Repensando nuestros objetivos políticos

<p>Repensando nuestros objetivos políticos</p>

JOSÉ  LUIS  ALEMÁN  S.J.
Los académicos y profesionales que  no nos dedicamos a la política sufrimos del mal de alturas intelectuales que se caracteriza no sólo por su distancia del valle de la vida con su reducido oxígeno sino por el complejo de irrelevancia de sus diagnósticos y sobre todo de sus terapias. Nos agrada, por eso, poder citar a grandes personalidades de la vida pública con los que sin saberlo comprobamos que habíamos descubierto el  Mediterráneo.

A mí  particularmente me impresionó la receta de buen gobierno dada por  Felipe González, el ex presidente socialista  español: buscar la unidad de los españoles en torno a un programa aceptable para todos los partidos y para todos los ciudadanos aun para quienes votaron y seguirán votando  en su contra.

1. Los planes nacionales según González
 Todo plan nacional de este estilo tiene que exhibir dos características, negativa una, positiva otra. La negativa se deja resumir en la renuncia al afán proselitista y apologista; la positiva en elegir no más de tres áreas prioritarias.  

La renuncia al proselitismo (convertir a los adversarios) y al apologetismo (culpar al adversario) se explicaba en el caso de España tan histórica y hondamente dividida en conservadores clericales y radicales anticlericales. Bajo otro manto (el de partidos) la división era cuasi religiosa y todos sabemos que cambiar de creencias en el plazo de cuatro a cinco años de gobierno es inverosímil.

Aun aceptando que entre ambos mundos   se  agachape, como creía Pareto,  un segmento importante de la población que  parece “neutro” pero en realidad es aprovechado en espera de decidirse por quien vaya a ganar la próxima, para los convencidos pero en unas elecciones vencidos, el gobierno de un  adversario “confesional” -conservador o radical- apologético y proselitista es violación política. En este caso la política se convierte en apologética espuria. Espuria porque la “polis” de nuestros tiempos respeta creencias, etnias y  hasta clases sociales. La lucha ideológica, tan importante para dar sentido a la existencia, no es asunto político.

 Todo gobierno que busque el bien común respeta ideas y creencias y busca algo que sea   bueno para todos y que todos puedan apoyar. Felipe González, cacique de la tribu izquierdista, lo comprendió aunque algunos digan que eso sucedió porque vivía sin convicciones. Puede que sí. Pero hizo bien a España.

La segunda regla gonzaliana era la selección de muy pocas áreas prioritarias de común interés para todos. El optó por educación pública universal de calidad, salud pública de calidad, infraestructura física  y ahorro en instituciones financieras españolas. Desde mi perspectiva  la prioridad en infraestructura física fue un simple bono del ingreso de España a la Unión Europea. De allá salieron los recursos y gran parte de las opciones.

No bastó, sin embargo, que Felipe González formulase por su cuenta un Plan Nacional por agradable que fuese a todos. Se requirió convertir el Plan en algo trascendental a la política partidista. Todos los partidos y las principales organizaciones de la sociedad  económico-social, sindicatos obreros y asociaciones empresariales, debían firmar un pacto social mucho más allá de la solución de pasajeras aunque drásticas luchas de clase y adquirían el derecho de evaluarse mutuamente en el cumplimiento o incumplimiento de lo acordado.

 El Plan no significa ni siquiera que las prioridades consensuadas fuesen igualmente importantes para todas las partes. Basta que fuesen suficientemente importantes no necesariamente las más importantes. El Plan proponía metas y éstas sólo se alcanzaban si se elegían medios idóneos (¡no los únicos!, eterno supuesto de los fanáticos). Quedaba por lo tanto amplio espacio para la lucha partidista empezando desde la cuantía de recursos hasta el tipo de organismo (público, privado, mixto) para administrar los recursos. Al final el socialismo perdió dos elecciones nacionales  más por fama de corrupción que por ineficiencia. Tampoco puede significar un Plan el descuido de todas las otras tareas de la administración pública que no sólo tienen que ser ejecutadas como se hacía antes del Plan, sino hasta mejoradas. Menos aún afirmamos que las prioridades sociales futuras de España tengan que ser las mismas. A medida que se logra una meta disminuye su urgencia y aumenta otra distinta. Ventajas aprendidas del análisis marginal.

