Renacimiento reformista sin pecado original

Renacimiento reformista sin pecado original

Contrario a los pronósticos – deseos de muchos, la crisis del PRSC no necesariamente conduce a la desaparición del reformismo.

Si se logra el consenso más pleno posible, si triunfadores se revisten de hidalguía para tender ramos de olivo a perdedores, si  se federan movimientos desprendidos del PRSC y si se confederan profesantes del socialcristianismo incorporados al bloque progresista o merodeantes de PRDismo; el reformismo puede renacer por ser portador del modo de gobernar más compatible con las exigencias actuales: austeridad, comedimiento tributario, apoyo a sectores productivos, generación de empleos, subsidios no distorsionantes de la economía ni fomentadores de ocio y dependencia, preservación ambiental – cierre de aserraderos, cinturones verdes, parques y miradores, áreas protegidas – rechazo al endeudamiento y pagos selectivos de deuda externa, rol adecuado del Estado de incentivar la actividad privada sin inhibir su capacidad de intervención para frenar codicias y negligencias.

Pero para ello debe renacer sin el pecado original de aliarse, revestido de identidad y personalidad, con intenciones propias de gobernar, autoestimándose que sus votos han sido determinantes para investir presidentes, incluyendo el actual que carece de intención de repostularse sin que exista otra opción PLDista cuyo perfil resulte atractivo a reformistas. Y dejar atrás el garrapateo asumido desde que fuimos despojados del poder en 1996, tanto con el  PLD que nos desdeñó en 2006, como con el PRD, hoy arrepentido de aquella Alianza Rosada de donde emanaron elegidos que hacen causa común con el gobierno.

El renacer requiere la adopción de líneas autonómicas de acción que deje en libertad a reformistas para seguir ocupando funciones gubernamentales al tiempo que el PRSC se mantenga como opositor; siguiendo lo que Balaguer enseñara cuando incorporó a su gobierno de los difíciles 12 años a connotados dirigentes PRDistas que no impidieron la oposición feroz ejercida por el partido.

Dentro del proceder reformista, esta línea no puede interpretarse, ni causar, ambivalencias si se adopta explícitamente frente a la ciudadanía.

El renacimiento reformista así concebido es lo conveniente para la nación, para nuestro pluralismo democrático y para el sistema de partidos. No debe causar perturbaciones a los reformistas pro-gubernamentales puesto que también le conviene al Presidente Fernández; hoy expuesto a reacciones adversas cada vez que intenta imponer candidaturas, demostrado por las frecuentes faltas de quórum en la Asamblea Revisora cada vez que del mandatario trascienden compromisos electorales.

Además de conveniente, el renacimiento reformista sin el pecado original de aliarse es lo deseado por ciudadanos y  reformistas. Y quién sabe si por el propio Presidente Fernández aun cuando sus allegados no parecen entenderlo.

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