Renuncia al “Yo” ¿muerte o vida?

Renuncia al “Yo” ¿muerte o vida?

MARLENE LLUBERES
Por su naturaleza misma, el hombre  necesita obtener éxito en cada reto que se propone alcanzar. Para lograrlo, emplea todo su esfuerzo para que sus ideas prevalezcan, entendiendo que  en él está  la inteligencia y la capacidad. Por encima de todo, desea cumplir su propósito y ejercer su voluntad.

 En este ejercicio constante, de querer obtener el triunfo esperado, el “Yo” lucha por imponerse: hablamos lo que pensamos, hacemos lo que planeamos, realizamos lo que nuestro corazón desea, siendo este deseo, en ocasiones, engañoso y torcido.

Continuamente la voluntad propia y el interés particular nos dominan, haciendo de nosotros personas que  creen ser superiores, egoístas, competitivas al extremo, celosas y avasallantes.  Sin considerar el criterio de los demás, imponemos el nuestro, llegando a pensar que somos el centro, alrededor de quien giran todas las cosas.

En esta lucha titánica de imposición del “Yo”, cuando no suceden las cosas como fueron planeadas, nos enojamos y rebelamos para luego sentirnos fatigados y cansados. En otros  casos, la frustración y la  inconformidad nos abruman, despojándonos del ánimo que nos impulsa a seguir adelante, condición  que  continuará  manifestándose hasta que coloquemos  este “Yo”, en el lugar adecuado y aprendamos a morir para vivir.

De la misma forma en que Jesús, siendo Dios, fue llevado a la cruz, luego de gran mal trato, burlas, vituperios y nunca, en todo este doloroso e insostenible proceso, abrió su boca para defenderse, ni ejerció su poder para librarse, sino que permitió que la voluntad de su Padre fuera hecha, nosotros, debemos disminuir los niveles de exigencias desmedidas y de querer hacer valer los que entendemos son nuestros derechos, motivados por un  amor obstinado a los propios intereses, restándole valor a los ajenos.

Esto puede lograrse, únicamente, estableciendo una relación cercana con Jesús, aprendiendo a atravesar un trayecto de muerte y rendición a lo que es nuestra voluntad, al igual que Él lo hizo.

Al ejercitarnos en la renuncia al “Yo” encontraremos el real tesoro de la vida y recibiremos mayor honra y alegría. El orar a Dios, presentándole cada uno de nuestros deseos y anhelos nos llevar a una esfera superior que nos permitir disfrutar, cada momento, con el pleno conocimiento de que, al actuar como Jesús lo haría, obraremos con sabiduría. Al hacerlo, no significa que seremos  mártires, sino personas capaces de renunciar a aquellas cosas que, al decirlas o al hacerlas, nos traerán resultados desfavorables.

Permitamos que sea Jesús quien se destaque y  se refleje en nuestra conducta.  Neguémonos a nosotros mismos y dejemos de actuar por emociones  e impulsividad. Vivamos una vida escondida en Dios, convencidos de que la verdadera ganancia en esta vida es la muerte. Tomemos la cruz y sigamos a Cristo, para que, entonces, experimentemos la novedad de vida que nos fue entregada a través de su resurrección.

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