  Esencial era una prioridad real, lo que implicaba ciertamente  prioridad en la atención y en el uso de recursos adicionales al crecer la economía. El resultado del Plan Nacional o tal vez mejor del Proyecto de Nación es patente: España sigue dividida en ideologías e intereses incluso regionalistas de  largo alcance pero no discute la importancia de lo acordado: a los Gobiernos se los critica o defiende en función de sus logros. Sería presunción econométricamente imperdonable atribuir al Pacto Social  el increíble avance económico español (según el Informe sobre Desarrollo Humano 2006 el PIP por cabeza medido en su capacidad de compra en dólares llegó a 25,047 dólares, muy cerca de Alemania: 28, 303. El ingreso per capita del español es ya el 88.5% del alemán) pero el haberlo logrado en medio de paz social y orden legal y político puede que sí lo sea.

 Dejemos el caso español y volvamos la vista, ahora a fines de año tiempo propicio de examen y revisión, al dominicano. ¿Cuáles deberían ser nuestros objetivos políticos?

2. Reflexión sobre nuestros futuros objetivos sociales
a)Así como la economía dominicana es dual, dual es la sociedad. Por una parte estamos los privilegiados por mil y un títulos incluso por proteccionismo estatal, y por otra parte el “pueblo”, el sufrido pueblo dominicano en palabras de los sesenta. Tenemos pesares y esperanzas distintas.

  Las más recientes encuestas sobre la prioridad de retos de nuestra economía nos dicen que para los empresarios su mayor problema es el de la energía. Después vienen los problemas institucionales de nuestras instituciones públicas y el robo.

  Para el “pueblo” el desempleo, la inflación, el transporte, la falta de medicinas encabezan el listado aunque la electricidad y en muchos barrios nuevos el del agua y saneamiento  figuran entre sus principales carencias.

 Las clases medias, los “neutrales” de Pareto, empeñados en mantener su status se sublevan ante la inflación, el mantenimiento de las carreteras que destrozan sus autos y jeepetas, la inseguridad ciudadana y el pésimo servicio y costo de electricidad.

  A quienes buscamos determinantes del desarrollo económico nos preocupan la corrupción del Estado y la calidad de las políticas públicas, la deficiencia de la enseñanza y salud pública y hasta la “inestabilidad macroeconómica”.

   Al FMI, al Banco Mundial y a potenciales inversores extranjeros a quienes interesamos como prestatarios o potenciales inversionistas les preocupan los desequilibrios fiscales, las políticas pro cíclicas, el protagonismo económico  del Estado y la imprevisibilidad de nuestro sistema judicial.

b) Si  las esperanzas y problemas de nuestra sociedad difieren apreciablemente entre sí, también es distinto el “poder” o la impotencia de nuestras clases sociales. Grande es el poder de nuestros empresarios, el de sus asociaciones y a veces el de los grandes entre los grandes, el de los dueños de medios,  mediano el de las clases medias carentes de organización pero decisivas en decisiones electorales y el de los técnicos con cierto acceso a los medios o a los centros de decisión política, y pequeño el del pueblo. Los organismos multinacionales pueden condicionar en momentos de crisis nuestras políticas fiscales y crediticias.

c)Afortunadamente  los Proyectos de Nación no necesitan ceñirse a lo que los componentes sociales juzgan más importante; basta que sus metas sean importantes para prácticamente todos y que dinamicen el desarrollo del país. Tampoco podemos ignorar “otras” necesidades que mal que bien intentan satisfacer nuestros gobiernos. No se busca destruir nada; cuanto tenga utilidad social, más allá del beneficio personal de quienes administran otros programas, debe continuar. Lo único importante es que el Gobierno elija prioridades -no más de tres- y que los distintos sectores sociales no sólo las acepten sino las tomen como criterio de evaluación y crítica. Tiene que quedar en claro la promesa pública del Gobierno sobre sus grandes prioridades. Si son importantes en la vida real las organizaciones fuertes o débiles del país las aceptarán. Si no interesan pasarán sin pena ni gloria.

Lo que sí cuestiona a fondo y a priori todo Proyecto Nacional es una orientación restringida a solo parte de la población o la exigencia de que se considere elemento integrante del Proyecto la aprobación de los medios para alcanzar las metas y la exaltación por la continua pronunciación del nombre  de los dirigentes del Gobierno. No son metas de una persona aunque ejerza el Poder Ejecutivo; son metas de todos también de todos los partidos.

Entre nosotros la tentación de los Gobernantes es mantener fuera de juego a los partidos de oposición no el ganarles, algo perfectamente normal. Por eso exigen aceptación total de políticas y ausencia de críticas. En ese marco los Planes Nacionales son inoperantes por mañosos. Si los aceptasen los partidos de oposición   incurrirían en intento de suicidio.

d) Las metas económicas del Plan de Nación no deben ser más de tres. Felipe Gonzáles observaba con razón que lograr un número mayor de metas prioritarias chocaría con multitud de concesiones necesarias para lograr un consenso nacional. No olvidemos tampoco que elegir prioridades no significa negar utilidad ni recursos a la importancia de otros programas. Significa que presionados por la limitación de recursos y de posibilidades habrá que dedicar una cuota proporcionalmente más alta de recursos a las prioridades.

