Repercusión mundanal

Repercusión mundanal

Ya no hay modo de “apartarse del camino” para disfrutar de la soledad y dar “oportunidad a la meditación”. Cualquier ermitaño que quiera aislarse en una cueva en la montaña, puede topar con alguna empresa minera que proyecte dinamitar los alrededores para extraer metales raros. No es posible hoy, como tal vez lo fuera en tiempos de fray Luis de León, alcanzar aquella “descansada vida de los que huyen del mundanal ruido”. El ruido no cesa, ni siquiera en Salamanca, a orillas del Tormes, donde los estudiantes no tienen tranquilidad para seguir “la escondida senda” utilizada antiguamente por quienes llegaban a ser sabios.
No hay “descansada vida”, ni “retiro a la montaña”, ni ocasión para “meditar en soledad”. El mundanal ruido nos alcanza donde quiera que estemos. Nos acechan las vallas anunciadoras de los publicistas; los “jingles” de firmas productoras de bienes de consumo masivo son letanías de mercadeo, “mantras tecnológicos” que nos invitan a no pensar. Transportarse del trabajo a la casa, con la esperanza de “hallar la paz”, es un viaje lento, riesgoso, acompañado de bocinazos, altavoces, ambulancias. Las motocicletas truenan para eludir los automovilistas, para rebasar camiones tanques, patanas con furgones, batidoras de hormigón. La ciudad no es silenciosa y te obliga a estar alerta.
Las orejas del hombre contemporáneo “almacenan ruido” en una especie de “vestíbulo cerebral”, donde permanece “cautivo y neutralizado”, a fin de que podamos realizar funciones psíquicas que requieran concentración atencional. Está visto que el hombre puede comer mientras camina, escuchar música y escribir; las mujeres pueden seguir el hilo de varias conversaciones a la vez. No debería extrañar que el hombre desarrolle un “filtro-vejiga” para los ruidos intermitentes de las ciudades de hoy. Así logra meditar en medio del escándalo.
Los obreros de empresas metaleras se acostumbran de tal modo al ruido, que el silencio les sobresalta y atemoriza. La adaptación forzada es la regla de nuestra época: la música “pop” es ruidosa, la propaganda política es super-ruidosa, a fin de agitar las almas de los que acudan a las manifestaciones. Las grandes orquestas utilizan instrumentos de cuerdas, de viento, de percusión; ahora preferimos, por sobre todas las cosas, la percusión. El “mundanal ruido” es una repercusión.

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