Reportaje
El pos trujillismo retrasa
la reforma Fuerzas Armadas

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MINERVA ISA Y ELADIO PICHARDO
m.isa@hoy.com.do
La arritmia mantenida por la milicia dominicana desde su fundación al nacer la República, se acentúa tras la caída de la tiranía de Rafael L. Trujillo al no iniciarse en 1961 el tránsito hacia la democracia a la par con la sociedad,  provocando una involución en las Fuerzas Armadas, que permanecieron ancladas en el pasado, fieles al despótico y sangriento régimen, preservando el encuadramiento y la mentalidad trujillista.

La reforma actual de las instituciones castrenses, más compleja por el anquilosante retraso aún no superado en 2008, debió producirse hace 47 años cuando no hubo más que cambios cosméticos: el paso a un trujillismo plural, al neotrujillismo balaguerista.

 Casi medio siglo de vigencia entre 1930 y 1978, dejando huellas profundas en los estamentos militares, lacerantes cicatrices en la sociedad civil que siguió padeciendo en el gobierno de los “doce años” la represión y el crimen, el encarcelamiento y tortura de los opositores.

El rezago de las FFAA es aún mayor. Sus arcaicas estructuras datan de la  invasión norteamericana de 1916, un  modelo que Trujillo no desmanteló  sino que articuló y expandió, fortaleciéndolo con un armamentismo desmedido del que quedan remanentes, viejo arsenal que comenzó a renovarse en el último decenio con millonarias inversiones y cuentas no siempre transparentes.

Entre 1961 y 1963, cuando debieron reorganizarse, crear un nuevo estatus para la profesión castrense y corregir las distorsiones de un aparato militar que ya no se correspondía con la nueva realidad nacional, las FFAA se quedan estáticas, contrario a lo ocurrido en Venezuela y Colombia, por ejemplo, donde el proceso de institucionalidad y profesionalidad de sus fuerzas armadas comenzó con la desaparición de sus respectivas dictaduras.

Con la muerte de Trujillo, no sólo se paralizó la evolución material de las fuerzas castrenses, sino que, de acuerdo con el general retirado José Miguel Soto Jiménez, se inició una involución porque a diferencia de esos dos países, la desaparición de la dictadura no la patrocinaron los militares, sino también porque no se originaron cambios generacionales, y ni siquiera en la tipología de los componentes de los mandos se suscitaron transformaciones significativas.

Ahora -dice el ex secretario de las FFAA- tenemos unas fuerzas castrenses que siguen organizadas para defender una dictadura  desaparecida hace más de 40 años. Aunque la dirección no es esa, pero la organización sí, y si se organiza una cosa para reprimir, la respuesta tiene que ser la misma porque la organizó para eso. Esa reingeniería es la que se ha estado implementando, pero no llega a ser lo suficientemente profunda para arribar a ese modelo que sirva al principal propósito de las FFAA en una democracia, que es servir de instrumento a la gobernabilidad.

Como la sociedad, las instituciones militares no son estáticas, tienen que evolucionar al mismo ritmo y acorde con los cambios en el ámbito donde operan. Eso no ocurrió, pese a que ya arrastraban el desfase de 1916 a 1961. No lo hicieron, y hoy, sometidas a una reforma en pos de la modernización y profesionalización, siguen a la zaga sin la debida reorganización y entrenamiento para enfrentar con efectividad los riesgos y amenazas que acechan dentro del nuevo orden, de la mundialización.

No sólo se quedaron en la retaguardia, también en el curso de los siguientes decenios se produjeron distorsiones, el inicio de la proliferación de los generales que en el  gobierno de Joaquín Balaguer, de 1966 a 1978, pasan de 7 a 56. Más de medio centenar que exacerbaron el encono popular con su protagonismo en la represión y los crímenes, la corrupción y voracidad desmedida en la apropiación de bienes del Estado. Un clan que entronizó vicios que en mayor o menor grado han replicado muchos de sus sucesores, aunque practicados con más refinamiento, con estilos distintos. 

