Rencores y confraternidades isleñas

Rencores y confraternidades isleñas

Fabio Herrera Miniño.

Las relaciones de las dos naciones que comparten el uso de la isla de Santo Domingo es semejante a las relaciones de una pareja que en el día se destripan y en la noche se ayuntan para llevar a cabo sus coitos necesarios para la convivencia bipartidista del placer y fomentar la procreación.

Las relaciones isleñas de los dos pueblos, tan disímiles en sus orígenes y costumbres, han provocado un distanciamiento social que se manifiesta con provocaciones en las capas superiores de ambas sociedades acostumbradas en el pretendido vivir de espaldas una de la otra.

Y es que en la capa superior de la intelectualidad haitiana tienen a menos a la dominicana. Son casi nulas las relaciones entre ambos grupos en donde el idioma es un escollo insalvable que en ninguno de las dos naciones tratan de aprender los idiomas que se hablan en la isla.

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España, al ceder en el siglo XVII la franja norte de la isla en especial que contaba con la isla Tortuga, permitió el asentamiento de los bucaneros y filibusteros europeos principalmente de origen francés y holandés trajo la semilla de la discordia que iría en aumento con el paso de los años hasta convertirse en un serio problema ante el olvido de España de su colonia antillana abandonada en su soledad con extensos territorios llanos que los ocupantes occidentales les permitió salir de su pequeña isla y regarse por el extremo occidental de la isla. Y con la traída de los africanos a nombre de salvaguardar la diezmada raza indígena que era aniquilada por el maltrato de los colonos pronto conformó una etnia muy especial que trajo sus costumbres y creencias del vudú sincrético pese a que para inicio del siglo XVIII se afianzó el culto a Nuestra Señora de la Altagracia que en toda la isla es muy venerada.

Con el deslumbre de las riquezas de Méjico y del Perú, España abandonó la isla a su suerte mientras los franceses desarrollaron su colonia grandes plantaciones de cañaverales y elaboración de una riqueza agrícola que era la alcancía de Francia y que Napoleón en su apogeo decidió enviar una gran expedición a la isla para aplacar la violencia de los negros.

La nación que surgió en occidente de una etnia africana total estableció desde sus inicios en 1804 que sus mandos estarían en manos de los negros, apartando a los blancos o eliminándolos para que fuera una nación americana de etnia africana por completo y donde Dessalines forjó la sociedad a su imagen y rencor contra España.

La ocupación total de la isla fue una consigna negra primordial que trataron de implementar. Fue Boyer en 1822 quien entró a la parte oriental por los frentes del Masacre, Artibonito y el Yaque del Sur arrollando a la escasa colonia española que sostenía su amor por su tierra con gallardía y coraje para hacerle frente a una nación con enorme poder de fuego y de organizadas tropas imperiales heredadas de las que habían en el reino de Cristóbal y Petión.

Todos conocemos las vicisitudes de los dominicanos para liberarse y su acendrado valor y coraje para enseñarles a los haitianos que aquí había un pueblo pequeño que deseaba su independencia y no estar unido a una etnia que rechazaba la mezcla y pretendía aplastar a todo aquello que no era negro igual que ellos.

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