Remembranzas de sor Juana Inés de la Cruz

Remembranzas de sor Juana Inés de la Cruz

Figura sobesaliente en la literatura continental, en los remotos días de la colonia lo fue Juana Inés Asbaje Ramírez, nacida en la aldea mexicana de San Miguel de Neplanta. Su nacimiento ocurrió en el 1651, resultando la fecha de su deceso en 1695. Lo que quiere decir que a la hora de su muerte tenía 44 años.

Esta mejicana escribió de tal manera, que lo supo hacer como si realmente hubiese sido una española legítima. Los romances de ella corren parejos con los más sobresalientes escritos en lengua castellana.

Fue ella una mujer de sobresaliente belleza, dueña de maravillosos atractivos, poseedora de una gran inteligencia y dueña de singulares encantos femeninos.

Famosas resultan todavía sus redondillas “contra los hombres que dicen mal de las mujeres”. La bella monja en defensa de las infelices que cayeron al arroyo, se pregunta que quién resulta más culpable “la que peca por la paga o el que paga por pecar”.

Juana Inés Asbaje Ramírez fue una niña prodigio, se afirma que a los tres años de edad aprendió a leer y a escribir. A los siete se enteró que en la capital había una alta casa de estudios que se llamaba la Universidad y desde esa tierna edad empezó a insinuarle a su madre que ella quería más hacia adelante estudiar en la Universidad.

En esos tiempos para las mujeres eso no era posible. Juana se dedicó con suma avidez a la lectura y a los nueve años fue enviada a la capital a residir en la casa de sus abuelos. De la niña prodigio de San Miguel de Neplanta se podría asegurar que fue una magistral autodidacta. Ella solamente tuvo dos maestros, la amiga de su madre que a los tres años le enseñó las primeras letras, y el bachiller Martín de Olivas, que la introdujo en el latín.

Juana muy joven se convirtió en favorita de la corte del virrey Mancera. Vinieron los desencantos y a los diecinueve años tomó los hábitos monjiles y se convirtió en la monja más famosa de México. Sin duda que quien la llegara a contemplar, muy bien que su rubor pudo haberle dicho: “La de la negra toca, la del morado monjil, por un beso de tu boca diera a Granada Boabdil”.

Juana estudiaba en su casa y llegó a saber mucho. En sus aprendizajes era tan exigente que Cuando no quedaba conforme con o aprendido, de castigo se cortaba su bella cabellera para no salir de su encierro, porque su personal parecer era que no había razón que estuviera vestida de lindos cabellos una cabeza que estaba desnuda de conocimientos. Juana se hizo famosa por su inteligencia y bastante célebre por su belleza y por sus seductores encantos.

El virrey Mancera y su esposa la introdujeron en la virreinal corte. Y ahí se convirtió en la acompañante preferida de la virreina.

Tanta inteligencia demostró Juana en la corte que el virrey se interesó en saber  si tantos conocimientos eran una dádiva del Supremo Hacedor o una conquista ardua de ella a base de lecturas… de estudios.

Entonces el virrey reunió profesores, teólogos y humanistas para que en su presencia la sometieran a un exhaustivo cuestionario. Juana salió airosa de la rígida prueba y mereció grandes elogios. Su belleza y su inteligencia concentraron a su alrededor a muchos nobles caballeros que la requerían en amores. Parece que a algunos correspondió. Y para ella surgió un grande y grave desencanto. Sus i1usiones murieron tempranamente. Las muertas ilusiones dejaron profundas huellas y se decidió por un conventual enclaustramiento. Abandonó la corte para ingresar al convento de las hermanas carmelitas. No pudo soportar los rigores el encierro se enfermó y tuvo que salir, para retornar a la casa de sus abuelos. Pasaron dos años y Juana Inés Asbaje Ramírez entró al convento de San Jerónimo, hizo los votos monásticos y se convirtió en sor Juana Inés de la Cruz.

Logró reunir una pequeña biblioteca y se encerraba a leer horas largas. También se dedicó a la literatura y escribió poesías, obras en prosa y obras de teatro. Se comenzó a decir que la literatura no cuadraba con los deberes de una monja y la madre priora le prohibió leer sus libros porque esos libros “pertenecían a la nigromancia”. (El supuesto arte de evocar a los muertos para conocer el futuro). Sor Juana vendió sus libros y ese dinero lo repartió entre los menesterosos. Sor Juana de la Cruz escribió mucho. Apoyándose en sus conocimientos religiosos escribió los  autos sacramenta1es “El Divino Narciso” y también “El Mártir del Sacramento”. Ella murió el 17 de abril de 1695 y cuatro años después de su fallecimiento en 1699 se publicó en Madrid, su primer libro de poemas titulado “Inundación Castálida”. A esta singular mexicana se la recuerda  como poeta o poetisa. Ella es “La Décima Musa”.

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