Ha sorprendido a algunos lo que no es sorpresa. Efectivamente ha ocurrido lo que inevitablemente tenía que ocurrir. Taiwán fue un gobierno amigo que mucho ayudó a la RD pudo seguir siendo amigo aunque no tuviéramos relaciones diplomáticas como se han mantenido ellos con otras naciones en igualdad de condiciones. El gobierno nacional ha dejado en claro su agradecimiento por la asistencia y la colaboración y no ha pronunciado – lo que habría sido indigno – ninguna defenestración contra un viejo asociado. No ha sido igual la actitud del gobierno taiwanés que ha recurrido a especulaciones impropias. El gobierno de Taiwán debe tomar conciencia del sacrificio geopolítico a que somete a quienes por decenas de años se le han mantenido fiel. Eso ha tenido un costo político y especialmente económico.
La propia historia de Taiwán es controvertida. El gobierno del general Chiang Kai-shek fue derrotado por las fuerzas comunistas lideradas por Mao Zedong el 1 de octubre de 1949 en que se proclamó la República Popular China. El gobierno nacional con buena parte del ejército y de la oligarquía china se concentró en las costas y fue entonces cuando EE.UU. y sus aliados emprendieron un gigantesco puente marítimo y aéreo para trasladarlos hacia la isla China de Formosa, hoy devenida Taiwán. Excepto el puñado de países socialistas de la órbita soviética el mundo siguió reconociendo al gobierno en la isla como verdadero gobierno de China. Taiwán se mantuvo en los organismos internacionales. Se esperaba que China Popular iniciara una operación para someter a la “isla rebelde” pero el estallido de la Guerra de Corea en 1950 incrementó la presencia estadounidense. Hacia Taiwán fluyeron generosamente los recursos, lo que unido a la laboriosidad del pueblo chino ha conver tido la isla en una potencia económico-comercial mundial. Desde la ONU Taiwán pregonaba que había “una solo China”. Convertida en potencia nuclear y confrontada con la URSS, el enemigo más preocupante para EE.UU, el presidente Nixon concluyó que el enemigo de sus enemigos debía ser su amigo. Concertó un acuerdo con Mao que se lo cobró caro: tenía que aceptar que había una sola China; romper con Taiwán y promover su salida de ONU y reintegrarle el asiento al continente y, además, comprometerse a no reconocer “jamás” la independencia de la isla. Todo fue concedido. Cuando se le sacó de la ONU Taiwán elaboró la teoría de “dos Chinas”. Detrás de EE.UU. las naciones fueron rompiendo con Taiwán y reconociendo a China. La Constitución vigente en Taiwán es la de China de 1947 que define el país en toda su extensión continental. Hoy solo 19 naciones mantienen lazos oficiales con la isla. El de más peso geopolítico hasta ahora era la RD.
Los mencionados nexos de 77 años, surgidos en 1951, fueron con China que era la que existía y que Taiwán heredó. El pasado año los vínculos comerciales de RD con Taiwán fueron de menos de 200 millones pero con China Popular superaron los 2 mil millones. Han surgido disquisiciones sustentadas en viejos prejuicios ideológicos. Hay mucho que decir pero poco espacio.