Causas del rezago.    La gran reforma militar para la democracia -expresa Soto Jiménez- debió surgir en 1961 con la muerte de Trujillo. No se produjo por dos razones básicas. Primero, la influencia de los norteamericanos, que articularon las fuerzas armadas dominicanas para enfrentar el  caso de Cuba, la amenaza era ahora el peligro comunista.  A seguidas agrega:  

–Creo que tras la muerte del dictador hubo  un gran acuerdo tácito entre la clase dominante, de los poderes fácticos, la Iglesia Católica, la oligarquía, las FFAA y el poder extranjero  se repartieron el país. Las FFAA, ese coto cerrado que era dominado por un hombre, fue controlado   por cinco o seis trujillistas que se repartieron el poder militar de Trujillo. Los norteamericanos acondicionaron ese trujillismo plural para enfrentar sus amenazas, no las nuestras.

–Esa transición imperfecta la dirige el doctor Balaguer, que descabeza el trujillismo, las principales figuras militares del trujillato, una decapitación aparente para que afloraran los individuos de segundo término, trujillistas también. 

No hubo un cambio, sino un tránsito de un trujillismo unipersonal a un trujillismo plural, el esquema siguió igual.

Las claves

Descontento militar

   La victoria electoral del profesor Juan Bosch trajo el descontento militares por los intereses que afectaba,  temían un replanteamiento de las fuerzas castrenses. Al asumir el poder,  encontró unas FFAA sin vocación democrática, desarraigadas de la realidad política,  y con  una fuerte ascendencia en las clases conservadoras. El cuartelazo que lo derrocó  deterioró  más la corroída imagen militar.

Aunque con antecedentes en 1978 y 1983, la reforma de las Fuerzas Armadas se reformula  en 1996 enmarcada en los planes de   modernización del Estado,  comienza  a planificarse y a identificar sus fortalezas y debilidades.

Ex presidentes

Rafael L. Trujillo
1930-1961

El fantasma de Trujillo siguió rondando en las Fuerzas Armadas tras  su ajusticiamiento, al quedarse ancladas en el pasado.

Joaquín Balaguer
1966-1978 1986-1994

Balaguer apenas maquilló el trujillismo, manteniendo el autorita- rismo que había sobrevi vido desde 1930. Un fenómeno acondicionante que acentuó la  arritmia.

Antonio Guzmán
1978-1982

Guzmán se propuso sacar la política de los cuarteles, iniciando la real transición democrática, origen de un proceso de  reforma con  avances y retrocesos.

Salvador Jorge Blanco
1982-1986

En el gobierno de  Jorge Blanco se creó el Instituto Militar de Educación Superior, impulsando la   profesionalización de las FFAA.

Politización del modelo trujillista

El   gobierno  balaguerista, 1966-1978, con sus “incontrolables” y la “Banda Colorá”, aplicó el mismo esquema jurídico-político que sirvió de soporte a la tiranía. Fue una extensión del modelo trujillista de dominación adaptado a los nuevos tiempos, una tímida expresión de la democracia con un  severo trasfondo autoritario. Como político pragmático, Balaguer se dio cuenta que no podría gobernar el país sin las Fuerzas Armadas trujillistas, por lo que decidió utilizarlas para que respondieran a sus propósitos.

Las dividió en clanes rivales al interior de las Fuerzas Armadas y la Policía, una estrategia para su propia conveniencia, las cuales se politizan, entronizan el crimen y la corrupción. Les toleró muchas de las acciones criminales, para consolidar su férreo régimen. 

Los cambios en las   FFAA surgen en 1978, cuando el presidente Antonio Guzmán  puso en retiro 20 generales  y un centenar de  coroneles, mayores y capitanes, iniciando la transición de la larga fase de autoritarismo que había sobrevivido desde 1930 a una democracia participativa.

Esa apertura democrática que comenzó a restaurar la imagen de las FFAA, prosigue en la gestión de Salvador Jorge  Blanco, se refuerza en 1983 al crearse el Instituto Militar de Educación Superior, aunque sufre un retrocede en ese gobierno y cae en un punto muerto al retornar Balaguer  en 1986.

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