Relación de imperios con
cultura y arte, según O. Paz

Relación de imperios con<BR>cultura y arte, según O. Paz

DIÓGENES CÉSPEDES
Puedo estar de acuerdo con Octavio Paz es en la parte de su discurso que plantea la relación de todo imperio con la cultura y el arte, pero una vez más esto no es ajeno a lo político: “Cuando desaparecen las autonomías regionales y nacionales, la cultura se degrada. El arte imperial es siempre arte oficial. Ilustrado o bárbaro, burocrático o financiero, todo imperio tiende a erigir como modelo universal una sola y exclusiva imagen del hombre.

El jefe o la casta dominante aspiran a repetirse en esa imagen. Una sola lengua, un solo señor, una sola verdad, una sola ley. La unidad es el primer paso en el camino de la repetición mecánica: una misma mente para todos. Pero la vida es diversidad.” (Ibíd., pp. 281-282)

Sin embargo, yo diría que no son solamente el jefe o la casta quienes aspiran a repetirse perpetuamente en el modelo y su imagen, sino que los sujetos del imperio, en la medida en que han interiorizado por medio de la inducción toda la ideología de la grandeza y superioridad de ese modelo, se vuelven, incluso, más garantes del imperio  que los mismos jefes, pues estos tienen que negociar y sortear cotidianamente  las contradicciones internas de las clases y los contradicciones externas de los aliados y adversarios. Los grandes se entienden y se reconocen entre sí y dejan a los chiquitos en la estacada. O como diría Paul Valery: “La guerra es una matanza entre gente que no se conoce, para provecho de gente que sí se conoce, pero que no se mata entre sí.”

Es decir, están obligados a lidiar con lo múltiple, por más restringido que  sea. De la relación de fuerzas del jefe y su casta dependerá, finalmente, la imposición o no de una solución tanto para lo interno como para lo externo. La mentalidad del norteamericano pobre y de clase media o pequeña burguesía tecnócrata (dueña o no de medios de producción) es tan dogmática que cuando ve reducirse su bienestar, al no saber de dónde le proviene, se vuelve tan conservadora que apela antes que otras clases a prácticas fascistas, nazistas, ultranacionalistas y patrioteras si un demagogo les dice que el culpable es tal o cual país extranjero. Y les creen.

  Hay también, en el discurso de Paz, un combate contra el etnocentrismo cultural, el cual es también etnocentrismo político: “Ante las propagandas por la ‘supremacía cultural’ de éstos o aquellos, nosotros proclamamos que la cultura quiere decir espontaneidad creada, diversidad nacional, libre invención.” (Ibíd., p. 282). Esto conducirá a Paz a plantear, entonces, una teoría del sujeto y lo colectivo como especificidades distintas, históricas, aunque no salgan de una teoría del signo diferente a la de la metafísica.

La concepción del poema lo empuja a dialectizar los otros conceptos, incluso su lucha en contra de la unidad le acerca a lo particular concreto del lenguaje al rechazar la autoridad de una lengua universal y al proclamar la poesía como actividad de la subjetividad: “Afirmamos el genio individual de cada pueblo y el valor irremplazable de cada creador. No creemos en una lengua mundial, sino en la universalidad de las lenguas vivas. No se puede contar en esperanto. La poesía moderna nace al mismo tiempo que los idiomas modernos.” (Ibíd.) 

Como he dicho, estas dialectizaciones de Paz son grandes intuiciones de poeta, por lo cual no nacen, como conceptos solidarios y sistemáticos que se implican unos y otros, de una teoría histórica del lenguaje y del signo. De ahí las recaídas del discurso en dialectizaciones-desdialectizaciones simultáneas, como en el pasaje siguiente: “… nos oponemos a que la ciencia, la técnica y otras formas de la cultura inventen su lenguaje. En realidad así ha ocurrido. Hace muchos siglos que las matemáticas constituyen un lenguaje que entienden los especialistas. Y otro tanto sucede con la mayoría de las ciencias.” (Ibíd.)

Uso semiótico, no lingüístico, del concepto de lenguaje, reforzador de las deshistorizaciones de los otros conceptos, debilitando su eficacia, es decir, su poder de conocimiento del objeto que Paz teoriza: la crítica del poder, de la cultura, del Estado, del arte y la literatura. De las ciencias, sólo hay discursos. Pueden crear un sistema de comunicación como los símbolos matemáticos, lógicos, físicos, etc., pero por encima de estos, está la lengua como sistema de signos sui generis, doblemente semiótico y lingüístico; ella es el interpretante por excelencia de la sociedad, según lo ha mostrado Émile Benveniste en “Semiología de la lengua” , lo cual ilustra mejor el discurso de Paz al exponer al sujeto científico frente a la ordinariez de la vida y el lenguaje: “Pero no son los sabios los que quieren borrar las lenguas nacionales, ni son ellos los que desean acabar con las culturas locales. Son los comerciantes y los políticos. Y los servidores de las nuevas abstracciones: los profesionales de la propaganda, los expertos en la llamada educación de las masas. Sólo que no hay masas. Hay pueblos.” (Ibíd.)

Yo diría en vez de la cita, para contrariar a Paz, que “no hay masas, sólo hay sujetos y ellos están en relación dialéctica con los pueblos, los cuales son lo social, lo colectivo”. ¿Cómo pensar, según la generalización que hace Paz de los sabios, que no existen científicos que en sus teorías apuntan a construir y reforzar las ideología de la unidad-verdad-totalidad, tan necesarias a todo poder de Estado, aunque personalmente crean no tener esa intención,El sabio podría escandalizarse si alguien le dijera que él está a favor de la eliminación de las culturas regionales o nacionales; que su concepción del lenguaje apunta hacia una lengua universal, tan universal como el hombre mismo; que su teoría del individuo o del sujeto es anti-histórica porque es un atentado en contra del ser humano al considerar que el sujeto de su raza es superior a los sujetos de las otras naciones.

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