Juan Pablo Duarte.
Hablar de reingeniería en la sociedad es levantar de inmediato un valladar de los intereses. Estos se opondrían a la misma. Ahora les conviene este desorden y degradación moral muy favorable para los objetivos de quienes disfrutan del poder. Y estos, en la situación actual, pueden seguir disfrutando bajo la sombra de una sociedad indiferente a lo que le rodea. Tan solo les interesa sus asuntos y su entorno en donde pueden accionar sin temores, ni acusaciones ni señalamientos sociales.
La sociedad dominicana no puede recuperarse con los medios y recursos con que cuenta. Esto por la desidia social de sus miembros, inmersos en sus propios intereses y problemas. Lo conveniente ahora es seguir cobijado a la sombra de un sistema sin rumbo definido que solo acciona para no hacer lo más conveniente a la sociedad. Se ve de cómo cada día aumenta la delincuencia y a la vez se cometen más actos de corrupción al nivel gubernamental. Y junto a esa degradación social crece, como el espagueti aquel, la llegada ilegal de haitianos. Pese a las deportaciones no existe un freno para tal acción. Solo con un programa de reingeniería extenso e intenso es que se podría evitar un colapso definitivo de la sociedad y de la nacionalidad.

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