La tensión política reinante por los continuos ataques del régimen de Trujillo hacia la Iglesia, Cuba, Rómulo Betancourt, se atenuó el ocho de febrero de 1961 con la prohibición de la obra Con el Santo Parao, un burlesco del cubano Valentín González censurado por la Comisión Nacional de Espectáculos Públicos y Radiofonía que lo consideró inmoral.
La noticia, que mereció primer plano en La Nación, estuvo en el tapete hasta abril pues el autor acudió a diferentes instancias defendiendo el libreto rechazado por el titular y los demás miembros de la Comisión que encabezaba monseñor Eduardo Ross, quienes reaccionaron alarmados. Ross estuvo en contra de la producción desde el mismo título hasta el contenido.
Se basaron para la prohibición en las facultades que les otorgaba el artículo 29 del Reglamento 995 del 13 de julio de 1955. Con el Santo Parao, en principio patrocinado por la empresa teatral Apolo, fue la comidilla en columnas de farándula y arte y hasta políticas. La campaña a favor de que se presentara la libró La Nación.
El 11 de febrero volvió a la prensa al ser sometida al fallo de la Comisión de Apelación y del secretario de Estado de Interior y Cultos.
Valentín González, que adquirió popularidad acompañando al humorista Paco Escribano, alegó que en 1939 se había presentado otra obra con ese mismo nombre en el teatro Independencia por la Compañía de Bufos Cubanos De Happy y Triana. Añadió que en todas las capitales del mundo existía ese género, lamentó el perjuicio que la prohibición representaba para músicos, artistas, tramoyistas, luminotécnicos y tras manifestar que no podemos ser más papistas que el Papa, pidió que permitieran exhibirla sólo para hombres mayores de 18 años, destacando que se trataba del primer burlesco dominicano.
Una Junta de Revisión formada por el director de Bellas Artes, el síndico del Distrito Nacional, el jefe de la Policía, el Vicario General de la Arquidiócesis de Santo Domingo y los miembros de otro equipo nombrado por el Poder Ejecutivo que integraban Manuel Simó, Santiago Lamela Geler, Humberto Ruiz Castillo y Aníbal Sosa más Manuel Joaquín Báez Vargas que actuó como secretario ex oficio de ese organismo, aprobaron, el 17 de febrero la discutida presentación con reserva de que será para hombres solamente.
A partir de entonces aparecían en La Nación sugerentes fotos de las actrices que intervendrían, con comentarios elogiosos, como los de Rafael César Hoepelman que definía los cuerpos espectaculares. Creó gran expectativa en su columna Ventana abierta en la que habló de muchachas que serían revelaciones, un banquete para los hombres solamente.
Al lado de la insinuante foto de Estela Canelo se escribió que tenía candela suficiente para mantener ocupado a todo un regimiento de bomberos. Chana Montes era la atracción.
González agradeció a La Nación las promociones y anunció que para que Con el Santo Parao llenara las expectativas, el estreno sería en abril. En los dos meses previos, empero, los dominicanos andaban Con el Santo Parao a flor de labios.
El Caribe sólo publicó en la cartelera y como aviso pagado esta obra que patrocinaba Cochón Calvo y Compañía a nombre de su ron 42G. Pero solo los dos días que le permitieron a Valentín González bañarse en dinero, según Hoepelman, porque el tercer día el espacio dedicado al teatro Julia apareció en blanco, quizá por la demoledora crítica del matutino, que hasta se abstuvo, dijo, de publicar fotos que tenía.
El reparto. Con el Santo Parao estaba dividido en cuatro cuadros: El que pestapierde Ñea, Ojo por ojo, El candado de seguridad y Sálvese quien pueda. Actuaron Estela Canelo, Resortes (Mr. Spring), Chana Montes, La Salvaje Blanca, Olga (La montaña negra), Grecia Caminero, Alcy Figueroa, El Negrito Buda y el autor, Valentín González. El acompañamiento musical estuvo a cargo del combo de Edilio Raposo.
La crítica de La Nación fue piadosa. Dijo que Con el Santo Parao adolecía de múltiples defectos pero es el comienzo de una actividad artística desconocida en nuestro medio. Esperó que mejorara al día siguiente y celebró situaciones y personas que encontró graciosos. Los demás, apuntó, hicieron buenamente lo que pudieron.
El Caribe fue implacable. Fue una burla con la que el autor quiso tomarle el pelo a los espectadores. Destacó la vulgaridad de las escenas, chistes archisabidos, diálogos insulsos e indecentes, de lo más prosaico que se puedan imaginar, los gestos obscenos que se sucedieron a lo largo de dos horas constituyendo un espectáculo tan lastimoso e irrisorio que no sabemos cómo pudo salir de la imaginación del autor.
Los cuatro sketchs los llamó barrabasadas y catalogó los fútiles diálogos como de gente carente de moral. Dudó en llamar actores a los participantes, muñecos de marionetas gesticulantes sin la más mínima gracia y criticó la decoración con brochazos de pintura mala.
Chana Montes, quien tuvo a su cargo el número final de desnudismo, al parecer sintió vergüenza de su propia desvergüenza pues salió huyendo como alma en pena hacia sus compañeros que tras bastidores estaban tan hastiados como el paciente público que logró resistir esa estupidez, comentó. Sólo elogió a La Salvaje Blanca y a El Negrito Buda que interpretaron con bastante acierto un número de afro, y atacó a la bailarina Olga por sus gestos torpes. Añadió que no se explicaba el porqué del nombre de Con el Santo Parao que igual pudo llamarse Sancocho Prieto o Caimito Gotiao.
Max Álvarez afirmó que el burlesco fue charlatanería en alta dosis y Rafael César Hoepelman denunció que pese haberse enriquecido con la producción, Valentín González engañó a los artistas pagándoles sólo siete pesos por tres noches de actuación.
La Nación publicó que la última noche la asistencia estuvo por el suelo después de la constructiva crítica de El Caribe.
Ahí murió el burlesco que, a pesar de haber sido considerado un gran chasco, sirvió de circo durante tres meses al oprimido pueblo dominicano.