Cuando se escriba la historia del ejercicio periodístico comprometido, de vocación, de entrega, a Margarita Cordero hay que reservarle un espacio. Es una de las escasas mujeres periodistas que han escalado posiciones ejecutivas en los medios de comunicación.
Sagaz, acuciosa, perseverante, ardiente defensora de las causas que entiende son justas, Margarita Altagracia Cordero dio sus primeros teclazos en una vieja máquina, en el proceso de la pasantía que hizo en Noti-Tiempo, de Radio Comercial, donde se levantó una joven generación de talentosos y talentosas periodistas que se insertaron en los medios escritos y radiales después de una feroz y sangrienta dictadura de 31 años y de la Revolución de Abril de 1965.
Cordero inició su profesión periodística a mediados de los años 60, en una sociedad completamente diferente a la de hoy día. Formó parte de ese grupo de jóvenes periodistas que asumieron el compromiso de ejercer dignamente el oficio, de contribuir con su trabajo a mejorar la sociedad, para que fuera más justa, más humana. Tenían una visión romántica, quizás apostólica o heroica. Pero creyeron en esa causa.
De cada uno de sus compañeros de trabajo aprendió algo distinto.
En esa etapa, los periódicos eran mejores en términos intelectuales. El periodista de hace 40 años se preocupaba de su formación profesional, un profesional que cuidaba su propio prestigio. Ahora no es que no haya excepciones muy dignas, pero ahora los periodistas cuidan sus bolsillos, en términos generales.
No alberga dudas cuando matiza: Los periodistas de mi generación fueron mejores, y siento nostalgia de ello. En aquellos tiempos también había corruptos, y ¡qué corruptos! Los que entonces éramos del SNPP en 1965, después de la guerra o a principios del 66, tuvimos que celebrar una asamblea para destituir la directiva porque le habían aceptado casas a Balaguer.
Esa degradación en el ejercicio periodístico contemporáneo, según Margarita, se corresponde con la degradación de la sociedad intelectual. Los periodistas son cada vez más analfabetos integrales. Dudo que esto se interprete como un elitismo, como una arrogancia mía. Eso me tiene sin cuidado.
Lo dice por su experiencia como ejecutiva de medios de comunicación. Tiene mucha experiencia en esa materia, y ha trabajado con muchos periodistas, algunos excelentes, otros buenos y una gran cantidad con muchísimas deficiencias.
He podido constatar esa degradación profesional, esa curva descendente, en ambos planos, en el ético y en el intelectual. Casi puedo describirlas en términos gráficos. Es penoso.
Como referencia, Margarita comenta que ante la baja calidad profesional de algunos reporteros, ejecutivos de medios (citó a Aníbal de Castro) patrocinaron intercambios con periodistas extranjeros, principalmente españoles. En ocasiones llegamos a lamentarnos de que la calidad profesional del periodismo dominicano la estábamos depositando casi en manos extranjeras.
Contaminan el ejercicio. Margarita refiere que funcionarios, legisladores y gente que no tiene formación periodística incursiona en la profesión, dirigiendo y participando en programas de radio y televisión, contaminando el ejercicio periodístico. Menciona los casos de Vicente Bengoa y Adriano Sánchez Roa.
Esos son identificables. Hay quienes los ven quizás por morbo. Pero ellos no son el problema. El problema son los otros, gente que en nombre del periodismo se ha enriquecido, sirviendo a intereses políticos corporativos o de cualquier otra índole.
Otro caso preocupante: la mayoría de los corresponsales de agencias extranjeras de noticias y cadenas de televisión son funcionarios del Gobierno. Incluso, Margarita cita el hecho de que la agencia EFE no le dio cobertura al movimiento del 4 por ciento para la educación.
Reverencias y enseñanzas
En su etapa inicial, Margarita Cordero trabajó con un grupo de periodistas exigentes. De cada uno de ellos aprendió algo distinto, y aun con toda la experiencia acumulada en el proceso, ella reconoce que todavía algunos de sus compañeros de labores le enseñan algo en esta profesión.
Recuerda, en el inicio de su pasantía periodística, a Moisés Blanco Genao, Eulalio Almonte Rubiera (Lalo), Bonaparte Gautreaux Piñeyro (K-bito), Manuel Severino, Nelson Sánchez, Miguel Hernández, los hermanos Silvio y Emilio Herasme Peña, Radhamés Gómez Pepín, Aníbal de Castro, Luis Acosta Tejada y Nóbel Alfonso.
Yo soy, como periodista, una amalgama de esos aprendizajes. Después de tantos años, cansada, tú no tienes ganas de traicionarte a tí misma. Entonces, sigues exigiendo, exigiendo, hasta que te salga una úlcera, o aunque haya días en que te deprimes.
En términos éticos, Margarita siente que ha liberalizado sus puntos de vista, no respecto a la ética, sino al cumplimiento de la ética.
Creo que cada quien es responsable de su propia conducta. Yo no puedo convertirme en perro guardián de la conducta de nadie. Desde luego, tengo la suficiente sagacidad como para darme cuenta de cuándo han querido meterme gato por liebre.
Experiencia profesional. Desde que se inició como pasante en Radio Comercial, Margarita ha transitado un largo trecho en los afanes periodísticos. Trabajó en Radio Cristal a mediados de los años 60, en el desaparecido periódico El Día que se editó en Santiago; en las revistas ¡Ahora! y Rumbo, en la llegó a la posición de directora ejecutiva.
Laboró en Uno+Uno, Teleantillas; miembro del Consejo Editorial. Asistente del director en Diario Libre; miembro del Consejo Directivo en representación de los consumidores en el Instituto Dominicano de las Telecomunicaciones (Indotel); y es directora ejecutiva de 7dias.com.do.
Añoranza periodística
Margarita Cordero, de 65 años, ha laborado en distintos medios de comunicación. De todos, guarda algún recuerdo. Pero siente nostalgia cuando habla del desaparecido matutino El Siglo. Ese periódico enseñó cátedras de excelencia en periodismo. Todos éramos dominicanos.
También había un proyecto. Había motivación, había todavía una voluntad, una necesidad de ejercer desde el punto de vista profesional con la mayor integridad posible, pero además nos gastamos un director como Bienvenido Álvarez Vega, quien no nos permitía otra cosa, y nos exigía mucho en términos de calidad profesional. Siento que eso se ha diluido, hasta casi perderse.