Situada en el trayecto mismo del sol con excelencias para la inspiración poética, República Dominicana resulta también, por una geolocalización que llaman estratégica, aprovechable para una de las criminalidades que azotan al mundo con infames mercancías de sustancias prohibidas. Puesta para bien por la Creación en un punto medio entre hemisferios que facilita una rentable logística hacia puntos opuestos del sano comercio internacional lo está, además, para conectar la gran producción sur de estupefacientes con la inmensidad de los consumos situados en el norte del planeta.
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La captura más o menos interdiaria de voluminosos alijos superiores a la demanda local de cocaína y marihuana en aguas y costas banilejas y de otras más del mismo litoral son alarmantes señales de expansión de mecanismos delictivos trasnacionales que para acá traen y desde aquí llevan tales sustancias a otros lugares de ultramar. De ello da indicios adicionales la frecuente detección de ocultos envíos de la misma naturaleza en flujos de cargas y equipajes por aeropuertos y muelles de reembarques. Operaciones de tránsito millonario que no pueden estar a cargos de simples estructuras y sin disponer de recursos materiales y humanos de mucha capacidad para moverse en sombras de impunidad; porque de lo que más se informa es de decomisos grandes y medianos con apresamientos a veces de algunos chicos de mandados atrapados con las manos en la masa.