REPORTAJE
Doña Bélgica feliz
en sus cien años

<STRONG>REPORTAJE<BR></STRONG>Doña Bélgica feliz <BR>en sus cien años

Arriba a los cien años de edad limpia de conciencia, imbuida de una serenidad que ilumina su rostro dulce, sin más achaque que la artritis que no la perturba porque “ni mata ni contagia”.

De ese siglo en que residió en casi todos los pueblos de la República por la posición de su esposo Emilio Ramón de Luna Pérez, quien además de secretario de Agricultura y de síndico del Distrito Nacional fue 27 veces gobernador provincial, lo que más ha llenado de orgullo su existencia digna son siete hijos modelos, sobresalientes en sus profesiones.

Los educó con rigidez y amor combinados, con el esfuerzo que representó haber sido una especie de primera dama de provincias que fue además ama de casa, demandada diseñadora, modista de alta costura que a su especial creatividad en la confección de ropa femenina agregaba el cultivo de exquisitas flores, el arte pictórico y la elaboración de piezas de cerámica.

Bélgica María Peguero Guerrero viuda De Luna, nacida en El Seibo el 28 de mayo de 1910, es tierna y templada mujer a la que han respetado los años. Hija de Pascual Peguero Ubiera y Rosario María Guerrero Gillette, apenas culminó los estudios con la profesora Heroína Constanzo en la escuela “Manuela Diez Jiménez” porque a los 17 años llegó a su natal como empleado de Correo el joven que conquistó su cariño y la llevó al altar el 31 de octubre de 1927. “Fue el mejor esposo”, dice lamentando su partida que ocurrió en 1972.

Procrearon siete hijos: Rafael Emilio De Luna, fallecido, que fue coronel del Ejército, agregado militar en Argentina y se distinguió por su valor en la guerra de abril. Elsa, que fue gobernadora de Dajabón; Ramón De Luna, destacado comunicador altamente reconocido en la radio del Cibao por sus programas  junto a su compañera Minucha y sus espacios de opinión; Clara Luz, ex gobernadora, ayudante civil del Presidente Balaguer, cónsul y embajadora.

También Emilio de Luna, ex administrador del Banco de Reservas y miembro de la Junta Monetaria; Osiris, administrador de empresas y funcionario, y Teresita, consagrada educadora.

Además de la satisfacción por la conducta recta en la sociedad, estos le han premiado con una descendencia de 28 nietos, 50 biznietos y cinco tataranietos.

“Vivo orgullosa de cómo son mis hijos: buenas amas de casas, buenos compañeros, han conservado los valores que les inculqué, tienen una formación cristiana muy sólida”, manifiesta complacida doña Bélgica pese a que agrega que “los castigaba y les daba cuando se portaban mal, aunque me doliera”.

Secretos de longevidad.  Está completamente sana y jamás ha sufrido caídas ni padecido diabetes, hipertensión ni amarguras, explica la admirable  Bélgica, célebre por sus trajes de gala para bodas, reinados, cumpleaños, los bordados “Richeliú”, las pedrerías y el “al matiz que parecía pintura”.

“Aquellos vestidos eran preciosos, de crespón de China, hilo, estopilla, organza… los hacía para mí y para mis hijas y la gente comenzó a encargármelos”, manifiesta indicando que el que lleva es su obra. Diseñó indumentarias singulares para  distinguidas seibanas como Amada Goico, las hermanas Morales, las Chaín, recuerda.

Emilio De Luna la mimaba y veneraba como a una reina, confiesa para justificar sus excelentes condiciones físicas y mentales, pese al siglo de vida. “No he tenido sufrimientos con mis hijos, soy muy religiosa y tengo mi capilla en mi casa, rezo mucho por todo el mundo, por la paz mundial, por el bienestar de la humanidad”, significa con tranquilidad que deja entrever  placidez en su espíritu.

Bélgica María es hermana de monseñor Raúl Peguero (el Hermano Antonio), son los únicos que quedan vivos y no sólo comparten vivienda sino misa, comunión diaria y unas reñidas partidas de dominó y brisca junto a su sobrina Bélgica Febles y a su prima Georgita, en la que la centenaria dama resulta indiscutible vencedora.

Siempre maquillada, calzada con tacos moderados y los labios invariablemente pintados, atribuye su longevidad a que no vive “molestándose por todo, no hago rabietas ni tengo días”. Además, evita a las personas murmuronas. “No se debe hablar mal de nadie, sólo acepto que hablen bien de los demás, chismear hace daño a quien lo practica”, exclama intransigente.

Rodeada de hijos, nietos, biznietos que la acarician  y profesan admiración, el encuentro discurre viendo álbumes de fotos familiares y comprobando las destrezas de Bélgica que aún borda y teje finos paños y vive con el deseo de coser, pues conserva su máquina eléctrica, “pero mi hermano no me deja”.

Indulgente, amable, complaciente, usa bastón y andador preventivos, para evitar caer, y es cuidadosa de su dieta: “Nada de arroz ni mucha grasa, consumo vegetales, avena y otros cereales, y todo siempre poco”. De la única manera que se transa con el arroz, cuenta, “es si es un locrio bien bueno de gallina”.

Devota, agradecida de Dios y del querer y el apego de tantos buenos familiares, esta madre ejemplar que ha sobrevivido a revueltas políticas, alzamientos y guerras desde los tiempos de Horacio Vásquez, sabe sacar tiempo para las ocurrencias. En días pasados, frente al espejo, comentó a Teresita, su hija menor: “Yo como que me veo unas arruguitas”. 

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