Reminiscencias

Reminiscencias

JOSE R. MARTINEZ BURGOS
En días pasados, se nos ocurrió ir a dar un paseo por la vieja ciudad colonial, era día de fiesta, por tanto estaba vacía, casi desierta, no había el hormiguero de los días frenéticos en que en todas las direcciones los vehículos del transporte urbano hacen su tradicional recorrido en busca de pasajeros atribulados por la crisis económica y la terrible alza en los precios de los artículos más buscados. La ciudad colonial estaba insolentemente abandonada, algunas bombillas del alumbrado destruidas o inservible y algunos ridículos dibujos y adornos en las vitrinas de la calle El Conde.

Sin duda alguna, exacta imagen de nuestra alma colectiva. Caminábamos por esas rutas que tanto hemos amado, desde cuando nosotros nos recreábamos inconscientemente sin pensar en el futuro, por que entonces la vida que vivíamos era una mentira que creíamos a pie juntillas pues nos habían quitados las grandes verdades, por que estaban prohibidas, entonces, rejía la Era de Trujillo, es que a veces, la vida es un camino aburrido cuyo aire nos da en la cara de frente y expresa la felicidad de la nada.

Sin embargo, seguimos avanzando por esta ciudad destartalada y abierta a todos los vientos, pero que adoro por sus recuerdos, porque en ella hemos gozado pero también hemos amanecido y anochecido, por que la vida nos ha dado de todo al mismo tiempo, que nos ha quitado todo lo humano y generoso que hemos disfrutados: nuestros padres, hijos, amigos, compañeros, etc., hasta rincones, escalones inolvidables que no retrotraen a años atrás, meses, semanas atrás, que no pueden olvidarse. Así, sólo con nuestros recuerdos fuimos al Museo de las Casa Reales, la Capillas de los Remedios, el reloj del Sol, y avanzamos sin obstáculos, sin la presencia de muchedumbres impertinentes, sin pedilones, ni ancianos miseriosos, por que las calles estaban vacías, sólo la existencia de nuestros símbolos actuales y los emblemas de una sociedad cursi llena de absurdos que parece una bestia simple y voraz, un monstruo devorador y destructivo, sin embargo, la ciudad es amable, aún con sus calles vacías, pero llenas de reminiscencias, aún cuando no se oyen voces, y los carros que circulan no interrumpen el tránsito y como en toda las ciudades, solo hay que salir y elegir las calles y evitar que nos roben lo poco que nos quedan de los recuerdos al ver como las hojas inmóviles, amontonadas esperan las escobas de los barrenderos para terminar su ciclo de vida en los basureros, mientras esas calles permanecen vacías y nuestros recuerdos reviven nuestros sueños y anhelos del pasado al contemplar la colección de Belenes de la Capilla de los Remedios en la calle Las Damas y paseando por dichas calles vacías, volvimos al punto de partida, llenos de ilusiones y esperanzas.

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