Relaciones internacionales

Relaciones internacionales

Las relaciones internacionales son, por demás, asimétricas. Supuestamente se rigen por convenios que tienen categoría de leyes entre países. Sin embargo, esos convenios sólo se utilizan, se llaman a colación, cuando conviene a los más fuertes que los hacen valer con sus cañoneras o financieras.

Uno de los preceptos más reconocido es la no intromisión en asuntos internos de otros países, el cual unido al concepto de soberanía, constituyen un par sólido, fundamental e irrefutable. Sospecho que se llegó a ese par, después del caos guerrero de varios siglos que ha sufrido Europa, culminando con las guerras napoleónicas y todavía en el siglo XX produjeron dos grandes guerras. Sean estas las razones subyacentes: Evitar que cualquier rey, príncipe, duque, señor o malhechor, le interesaran las tierras o los recursos de otro y sin respetarlo invada para apropiárselos; o sean otras, lo cierto es que hacen sentido. Observadas, conducen a la paz y respeto mutuo.

En occidente, los países más poderosos, el llamado primer mundo, al parecer se considera por encima de los convenios que promovieron y firmaron. Así, se han ganado la mala voluntad de muchos, perdido enormes sumas de dinero que ahora les hace falta y provocado lo que está pasando en América Latina: La formación de bloques, consejos, uniones, etc., en los cuales la presencia de cualquiera de ellos es anatema. A medida que crezcan las potencias orientales con las que negociar y conseguir financiamiento, Latinoamérica luce abocada a seguir separándose del primer mundo occidental.

En el caso de Haití, recibimos constantemente presiones de Estados Unidos, Francia y Canadá. Especialmente el primero es urticante, no deja pasar oportunidad para exigirnos, sugerirnos o animarnos, pública y privadamente, al cumplimiento de cosas que no hacen, ni aceptan, ni quieren hacer, ni van a hacer: reconocer los veinte millones de ilegales que residen allá. Si allá no lo hacen porque es un problema político que cambia la correlación de fuerzas o si es económico ¿por qué forzarlo aquí? Conviene que entiendan que somos sensibles a ese tema. A menos que la tónica no sea irritar a un amigo.

La visita de la señora Clinton, Secretaria de Estado del vecino país del norte, viene a mientes, puesto que acaba de dañar la felicitación al pueblo dominicano por su ayuda: “…. extraordinariamente generosa y servicial a los haitianos …”Por abrogarse el derecho animarnos públicamente a cumplir derechos humanos. Si se hubiera quedado en la felicitación; sin darnos consejos públicos, seguro que el cariño, la distinción que le profesa el dominicano hubiera crecido. Privada y públicamente ya han presionado bastante. Desde los gobiernos del presidente Balaguer.

El presidente Clinton, que conoce bien el caso haitiano, algo le habrá contado a su esposa. Desde los tiempos de Aristide y Cedras está luchando por el bienestar de ese país. Durante su gobierno ofreció cinco o seis mil millones de dólares a Haití y al parecer nunca llegaron, sospecho que alguna frustración lo hizo cambiar. Seguramente con un sólido fundamento.

Por supuesto, en estas decenas de años el presidente Clinton y su digna esposa, Secretaria de Estado, tienen que haber comprobado, porque no son tontos, la desproporcionada ayuda que los dominicanos hacemos constantemente al vecino país, no es sólo cuestión del terremoto del 2010, sino diariamente, año tras año.

El peso socio-económico que nos ocasiona Haití, llevándose un alto porcentaje del presupuesto de salud, gran cantidad de trabajos que hacían los dominicanos, trayéndonos enfermedades que estaban erradicadas aquí, etc., es inaceptable desde todo punto de vista. Somos un país minúsculo, temeroso de represalias internacionales que nos aplasten. En adición a violar los principios citados al comienzo, esa presión constante puede considerarse como una violación a nuestros derechos humanos. Así las cosas, no me atrevo a recomendarle cómo resolver el problema haitiano, para no incurrir en el mismo error.

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