RAFAEL ACEVEDO
Para un científico, la creencia en Dios es el producto de sus propias vivencias espirituales y su raciocinio que, aunque no están totalmente separados de las tradiciones y creencias que existen en su sociedad, constituyen un producido críticamente elaborado. De ahí, que la idea que tiene de Dios, es elaborada a partir de razonamientos y procedimientos de lógica, con el mismo cuidado que investiga sobre una estructura atómica.
Superchería, en cambio, es una creencia o práctica mágica o religiosa, parte o no de una tradición, que no es consonante con un conjunto de creencias racionalmente depuradas. Ninguna otra religión del planeta ha sido sometida a tantas pruebas de logicidad y verificación como la cristiana. Miles de horas de hombres de luces desde Agustín y Tomás de Aquino, han formalizado la absoluta racionalidad que contienen verdades que preconiza la doctrina de Cristo.
Por esta razón, preocupa que determinadas prácticas religiosas populares sean aceptadas y promovidas, sólo porque son tradicionales o populares, sin someterlas al juicio crítico obligado de todo portador consciente de las ideas de Cristo.
Como cristiano que intento ser, tengo mucha precaución con las palabras «religiosidad», y «popular». Pues no vino Cristo al mundo a hacerse «popular»; ni quiso tampoco que los cristianos fuesen «religiosos», en el sentido de que se dediquen a rituales en los que se pierde el sentido de para qué se realizan. Como la beata que repite frases huecas, que sale de la iglesia a murmurar vecinos. O el comerciante que asiste a misa como quien paga un impuesto, sin acordarse que Dios manda que lo ames «con todo tu corazón y toda tu mente».
Dios detesta la religiosidad, la rutina carente de reflexión y de inspiración, aliada al farisaísmo de los poderes establecidos.
No todo lo que está en las culturas es bueno ¿Acaso no eran tradición el canibalismo y la homosexualidad en culturas primitivas estudiadas por Malinowsky, Strauss y otros en África y Polinesia? ¿Acaso eran sanos los rituales de inhalación de tabaco de los Tainos, o del peyote en la cultura Yaqui? ¿O los toros de Montecristi, que se desgarraban a foetazos durante sus carnavales?