Relatan hallazgo de Ángel Simón

Relatan hallazgo de Ángel Simón

POR LLENNIS JIMÉNEZ
Reinaldo Coble pasó de ser un anónimo recogedor de basura a un magnánimo héroe que salvó la vida de Ángel Simón, el bebé abandonado anteayer en un depósito de desperdicios y cuyo destino final habría sido perecer en el vertedero de Duquesa o comprimido en el ardiente camión de desechos sólidos de donde fue rescatado.

Coble y sus compañeros de labores, Luis Alfredo Severino y Héctor Minaya, tienen la certeza de que el suceso se trató de “un milagro maravilloso de Dios”.

A las 8:44 de la mañana del pasado lunes, cuando fueron testigos de que un niño fue tirado en un tanque de basura frente a la edificación número 14 de la calle Madame Curie, casi esquina Nicolás Bari, en La Esperilla, una zona de clase media de esta capital, comprendieron que su trabajo tenía un sentido más profundo que retirar desperdicios de la vía pública. Y, que todo lo de Dios tiene un propósito.

Coble y Severino son cristianos, por lo que no les resultó difícil entender que fueron escogidos para evitar que el infante se quemara entre los gases tóxicos que almacena el camión ficha 2318 de la compañía ADN Services, S. A., contratada por el Ayuntamiento del Distrito Nacional.

Con la odiosa tarea virar cubos de desechos sólidos para ganarse el sustento de sus familias, por un salario que no sobrepasa los RD$7,500, estos tres samaritanos, no dudaron en estrechar entre sus brazos al indefenso niño, que ni siquiera hizo un gemido dolor, porque aparentemente dormía dentro de las bolsas plásticas.

La hazaña es motivo de regocijo para los tres hombres, quienes tan pronto vieron a la criatura albergaron la esperanza de poder presentarlo en su iglesia, como símbolo del poder de Dios.

Con una alegría que le humedece el rostro Coble cuenta la emoción que lo embargó al ver dentro del camión el cuerpo de la criatura, que al tocar le sintió una oreja caliente. No vaciló en ordenarle al chofer Severino detener la palanca que compactaría la basura y que evitó la tragedia de la criatura que de inmediato, muchos transeúntes pidieron.

Ángel Simón, entregado a las autoridades de la Fiscalía Nacional, por una llamada de emergencia al “911”, con ayuda de los vecinos, está siendo cuidado en un hogar del Consejo Nacional para la Niñez y la Adolescencia (CONANI), donde especialistas determinaron que goza de perfecto estado de salud.

Los tres hombres, nada robustos, ni de espíritu ambicioso, se levantaron a la 4:30 de la mañana, como siempre a enfrentar la ardua faena del día, sin pensar que salvarían al niño, de cuya madre creen que merece que Dios le tenga misericordia.

Ni el Ayuntamiento, ni la compañía ADN Services los felicitó, tampoco las autoridades gubernamentales, quienes tampoco los contactaron para solicitarles información. Dicen que nadie les ha comentado nada, empero, se mantienen en oración para que un buen hogar acoja al bebé.

“Yo moví el tanque y no vi nada, pero luego de que lo vaciamos en el camión le vi un pie. Me asuste porque no estaba esperando eso. Creí que era un niño muerto. Inmediatamente me aparte y avisé. Eso fue Dios que hizo un milagro maravillosamente, porque eso fue de repente para que ese niño se salve. Dios tiene un propósito con ese niño”, narró Coble.

Ayudado por Severino y Minaya, Coble explicó que procedió a quitarse los guantes para socorrer al niño y sacarlo de la basura, mientras sus piernas temblaban.

La ironía de la vida es que el niño fue dejado entre la mugre, pero en un sector de gente rica.

Sostuvo que el infante estaba cubierto por una sabana azul, parecida a las que utilizan los centros de salud.

Indicó que a más tardar a las 9:00 de la mañana el niño iba a morir, por el sol, el calor de la basura y la falta de oxígeno. Al equipo le faltaba recorrer tres calles para llenar el camión con las diez toneladas de basura que llevan dos veces al día al vertedero de Duquesa, en Santo Domingo Norte.

“Dámelo, dámelo, decía la gente al ver al niño. Todo el que pasaba lo quería. Duramos un rato con el niño y ahora me siento mucho más que bien”, dijo Coble, quien a partir de ese momento voltea los zafacones con mucho cuidado, ya que piensa que puede aparecer otro niño.

“Eso sucedió para que Dios se glorifique”, afirma el hombre de 35 años, que se congrega en la iglesia de la Profecía, en Palabé, en Santo Domingo Oeste, donde reside.

SAGRADO AMOR A LA FAMILIA

Coble vive con su esposa, con quien procreó dos hijos: Ofelia María, de cinco años, y Berli Manuel, de cuatro, por quienes luchará para que se superen y tengan un futuro mejor que el suyo. Sin embargo, agradece que el Señor le haya dado la fuerza para mantenerse en este trabajo, durante tres años y cuatro meses, con un sueldo mensual de RD$6,400.

Se quedó en octavo curso, al tener que trabajar para mantener a su mujer embarazada y en el pasado gobierno, por más que lo intentó, no pudo continuar en la escuela. Aspira a prepararse para darles un mejor futuro a sus hijos y dejar el trabajo que tanto hedor lo obliga a aguantar.  Minaya, de origen haitiano, llegó al país en 1971, cuenta con 55 años de edad, dice que lo más importante que le ha pasado en este trabajo fue rescatar al niño. Al igual que Coble, no para de contar la situación a sus parientes y amigos.

La fuerza que deben hacer para levantar los tanques de basura a veces les provoca renunciar, pero se impone la necesidad de mantener a sus cinco hijos residentes en el batey Bienvenido. Minaya fue quien más se asustó con la aparición de Ángel Simón.

En tanto, Severino, de 24 años y chofer del camión, atendió a identificar el sexo de la criatura, que había defecado en el pañal desechable. Quiso llevarse el niño para su casa y juntarlo con el suyo, pero reflexionó sobre su precaria economía y el apuro que enfrenta para ayudar a su mujer a estudiar y ahora, a ingresar a la universidad.

Entiende que la policía dio con el paradero de la madre del niño abandonado, pero no se pudo comprobar la información.

Severino, residente en Palabé, es partidario de que hagan un culto dando gracias al creador por la suerte que acompañó a Ángel Simón y para que consiga un lugar mejor que aquel que no le dio su verdadera madre.

Estos tres hombres tienen una vida en común: ejercen un trabajo por necesidad, con un nivel de riesgo que empieza por deteriorarles la salud, pagos de miseria, hacen más de ocho horas de jornada y una familia que a puro coraje logran mantener. Pero el día a día y la fuerza de la fe en Dios lleva a Coble, Severino y a Minaya a salir de la casa de sus deprimidas zonas con la esperanza de tener un mejor provenir y auxiliar a todo aquel que no los desprecia por tener las manos sucia de basura.

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