Relato de un guardia de la música

Relato de un guardia de la música

Vino de la frontera con el sueño establecido por la usanza de entonces. Sería guardia. Se enganchó a la Marina de Guerra, pues no le gustaba la Policía.

Realmente lo que no quería era que lo estuvieran trasladando de aquí para allá y los puntos donde se usaban marineros eran pocos y con su oficio, probablemente se quedaría en un solo punto, en el principal.

Esto así, porque era músico. Y la única manera de que un músico pueda contar con una entrada fija, es que se meta a un organismo militar o a una banda de música.

Esta última ya había sido pasada por las armas. Por casi dos años había resistido la vida con los 60 pesos que mes por mes le entregaba el ayuntamiento por los conciertos dominicales, los funerables distinguidos, las procesiones religiosas y las festividades patrias.

No era mucho, pero entonces estaban mamá y papá. La casa y la ropa limpia y la comida en la mesa. Pero se casó. Su novia quinceañera tenía puestas las esperanzas en él para salir de la casa de sus padres y el amor y el deseo apremiaban.

Salió embarazada al primer encuentro sexual y las cosas cambiaron. La dejó en la casa de sus padres y se fue a la capital Aa engancharse@.

Esto me lo cuenta sin ninguna frustración y sin ningún arrepentimiento. Han pasado casi 40 años desde entonces y ha sido su vida más música popular que conciertos clásicos.

Pero, la vida de un músico es tan incierta que en cada nueva crisis del país, lo primero que se cancelan son los bailes. Por eso se ha pasado muchos años entrando y saliendo del Ejército y la Policía.

Si la cosa va bien, le dice adiós a los chequecitos de los 25 (ahora dos veces al mes) y sigue cogiendo la lucha con las orquestas merengueras y su saxofón al hombro.

Ahora en que pasa de los 60 Ase sentó a llorar@, dice que no vuelve a inventar más. La última huelga lo agarró uniformadito y dispuesto a acuartelarse en nombre de la seguridad nacional.

Estaba acostumbrado a hacerlo. Y salió como siempre sonriente de su casa. Pero, esta vez fue diferente. En lugar de quedarse en la sede militar con su instrumento al lado por si había que repicar gloria, el músico fue despojado momentáneamente de éste y enviado a uno de los barrios más calientes de la capital, con un fusil al hombro.

Se asustó cuando vio los muchachos que se le enfrentaban a los militares con piedras y bombas caseras entregando el cuerpo con la cara tapada a la fiesta de las balas.

A)Y si tengo que tirar?@

Para esto sí que no estaba preparado. Nunca tomó entrenamiento militar, porque lo suyo era hacer bailar a civiles y a rasos y generales. Por esto depuso las armas y a favor de su alma, pidió su baja.

Dice que prefiere tocarle a la ley del mercado a aplicarle la ley a su hermano. Esto fue lo que le dijo a su mujer: AMe quedo con lo bailao y en el futuro lo que venga@.

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