NUEVA YORK (AP).- Con las recientes crisis de salud del papa Juan Pablo II, se habla cada vez más de que debería considerar una posible renuncia. Hasta ahora, la mayoría de los pontífices han rechazado esa idea, aunque el derecho eclesiástico les permite esa opción.
El sacerdote Thomas Reese, editor de la revista jesuita America y experto en temas del Vaticano, dijo que los papas temen que al renunciar puedan sentar un precedente peligroso que podría ser empleado de manera incorrecta por sectores de la Iglesia para presionar en el futuro a un pontífice a abandonar su puesto.
Ningún papa ha renunciado en los últimos siglos.
La renuncia también es contraria al concepto de la función del papa como guía de la Iglesia, dijo el sacerdote Joseph Fessio, editor de Ignatius Press, una importante publicación de la Iglesia católica estadounidense.
«El es el líder espiritual y el padre de la fe, y los padres no renuncian»», consideró Fessio.
Juan Pablo II ha hecho caso omiso a cualquier tipo de conjetura y con frecuencia ha declarado que llevará su misión hasta el final.
Muchos ven en su fortaleza un poderoso ejemplo de la enseñanza católica sobre el valor de la vida, incluso frente a un intenso sufrimiento.
«Creo que Juan Pablo II ve a su propia vida como un símbolo y que siendo el líder de la iglesia tanto en la salud como en la enfermedad, hasta el final, es un testigo del mensaje cristiano que está intentando predicar»», declaró Daniel Thompson, profesor de teología en la Universidad Fordham de Nueva York.
Se cree que no más de 10 papas han renunciado, aunque las evidencias históricas no son claras, dijo Reese.
El caso más famoso fue el del papa Celestino V, que asumió el papado en 1294, a los 85 años, y dimitió cinco meses después, diciendo que no estaba en condiciones de cumplir con sus tareas.
Las conjeturas sobre una posible renuncia de Juan Pablo II surgieron hace más de una década, cuando comenzó a ser notable que la salud del pontífice se deterioraba por el mal de Parkinson y sus dolencias en la cadera y rodillas.
Durante algunos años ha arrastrado las palabras y debido a que tiene dificultades incluso para mantenerse de pie, ahora usa un trono con ruedas que empujan sus allegados.
Sus problemas de salud no han impedido las actividades diarias en el Vaticano, que son supervisadas por algunos de los funcionarios que allí trabajan. Pero el papa es el único que puede encargarse de algunas políticas importantes de la Iglesia, como la designación de obispos.
El cardenal Angelo Sodano, el segundo funcionario en importancia en la Santa Sede, generó un debate público sobre el tema durante la hospitalización anterior del pontífice, al responder a un periodista que le preguntó si el papa debía analizar una posible renuncia.
Si bien el cardenal manifestó sus esperanzas de que el papa continuara, sostuvo: «Dejemos en la conciencia del papa esa hipótesis»».
«Debemos tener una gran fe en el Papa. El sabe qué hacer»», sostuvo Sodano el 7 de febrero.
Desde entonces, otros cardenales han efectuado declaraciones similares mientras que algunos han expresado su malestar por la discusión.
Si el papa decidiera renunciar, la dimisión debería ser «realizada libremente y manifestada de manera apropiada»», de acuerdo con la ley eclesiástica. Sin embargo, no queda claro que pasaría si el papa queda incapacitado.
El Vaticano se ha negado a comentar oficialmente si el papa ha dejado instrucciones escritas para el caso de que entre en coma o quede incapacitado. Se cree que otros pontífices recientes lo hicieron.