Cuba y Estados Unidos han tomado la decisión de avanzar hacia un escenario muy distinto al que ambas tuvieron para representar la más ácida y larga contraposición, que dos naciones vecinas llamadas por la historia y la geografía a convivir con tolerancia, han protagonizado en este hemisferio. Sin embargo, el camino a recorrer no es fácil. Obviamente no basta con que se normalicen las relaciones diplomáticas sino que, efectivamente, se adopten acciones que contribuyan a lo más urgente e imprescindible: la eliminación – o neutralización en tanto se deroguen leyes – del conjunto de acciones punitivas que ha adoptado Washington desde hace 54 años y que ha reforzado a lo largo de esas cinco décadas. Ambas partes están interesadas en lograrlo. El bloqueo a Cuba constituye la sanción comercial norteamericana mas larga de la historia.
De hecho, el propio Obama en su alocución de informe al pueblo estadounidense y el mundo anunció un conjunto de medidas que significan un alivio a las medidas de estrangulamiento de la economía cubana en vigencia.
Ya desde el 2000 el Presidente Clinton hizo uso de prerrogativas ejecutivas y autorizó la venta de alimentos y medicamentos a la Isla aunque bajo condiciones duras: sin financiamiento y el pago inmediato. Así La Habana ha estado comprando – cientos más cientos menos – cada año insertándose entre los 10 principales socios comerciales de EE.UU. en la región. Ha habido años que esas compras, a pesar de las restricciones, han superado los 700 millones de dólares. Hasta el 2013 se calcula que habrían totalizado unos 5 mil millones. Demasiado para ignorar el potencial. El empresariado estadounidense no quiere perder esa rendija y, muy por el contrario, quiere abrirla más. Detrás de la acción de Obama está el empresariado de ese país. Las estadísticas posicionan a Cuba en el lugar 30 entre las naciones que adquieren productos agrícolas norteamericanos en todo el mundo. La estructura de las adquisiciones cubanas son principalmente maíz, pollos, trigo, pasta de aceite de soya, frijoles de soya y arroz, entre otros. Siendo un país que, inexplicablemente, a pesar de sus condiciones naturales, importa hasta el 80 % de sus alimentos, resulta un mercado muy atrayente para un suministrador cercano tanto para uno como para el otro. Las compañías estadounidenses presencian con espanto cómo pueden estar perdiendo oportunidades ante Brasil y otros.
Todo ello se inserta en objetivos geopolíticos de ambos contendientes; por un lado, Cuba vería la posibilidad de salir de su atolladero económico siempre y cuando rompa el estrangulamiento de sus fuerzas productivas nacionales, aquello que en Cuba siempre se le llamó el “bloqueo interno”. Por otro lado, el incremento del comercio abre nuevas posibilidades de influir internamente. El congresista republicano Kevin Cramer, apoyando la decisión presidencial, dijo que el “comercio es una de las herramientas fundamentales para exportar la democracia”. A confesión de parte relevo de pruebas.
Al permitir más envío de remesas y operaciones bancarias estadounidenses se fortalece al sector privado, al permitir las operaciones de compañías de telecomunicaciones se abre el acceso al Internet. ¡Que desafíos para uno y otro!