Reiteración fiasco Annápolis

Reiteración fiasco Annápolis

UBI RIVAS
La cita de Annápolis, que de ninguna manera podría tildarse de cumbre, del 27 de noviembre último, conforme a como vaticiné su fiasco, convocada por el presidente George Bush jr., se ensombrece aún más con la actitud dual del premier israelí Ehud Olmert.

Un cable noticioso difundido por Prensa Asociada, empresa de información de capital judío como todos sabemos, difundió una noticia insertada en los medios de comunicación el 3 del presente mes de diciembre, en la cual expresaba el premier israelí rechazar un plazo para concertar la paz con los palestinos para diciembre 2008.

Olmert, cita el cable noticioso, dispone del control del Knesset (Parlamento o legisladores) con 78 de 120 escaños, pero dos terceras partes del legislativo son opuestos a detener los asentamientos de judíos en Cisjordania y Gaza, se oponen a su evacuación, que es ilegal, y rechazan la partición  de Jerusalén como la capital del inexorable Estado Palestino en su parte oriental.

La parte oriental de Jerusalén era territorio de Jordania hasta la Guerra de los Seis días de 1967 en que Israel la anexó, junto a los Altos de Golán y la Península del Sinaía. Esta última fue devuelta a Egipto, pero Golán no a Siria.

Resulta que al día siguiente a esa declaración del premier Olmert, él mismo produce una declaración divulgada a nivel planetario por prensa española EFE, en la que expresa: «La creación del Estado Palestino es imprescindible para Israel ya que solo así se podrá garantizar la existencia de un Estado judío en el futuro».

Es posible apreciar que estas dos declaraciones producen una lectura asaz interesante; la primera de ellas, la ambivalencia, el juego con el tiempo y la inteligencia ajena, que es una consecuencial coherente en la política del Estado de Israel para formalizar una paz definitiva y altamente conveniente entre las dos partes en disputa permanente por cuestión territorial.

La segunda, como factor decisivo en adoptar de manera permanente esa actitud y/o conducta censurable, es interpretar el apoyo incuestionable que siempre ha dispuesto el Estado de Israel de Estados Unidos, como fuente primigenia de sus bravatas con los árabes.

Sin ese apoyo decisivo que ha estado presente en las guerras del Estado de Israel con sus vecinos, 1948, 1956, 1967, 1973, 1982, los israelíes saben muy bien que no las hubieran tenido todas consigo; es decir, el apoyo de la VI Flota norteamericana estacionada en el Mediterráneo, y aviones de combate norteamericanos pintados con la estrella de David y pilotos norteamericanos.

Esa secuencia histórica, los israelíes saben, mejor que muchos, por haber padecido más que todos juntos en 4003 años de historia registrada y 1878 años de diáspora, desde el año 70 e. c. hasta 1948 fundación del Estado de Israel, que ninguna manera podrá ser permanente, porque todo tiene su término, hasta los imperios que han sido.

La cita de Annápolis debió verificarse primero con una agenda seria, responsable, y no con la base del apoyo histórico que han mantenido Estados Unidos hacia los israelíes, y luego, el día 29, no el 27.

En efecto, el 29-11-47, las Naciones Unidas votaron la resolución 181 que dividió el entonces Mandato Británico que gobernaba Palestina desde 1917, asumiendo el relevo del Imperio Otomano que gobernó Palestina desde 1517, en dos estados, uno judío y otro árabe.

Es a esa instancia que debe y tiene que regresarse, más la Hoja de Ruta cosecha del presidente George Bush jr. y todas las tratativas posteriores, vienen sobrando, son chicanas, vagabunderías de quien las prohija, insulto a la inteligencia humana y burla a la humanidad que anhela una paz robusta y permanente en el Cercano Oriente.

Una paz con el soporte de la cooperación mutua, con la sepultura de los añejos rencores que a nada positivo conducen, como la experiencia de la historia ha demostrado. Una paz en que la disposición a convivir juntos, que por demás es inexorable, constituya la agenda unitaria de judíos y árabes.

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