Reordenamiento agropecuario

Reordenamiento agropecuario

El Tratado de Libre Comercio (DR-CAFTA) formalizado por el presidente Hipólito Mejía en 2002 con Estados Unidos, sugerido por la ministra de Industria y Comercio Sonia Guzmán, con la recomendación para ese inmaduro reto de Carlos Despradel, Gobernador del Banco Central, muestra su anomia hoy, conforme previó más de uno.
Ese reto equivale a comparar un reloj Rolex con uno japonés o un Mercedes Benz con un Toyota, y las consecuencias de esa disposición que nunca debió concertarse, trae hoy sus grandes inconvenientes a nuestra atrasada estructura agropecuaria, donde más del 70% de la producción agraria se exporta a nivel de economía de plantación, azúcar, tabaco, cacao, aguacates, piñas, tubérculos, mangos.
Una alícuota parte de esa producción es procesada, tomate, tabaco, cacao, café, del que importamos más de un 40% consecuencias de las devastaciones a esas plantaciones de la roya, una porción para enliar habanos, otra pequeña para procesar cacao.
La cultura fabril de la producción agraria ha resultado tímida, y los productores son reacios a agruparse en cooperativas con respaldo estatal y procesar sus producciones, con las excepciones de las granjas avícolas, porcinas y muy reducidas las de conejos, la carne con mayor proteína.
Resulta que el DR-CAFTA prevé desgravaciones a productos nativos, arroz, habichuelas, carnes de pollo, res y cerdo, y dentro de cuatro años todos esos alimentos ingresarán libres de gravámenes, que traduciría un caos en el sector para 2.8 millones de productores.
La estrategia desde hace un buen tiempo debió orientarse por asumir explotar renglones excluidos del DR-CAFTA que las autoridades deben conocer y saber, orientando así nuevas instancias productivas y de riqueza, imitando a países que concertaron tratados similares con USA y verificando sus resultados. Elemental.

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