Cuando el general Rafael L. Trujillo asumió el poder, en el año 1930, la máxima autoridad de la Iglesia Católica era monseñor Francisco Adolfo Nouel, que había sido presidente de la República. Renunció a la alta posición antes de los 70 años. Las relaciones entre ambos siempre fueron cordiales y el nuevo presidente hacia demostraciones palpables de una verdadera unción religiosa. Asistía con frecuencia, junto a su esposa, a los actos religiosos.
En las celebraciones de las festividades patrias, Trujillo y sus más cercanos colaboradores participaban en el Tedéum que se oficiaba (y se oficia) en la Catedral, donde siempre llegaba de manera puntual. Puede afirmarse que hubo una colaboración recíproca entre la iglesia y el futuro dictador, que culminó con la firma y puesta en vigencia de un Concordato que todavía está vigente. Esos vínculos Trujillo los aprovechó para utilizar ciertas condiciones de la iglesia para implementar programas sociales que resaltaban la presencia de su gobierno.
El área relativa al manejo de la alimentación, las medicinas y la administración de los hospitales públicos los puso bajo el control de comunidades religiosas de monjas, que mantuvieron las farmacias bien provistas de medicinas y sostenían un sistema de alimentación abundante, sano y de evidentes variedad y calidad. También usó Trujillo a religiosos para crear colegios y asilos de huérfanos, estancias para niños y albergues para la vejez desamparada.
Las relaciones con la iglesia se estrecharon más todavía con la llegada al país de Monseñor Ricardo Pittini, quien en el año 1935 sustituyó a Monseñor Nouel. El nuevo prelado concitó una estrecha amistad con el poder y era común su presencia en la más ligera actividad donde asistía Trujillo. Pittini se retiróa su hogar debido a problemas visuales. En su lugar fue designado Arzobispo Coadjutor de Santo Domingo, el seibano Octavio A. Beras Rojas, quien quedó entonces, a la muerte de Pittini, como Arzobispo Metropolitano titular.
En todos esos procesos canónigos las relaciones entre las dos partes fueron solidarias, pacíficas y cordiales, con excepción de las fuertes diferencias que el Jefe sostenía con el padre Rafael C. Castellanos, que acababa de regresar de Cuba. A este mitrado se atribuía la condición de ser “el verdadero poder eclesiástico”. En mas de una oportunidad sonó para la presidencia provisional de la República. En su libro “Trujillo de Cerca”, el Dr. Mario ReadVittini, relata que un día de La Altagracia, el padre Castellanos pronunció una homilía en Santiago criticando el derramamiento de sangre por parte del Gobierno. |
La situación resultó hostil para Castellanos al extremo de que habiéndolo el Vaticano designado administrador apostólico, Trujillo se opuso tajantemente y rehabilitó al retirado Monseñor Nouel como arzobispo Metropolitano, designado por el Congreso Nacional.El sacerdote nativo de Puerto Plata quedó relegado y perseguido hasta su muerte
En la pagina 179 de su obra, ReadVittini relata un episodio que pudo presenciar y que ocurrió en la Iglesia Central de San Cristóbal, con el padre Marcos, de origenespañol. En horas de la mañana, cuando Trujillo salió de una fiesta, bastante pasado de tragos, y con “smoking”, entró al templo, donde se oficiaba la misa. Al momento de administrar la comunión a los presentes el padre se abstuvo de darle la hostia al tirano, y su acto religioso consistió en hacer una señal de la cruz sobre la cabeza del Jefe y continuó oreciendo la comunión a los demás feligreses.
Trujillo se dirigió al púlpito, y visiblemente molesto, comenzó a predicar a pocos metros del altar y comentó en voz alta:
“Señores —dijo con la lengua estropajosa– a ustedes les sorprenderá que yo suba ahablar al púlpito… Pero ustedes saben que yo soy dominicano y nosotros los dominicanos nos creemos que servimos para todo. El que menos sirve.. se cree que sirve para cura; paro arzobispo, para cardenal y hasta para Papa. Y yo sí puedo predicar… y tengo calidad… Porque mi Padrino, que era el Padre Marcelino Borbón, ese sí era un santo… que está enterrado incorrupto ahí mismo, debajo del altar mayor, y ese sí era un santo y era mi padrino -repito- y eso me da autoridad para predicarles a ustedes…”Desde hacia rato doña María le tironeaba por la falda trasera del smoking, pero insistía, con gestos y movimientos de revés de las manos, echándolas hacia atrás,rechazando los tirones hasta que, al fin, su esposa consiguió hacerlo bajar, interrumpiendo su homilía y salir del brazo de la doña, con un artificioso gesto de prepotencia, sin mirar a ningún lado.
La simbiosis Trujillo-Iglesia comenzó a cambiar desde la invasión del 14 de junio de 1959, en que los crímenes, las torturas y los vejámenes generaron un ambiente de tenso rechazo de esos métodos por parte de sacerdotes y prelados. Uno de los primeros conflictos empezó cuando el Jefe pretendió que se le proclamase por el Episcopado Dominicano y hasta por el Vaticano, como Benefactor de la Iglesia Católica, lo que provocó un forcejeo que causó una grave erosión entre los dos sectores.
Trujillo envió a Roma al padre de la Orden de los Claretianos, el higüeyano Zenón Castillo de Haza, quien había estudiado en el Vaticano y tenía estrechas relaciones con algunos cardenales influyentes en la Santa Sede, pero la misión que se le encomendó fracasó. Al saber la negativa de El Vaticano, el presidente general se incomodó profundamente y comenzó a restringir su apoyo a la Iglesia y sus generosos subsidios a sus programas sociales y religiosos. Al padre Posada, que era orientador de Ramfis, lo sacaron del medio y algunos obispos y sacerdotes comenzaron a dejarsentir cierta inconformidad y a producir amagos de protesta que Trujillo resintió y empezó a manifestar en una actitud menos tolerante y colaboradora con la Iglesia.
La otra victima del sicariato trujillista fue el padre Gómez, párroco de Higuey, que sufrió un “accidente” en la carretera Higuey-San Rafael de Yuma, cuando un poderoso camión embistió su Jeep Land Rover, donde un diácono conocido con el apodo de “Caifá” perdió el ojo derecho, y el hoy Dr. Duque Rivera Cedeño, también de Higuey, sufrió traumatismo y facturas de importancia.
La Carta Pastoral de los Obispos, leída en todos los templos católicos a finales de enero de 1960, decretó el rompimiento final del dictador con la Iglesia Católica, situación que se mantuvo hasta su ajusticiamiento en mayo de 1961.))