Religión y maldad

Religión y maldad

Ingenuidad es creer que dentro de las iglesias y de las religiones no está el mal. Aquí se ven los mismos pecados que en cualquier otra parte: clubes, asociaciones, organizaciones, entidades, gremios, partidos….

Dentro de la fe hay pícaros, mentirosos, calumniadores, detractores, embusteros, falsificadores, ladrones, fornicarios, adúlteros, asesinos y más.

¿Es que no habéis escuchado del cura que se robó las ofrendas, violó los niños y del pastor que se llevó los diezmos?

En el camino los Judas no se han acabado.

No siempre se lleva bien un hermano con otro hermano, un diácono con otro diácono, un pastor con otro pastor, un cura con otro cura, un obispo con otro obispo y un cardenal con otro cardenal.

Es cierto que muchos entran como ladrones y que, luego, la doctrina los cambia. Pero también sabemos de otros que entraron limpios y dentro se hicieron perversos.

Por lo menos uno que otro Papa ha sido sincero reconociendo los males y pidiendo perdón a todos.

Aunque nunca algo así se ha escuchado en otras creencias, a pesar de los pecados y de la rapacidad con lo material.

Los púlpitos y altares están llenos de ministros falsos cuyo único afán es la riqueza y la vida buena.

¡Terrible!

¿Qué hacer entonces?

Os aconsejo no dejar de ir a la iglesia ni de oír la Palabra de Dios.

Trata de proveerte de todo lo bueno que allí se diga vigilando a quien lo dice y cómo lo dice.

Conviene caminar con un obispo, presidente, superintendente, pastor, diácono, ministro o cardenal siempre y cuando no de seña de maña.

El mismo Jesús ordenó cuidarnos pues nos dejaba en medio de lobos.

Fuera del redil un lobo no encuentra carne de oveja, es dentro del aprisco.

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