 Dejaríamos de ser latinos si todos aceptásemos las mismas prioridades. No-solo diversas son nuestras cabezas sino también nuestras necesidades. Sin embargo, la presión social y las sinergias de ciertas metas, o sea su capacidad de facilitar con su desarrollo la solución de otros problemas, pudiera inclinarnos a identificar tres áreas prioritarias: generación de electricidad, calidad de la educación pública, seguridad social.

3. Sinergias
Echemos un vistazo a las razones que militan en favor de prioridades que todos pueden aceptar aunque quizás no sean las más importantes para muchos.

a) La inclusión de la energía eléctrica se justifica por razones obvias relacionadas con la producción,  agravadas circunstancialmente por un aumento previsible de la competencia en la era post CAFTA-DR, y con la satisfacción de las necesidades de los consumidores, algo que no requiere mayor exposición. Basta recordar que de la energía depende toda la producción y que ahora la eléctrica predomina en la economía global.

  Aunque la calidad y el costo de la energía eléctrica afectan a las grandes y medianas empresas nacionales y a las inversiones directas extranjeras, lo mismo hacen con las pequeñas y hasta con las microempresas responsables ambas de la cuarta parte de la creación de empleo. Sin energía confiable a costos asequibles -algo que no depende sólo de nosotros- se dificulta el empleo y consiguientemente la superación paulatina de la pobreza.

La meta energética en su formulación de energía renovable tiene  potencial para aliviar la presión sobre la balanza de pagos y para la conservación de los limitados  recursos fósiles del mundo. Si la opción por energía renovable se centrase en la producción de etanol como ha hecho Brasil la sinergia se extendería a los bateyes y antiguos pueblos cañeros, zonas de la mayor pobreza nacional.

b) Lugar común en todos los diagnósticos de desarrollo es la prioridad de la educación. A pesar de nuestro éxito en cobertura escolar la calidad de la educación pública es pequeña. No es este el lugar para proponer soluciones distintas a la de la imperiosa necesidad de aumentar el presupuesto dedicado a educación.

     República Dominicana tiene el privilegio de mostrar el tercer más bajo presupuesto para educación pública de 116 países (Desarrollo Humano 2006): 1.1 % del PIB sólo superior al de Guinea Ecuatorial (0.6) e Indonesia (0.9).

Peor aún: 34 países de ingreso medio o bajo reportaron un gasto superior o igual al 4% del PIB. Estas cifras no auguran  bien para la competitividad dominicana: todos los países de América Latina están gastando en educación pública más que nosotros. De esta competitividad dependen en una economía global inversiones directas extranjeras y de éstas la posibilidad de pagar salarios altos.

Los efectos de la poca escolaridad son variados, Por ejemplo, en el país existe una alta correlación entre nivel de educación y violencia familiar y entre ésta y nutrición infantil.

c) En una situación parecida aunque menos dramática a nivel internacional se encuentra la salud pública. El gasto en ellas significa 2.3% del PIB. A diferencia de la mayor parte de los países de ingreso mediano el gasto privado en salud (4.7% del PIB) supera en más del doble el gasto publico.

     Probablemente las emergencias graves de salud en personas de familias pobres son causa de buena parte de su pérdida de activos y crédito. Existe, además, un claro círculo vicioso entre pobreza y acceso a agua y saneamiento de aguas negras, entre éstas y salud y entre salud y productividad.

     La implementación del seguro social subsidiado de salud podría concretizar esta meta nacional. 

4. Conclusión
En última instancia las metas presentadas sólo a titulo de ejemplo buscarían a través de políticas solidarias contribuir al crecimiento del producto y a la disminución de la desigualdad social pero, sobre todo, motivar un mayor esfuerzo nacional. Sin idearios nacionales los pueblos tienden a la inercia social.

Obviamente el Gobierno podría orientar sus políticas económicas preferenciales a otros objetivos. Es una lástima que al proponer una reforma impositiva con modalidades distributivas, algo digno de elogio,  el Gobierno haya dejado pasar la oportunidad de definir con claridad y sin ambigüedad sus prioridades y de amarrar a ellas el gasto público. Parece difícil lograr así el apoyo sincero y general de la nación. El Gobierno, los partidos y todos necesitamos tener objetivos claros que den esperanza de un  futuro más holgado y más justo.

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