Replanteando el adagio

Replanteando el adagio

La traición, la mentira y el abandono que llenan a muchos de desengaño y desilusión, no son femeninos o masculinos y forman parte del comportamiento de muchos seres humanos. Por eso, si alguno emocionalmente destruido por un falso amor, dice que “quien  cree en las mujeres no cree en Dios” solamente se equivoca en el género porque las mujeres igualmente predican que “quien cree en los hombres no cree en Dios”.

Lo que se deriva de eso es que en toda relación se debe ser cauteloso para no sufrir decepciones que pueden tener consecuencias fatales.

En la sociedad existen numerosas relaciones porque precisamente el ordenamiento comunitario hace que cada miembro de un conglomerado social dependa de otros para desarrollarse y sobrevivir. Sin embargo existen representantes de organizaciones que son particularmente propensos a mentir y engañar a los demás. Peor aún, algunos tienen la simulación como parte de su entrenamiento o “técnica” a fin de inducir a individuos o comunidades hacia los propósitos que habitualmente tienen. No tengo la autoridad de un nonagenario sin Alzheimer, pero en mis años de experiencia social he aprendido que se debe ser cuidadoso en el trato con vendedores, pues algunos son capaces de venderte un medicamento para hacer crecer el cabello con una peluca puesta; pero quienes ganan actualmente el premio en personas “de cuidado” son los políticos.

Por lo anterior, replanteando el adagio, pienso que “quien cree en amantes, vendedores y políticos, no cree en Dios”. Todos tenemos el derecho de hacer compromisos, pero lo juicioso es no apostar todo a estos tres personajes porque muchas veces te venden y te hacen cargar el dinero.   

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