Relojes, colgados del tiempo

Relojes, colgados del tiempo

El paso del tiempo, esa esclavitud que nos atenaza y controla cada día de nuestra vida. ¿Qué hora es? ¿A qué hora llegas? ¿A qué hora quedamos? ¿Cuánto tiempo falta…? Preguntas cotidianas que vienen marcadas por una esfera, que los nuevos diseños varían cada temporada, ofreciendo modelos para los diferentes lugares de la casa.

Los fondos y las formas se han transformado en espacios abiertos a la imaginación. Ojos, maquinaria transparente, manillas que se separan como radios de bicicletas, rectángulos que multiplican las esferas y que permiten colocar distintos márgenes horarios, fondos de colores e, incluso, relojes de proyección sobre la pared o el techo transforman las horas en un mundo lúdico y original.

Como si fueran un cuadro o un espejo, los relojes son parte de la decoración, aunque han abandonado su parte más densa y aparatosa, han cedido en clasicismo para formar parte de la vanguardia incluso en los espacios más clásicos.

Cualquier rincón es válido para colocar un reloj, un espacio muerto, una pared vacía que hay que vestir son lugares propicios. Quien no quiera perder la tradición pendular puede optar a varios diseños actuales que nada tienen que ver con el reloj grande y aparatoso metido en un armazón ni con el jovial cuco.

Cambios horarios

El primero que osó modificar la rigidez de sus formas fue Salvador Dalí, en 1931, fecha en la que pintó el famoso cuadro “Los tres relojes blandos”. El tiempo es una constante en su obra y, precisamente, el objeto de una de sus frases más célebres: “El tiempo es una de las pocas cosas importantes que nos quedan”.

La firma italiana Arti & Mestieri ha recuperado el espíritu del pintor de Cadaqués y propone una colección de relojes fundidos, diseños a punto de derretirse a lo largo de la pared, que recuerdan el cuadro del pintor. Tampoco dudan en traer la torre del reloj de Londres al salón de cada casa, consiguiendo que el Big Ben cante las horas de cada día como si estuviéramos a los pies del Támesis.

Formas divertidas con indicadores añadidos y lemas con textos claros y definitivos como “No smoking” entre las señales horarias. Relojes caracol, relojes corazón o con fantasma, la variedad es múltiple. 

Sin lugar fijo

La tradición hace aún colocar en la cocina un reloj: medir los tiempos de cocción, atender a las necesidades de la elaboración de los platos marcaba la pauta. Redondo, anodino y práctico esa era su función. Pero los tiempos han cambiado. Las cocinas no han abandonado su condición de lugar de encuentro de la familia y el reloj ya no sólo marca los tiempos de los pucheros, por esa razón los espacios en los que se ubica han cambiado sin dejar de ser la pared el lugar más cómodo y funcional donde colocarlo.

Sin embargo, las formas de las propuestas sí han sufrido una transformación y van de lo más atrevido a lo convencional.

Aprender a conocer la hora de una manera divertida es la idea que tiene la firma “65 i qué” para los más pequeños. Una posibilidad que propone en la colección “Fun”, a través de simpáticos relojes con fondos de jirafas, ballenas, vacas, cocodrilos o elefantes diseñados por Andrée Prigent, que señalan sueños y horas en el aire.

Toda una amalgama de posibilidades que permiten diversas maneras de ver pasar el tiempo.

EFE REPORTAJES

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