Reportaje
Cuatreros urbanos tienen en
zozobra a dueños de carretas

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ARISMENDY CALDERÓN
arismendy_ak47@hotmail.com
Desde que los cuatreros urbanos le robaron el quinto caballo, Antonio Pérez, de 57 años,  ha tenido tiempo de sobra para  meditar y arrepentirse de no haber aceptado las tentadoras ofertas que insistentemente le hicieron varias personas para  comprarle el animal. No era un jamelgo común y corriente, sino un potro joven, ágil y vigoroso por el que le ofrecían RD$17,000 y otro cuadrúpedo para tirar la vieja carreta en la que se gana la vida vendiendo tierra al pregón a hogares y jardinerías.

Pérez, a quien sus amigos cercanos llaman “Don Ramón”, ha sido una de las incontables víctimas de los cuatreros urbanos que se movilizan en las sombras de la noche para sustraer animales en zonas urbanas y periféricas de la ciudad de Santo  Domingo. Los caballos utilizados por vendedores ambulantes de tierra para jardinería, o de víveres y legumbres provenientes de los mercados, son el blanco perfecto para cometer este tipo de fechoría.

 “Los mañosos han acabado con mi vida. En tres años me han robado cinco caballos y tres carreteras. Estos mañosos me han dejado viejo, más pobre de lo que soy y sin fuerzas para trabajar”. Don Ramón ha seguido en sus faenas, con menor intensidad. Ha optado por reducir el horario de trabajo y por dejar el caballo que adquirió en un lugar seguro,  lejos del alcance de los ladrones.

Todos los animales han sido robados en horas nocturnas, en un área de solares baldios próximo a una cañada, en los alrededores del sector Los Ríos, donde la vigilancia policial es prácticamente nula.  La hierba y  matorrales que sirven de alimento a los caballos han ido desapareciendo lenta e inexorablemente  para cederle espacio a la acelerada construcción de edificios de apartamentos.

Los cuatreros urbanos no han dejado huellas. Los caballos robados desaparecen misteriosamente, sin dejar pistas, como tragados por la tierra. El mágico modus operandi de los pillos es un enigma que Don Ramón y otros vendedores ambulantes perjudicados quieren descifrar.

 “Son tan bárbaros estos mañosos, que uno de los caballos que me robaron yo le puse una cadena y un candado, pensando que así no se lo iban a llevar. Pero se lo llevaron como quiera, le cortaron la cadena y el candado con una segueta”

Don Ramón tiene una idea vaga del negocio con estos caballos robados en distintos sectores de la ciudad de Santo Domingo. El está convencido de que hay bandas organizadas que se dedican a esta actividad delictiva, y que participan dominicanos y haitianos que trasladan los animales robados a la zona fronteriza para ser vendidos a los haitianos a precios tres veces más altos que lo que cuestan. El precio de un caballo utilizado para tirar carreteras oscila entre  RD$3,500 y RD$8.000

 “Pero el potro que me robaron era de paso fino. Un diputado del PLD, que vivía enamorado de ese animal,  me ofreció RD$17,000 y un caballo más viejo de ñapa. Yo no quise hacer el negocio, y ahora me arrepiento. Dos o tres empleados del diputado me decian “véndaselo, véndaselo, véndalo y sáquenos lo de nosotros aparte”… A los tres días me robaron el fuñío caballo”.

Don Ramón se muestra parco cuando habla de los ladrones. Teme represalias, como es natural. Y aunque asegura no conocerlos, dice tener información de que los vándalos residen en un sector de la zona oriental de Santo Domingo.

 “Esos mañosos vienen del barrio El Tamarindo, de aquel lado del río. Ahí es que está la mata de los mañosos. Me han dicho algunos amigos que vaya para allá, que ahí han visto caballos de los míos, de los que me han robado. Pero yo no puedo ir para allá, porque si voy a reclamar, me picotean, me matan. Si voy, me sale un tíguere con un machete, un cuchillo o una pistola. Y me quita la vida. Mejor no voy”.

Zoom

El azote ADN

El lado oscuro de la pérdida de caballos en la ciudad de Santo Domingo es el acoso del ayuntamiento del  Distrito Nacional a los vendedores ambulantes. Hilario Félix es un ejemplo: de  38 animales que tenía, apenas le quedan ocho. El resto le ha sido incautado por el cabildo y, según denunció, llevados a una finca en Haras Nacionales, cerca de La Hacienda Estrella, donde son maltratados.

“Yo le quité uno de mis caballos a un carajito, por ahí, por Punta, en Villa,  cuando andaba corriendo”, precisa Félix, quien mostró un caballo herido en el cuello por un tiro de escopeta. Su comadre Rafaela de la Rosa (Joanni) se quejó de que el cabildo le ha incautardo en las calles cuatro caballos con sus respectivas carretas en distintos puntos de la capital.

Presas fáciles

El llamado Mercado Nuevo de la avenida Duarte, casi siempre abarrotado de gente, productos agrícolas, insalubridad e inmundicias, es un lugar clave para las operaciones de los cuatrenos urbanos. Las denuncias de robo de caballos son permanentes. Este mes, por ejemplo, se reportaron ocho casos. Igual que en otras ocasiones, los hurtos ocurren de noche.

José Aquino, a quien le nacieron los dientes en la zona del mercado, está al tanto de la situacion: “Aquí roban muchos caballos, de aquí se han llevado un viaje. Los ladrones vienen de noche y se los llevan pa’ otro lado, en guaguas, en camiones y los venden por ahí”. El joven de 20 años, residente en Villa Mella, cree que los cuatreros venden los animales a dueños de fincas o en la frontera haitiana. Su amigo Juan González, de Los Guaricanos, confirma “están robando muchos, muchos caballos de noche. Se los llevan en guaguas o camiones para Haiti”.

En el mercado se concentra un gran número de caballos utilizados en el transporte de productos agrícolas. Allí se alquilan con todo y carreta. Muchos propietarios son prestamistas y le hacen un combo  a los vendedores, prestándole hasta RD$5,000 pesos para que adquieran víveres, legumbres o cualquier otra mercancía para revender al pregón en las calles. En la tarde, el inquilino paga 500 pesos de interés, más el capital. Y todo el mundo feliz y contento.

A Domingo Severino, vendedor de ñame, yautía, plátanos y frutas, le  robaron el caballo y la carreta en Los Jardines del Norte. Lo amarró en un área verde un viernes, y cuando fue el lunes a buscarlo, encontró “el limpio”. Ahora, para mantener su negocio, carga su mercancía al hombro.

Los caballos son presas fáciles. En las noches, cuando terminan las agotadoras jornadas a que son sometidos por los vendedores en el transporte de productos en distintos sectores de la ciudad, los animales gozan del privilegio y derecho a comer y descansar unas horas. Todo se hace en la zona del mercado. La dieta básica es desperdicios de  repollos, cáscaras  de yuca, de plátano y otros alimentos que comen para sobreponer fuerzas.

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