Relata experiencia de naufragio crucero en el mar Egeo

Relata experiencia de naufragio crucero en el mar Egeo

POR GERMAN MARTE
Cuando la doctora Ana Julia Castillo decidió tomar un crucero para recorrer el Mediterráneo y conocer varias islas pertenecientes a Grecia y Turquía nunca imaginó que el barco iba a zozobrar precisamente el último día de la travesía y a menos de 500 metros de llegar al muelle. Haber estado a un tris de la muerte, lejos de acobardarla, ha hecho que reafirme su fe, su optimismo y valore aún más la vida.

Recalca que como estuvo a punto de perderla ahora aprecia más la vida, y fue por eso que desde que llegó al país el domingo «me tomé una (cerveza) Presidente, porque esto hay que celebrarlo, porque esto es grande».

«Pienso que la vida es un regalo de Dios. Ahora la aprecio más. Nosotros nacimos ese día (Jueves Santo). Creo que uno debe estar ligero de equipaje y vivir cada día como si fuera el último, porque uno no sabe cuándo le va a tocar», asevera esta abogada quien luce una tranquilidad de espíritu que no parece ser la sobreviviente de un naufragio.

Ella, junto a otros 30 dominicanos, formaba parte del grupo de 1,600 turistas de diferentes nacionalidades que iban en el crucero Sea Diamond cuando este naufragó el pasado Jueves Santo frente a la costa de la isla griega de Santorini, en aguas del Mar Egeo. Afortunadamente, ninguno de los criollos resultó lesionado. Hasta el momento han sido reportado como desaparecido dos ciudadanos franceses. Unos 24 dominicanos retornaron al país el domingo pasado, los siete restante siguen en Francia.

Aunque fueron auxiliados con rapidez, las tres horas que duró el rescate fueron las más largas de su vida. Como si se tratara de una película de suspenso, todo transcurría en cámara lenta, afirmó Castillo.

Recuerda que el accidente se produjo poco antes de las cuatro de la tarde del jueves, justo en el momento en que la mayoría de los turistas estaban en la cubierta del barco tomando fotos de la impresionante vista de las casitas levantadas en los acantilados que hay en la pequeña isla de Santorini y que «parecen encajes».

Minutos antes de que el barco encallara, Castillo había decidido ir al baño en su camarote. Estando en su camarote, en el piso ocho, sintió el impacto del choque de la nave con las rocas de un cráter submarino formado hace miles de años por una erupción volcánica, pero pensó que se trataba del anclaje, puesto que estaban muy cerca de la costa.

Sin embargo, cuando se miró en el espejo vio que todo estaba inclinado hacia el lado izquierdo, «cuando voy saliendo me caigo en la puerta del baño, porque ya había un desnivel muy grande».

Al salir del camarote llamó a su prima Nancy Nina y salieron apresuradamente. Para ese momento ya la gente estaba corriendo y gritando, mientras los miembros de la tripulación gritaban: «¡No panic! ¡No panic! ¡No panic!».

Cuando lograron subir a cubierta les ordenaron colocarse todos en el lado derecho, en un desesperado intento por hacer contrapeso, pero ya la nave estaba demasiado inclinada hacia la izquierda. En ese instante se despejaron sus las dudas: se estaban hundiendo, como efectivamente ocurrió.

Poco después de que el barco chocara con las rocas, se fue la luz y en el ambiente había un fuerte olor a gas propano, «si hubiera sido de noche, otra cosa hubiera sido».

Todos estaban conscientes del riesgo que corrían. Algunos recordaron la tragedia del Titanic, pero les tranquilizaba estar cerca de la costa y ver los helicópteros y las lanchas que venía a rescatarlos, además les reconfortaba la solidaridad que había en el grupo.

 Particularmente a Castillo le ayudó ser una persona de mucha gran fe, que por años ha practicado el budismo, y por eso mantuvo la calma, aunque estaba consciente del peligro.

Con la vida pendiendo de un delgado hilo, su única preocupación era dejar a su hijo Carlos Armando de 18 años con su nieto.

«No sentí temor, sólo me dije dejo a ese muchacho sólo, y repasé a toda mi familia, pero yo sé que uno no le tiene miedo a la muerte. Nosotros nos sentimos serenos todos», manifiesta con tranquilidad.

Mientras el Sea Diamond zozobraba, la gente de la isla Santorini se aglomeró en la orilla preocupada por la suerte de los náufragos, que esta vez no se trataba de migrantes ilegales, sino de turistas adinerados. 

Ya en tierra, indicó Castillo, una parte de los 31 dominicanos comenzaron a hacer chistes uno con otros sobre el naufragio. Luego fueron trasladados a Atenas, la capital de Grecia.

En Francia, donde fueron llevados en otro barco de la misma empresa que organizó el tour fueron asistido por el personal de la embajada y el Sábado Santo salieron de compras. Por la noche fueron al famoso Moline Rouge, de París.

VALOR HUMANO

No obstante el naufragio, una de las grandes experiencias de este viaje, según Castillo, es que entre los dominicanos hay mucha gente buena, muchas personas valiosas.

Resaltó que desde antes de ocurrir el accidente, entre el grupo de dominicanos que hacía la travesía se había desarrollado una gran hermandad que se fortaleció en medio del naufragio.

«Cuando llegamos allá arriba, la arquitecta Cibeles Pérez, la más joven del grupo estaba desesperada porque no había alcanzado salvavidas y doña Martha Brown (la ex secretaria de Salud Pública) se quitó el suyo y se lo pasó diciendo ´póntelo tú, que ya yo he vivido demasiado y a ti te falta mucho por vivir. Esas son cosas increíbles», narró Castillo.

 

EN FRANCIA

A su llegada a Francia, donde fueron llevados luego del incidente, fueron recibidos por el cónsul dominicano Antonio Abreu, Anita Soto de Bordeaux y otros funcionarios de la embajada dominicana en París que le brindaron un gran apoyo.

ERROR HUMANO

Castillo está convencida de que el naufragio se debió a un error de la tripulación del Sea Diamond. Dijo que muchos de los viajeros estaban asombrados al observar que el barco iba por sitio donde había poca profundidad.

«Yo creo que fue un error humano, porque nosotros no conocíamos las coordenadas del mar y nos dimos cuenta que estábamos muy cerca de las rocas, en un barco tan grande y encima de las rocas, y así mismo fue», expresó Castillo al ser entrevistada por este diario.

Señaló que con el hundimiento del barco los pasajeros perdieron todas sus pertenencias. Ella, por ejemplo perdió más de 2, 500 euros con los que pensaba ir de compra en París.

Dijo que los 31 dominicanos que iban en el crucero piensan entablar una demanda a la compañía del crucero por los daños causados, «vamos a buscar un abogado que tenga experiencia en la materia para que nos oriente».

VOLVERIA A GRECIA

Pese a haber pasado el susto de su vida y verse casi de frente con la muerte, Ana Julia no descarta subir nuevamente a un crucero y sobre todo novel a Grecia, la cual considera definitivamente «maravillosa», un país lleno de historia; sin embargo, piensa que la próxima vez sería mejor en avión, «porque resulta más rápido y dura menos la agonía».

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