REPORTAJE
El repartidor de medicinas de  1965

<STRONG>REPORTAJE<BR></STRONG>El repartidor de medicinas de  1965

En su automóvil repleto de antibióticos y otras medicinas salvaba el “corredor” que dividía los dos bandos en pugna, procuraba autorización de los “USA Marines”, cruzaba la zona constitucionalista y viajaba sensible, conmovido, solidario, desafiando combates y explosiones para llevar a hospitales y clínicas los valiosos antídotos que salvaron innumerables vidas.

Gerhard Straub, afable y polifacético alemán que vivió en Santo Domingo desde 1963 hasta 1971 como director de la multinacional “Farbwerke Hoechst”, tiene registrado el traumático acontecimiento de abril en sus apuntes, su lúcida memoria y en fotos de la ciudad en guerra que capturó su cámara.

 “No había medicamentos ni material de vendaje dado que todas las representaciones de fabricantes farmacéuticos habían cesado sus labores. Reuní el equipo de visitadores, les dije lo que haríamos y los acompañé en su trabajo. Uno de nuestros empleados pasaba a nuestra oficina, en la calle “Arzobispo Meriño” para recoger las muestras médicas y cargarlas en mi carro”, relata Gerhard, enfrentado entonces al precario suministro de gasolina que le obligaba a “absorber hasta un mínimo resto para llegar a casa”.

Está jubilado en Bonn junto a su esposa Josiane, la “lindísima” arpista francesa que conoció en Bellas Artes en un concierto de la Sinfónica. Con la artista, que también fue profesora del Conservatorio Nacional de Música, casó aquí hace 45 años. En el Distrito nació el primer hijo, Christian, que según el padre “está muy contento de tener la nacionalidad dominicana”. Los otros dos vástagos de la aún enamorada pareja son Marc, de 34 años y Nicolás, de 37. Christian cumplió 44.

La revolución de 1965 es tan extensa en la narración de Gerhard como la descripción de sus  diferentes domicilios en la capital dominicana, las referencias a Juan Bosch en cuya casa vivió cuando éste se fue al exilio tras el Golpe de Estado, sus entretenimientos y amigos y los ex discípulos de Josiane, “algunos abuelos”, que visitan en cada viaje.

De su experiencia en abril refiere: “Cuando la situación se normalizó los médicos agradecían a nuestros visitadores médicos una y otra vez con este comentario: “Ustedes no nos abandonaron en los días difíciles, por eso en nuestras recetas pensaremos primero en sus productos”. Afirma que con este deseo y por la excelente calidad de sus marcas “dejamos atrás a mucha concurrencia farmacéutica de los Estados Unidos y Europa. Cuando me ausenté de la República, en 1971, Hoechst se había colocado en el primer lugar del mercado dominicano, según el IMS (International Market Studies).

“Juan, no vayas tan rápido”  Este sencillo germano que escribe y habla perfectamente el castellano, no sólo porque vivió en México y Santo Domingo sino porque estudió economía internacional en España, donde dobló al actor mexicano Gustavo Rojo en escenas de esgrima para el filme “La tirana”. “Barcelona fue mi puerta al mundo.

En 1958 gané el campeonato de esgrima de Cataluña. El título “Campeón de florete” influyó al muy famoso director de cinema Juan de Orduña” para contratarlo para la actuación. Straub amaba y practicaba natación y atletismo pero su pasión era esgrima, en que se empleó desde los 14 años, recibiendo numerosos trofeos.

Aquí no había un club donde practicarlo por lo que aprovechaba sus viajes para colocarse la máscara y esgrimir la espada en el arte en el que recibió clases con un experto maestro en armas de su Patria.

Nació en Welzheim, ciudad de Stuttgart en el Sur de Alemania, hijo de Ana Neuffer de Straub y Wilheim Straub, gerente de una casa editorial, fallecido en 1944 a causa de heridas recibidas en un ataque aéreo sobre Stuttgart, en la Segunda Guerra Mundial.

Graduado de bachiller, Gerhard se entrenó en una compañía de maquinarias industriales. En España trabajó en una industria química, fue profesor de alemán e inglés y traductor para pagar sus estudios universitarios. Luego de tres años en la “Madre Patria” fue empleado de Boehringer Ingelheim hasta 1963 cuando vino y encontró “el desorden total” que causó el derrocamiento de Bosch. Vivió en el hotel Hispaniola y  su tercer domicilio fue en “El Golfito” desde donde se desplazaba a pescar y bucear en su tiempo libre.

Sobre su segunda residencia en la capital cuenta que decidió abandonar el Hispaniola luego de la explosión de una bomba “en la noche vieja de 1963”, lo que le impulsó a intensificar la búsqueda de apartamento. Este anuncio del periódico “El Caribe” le atrajo: “Beautifully furnished apartment, air conditioned in a house with seaside view”.

Encontró a una dama que se alegró de ese inquilino alemán pues debía ausentarse a Puerto Rico y dejar a sus padres. “Sólo cuando me había mudado me di cuenta que esa señora era la cuñada de Juan Bosch y sus papás los suegros del ex presidente”.

Agrega que “en vista del desorden general, el gobierno provisional había decretado el toque de queda desde las 10 de la noche hasta las seis de la mañana. Como no se podía salir, pasé muchas horas con el suegro de Juan Bosch en la azotea. Este hombre simpático siempre tenía una pequeña radio en su oído y escuchaba las noticias de Cuba y me repetía sus consejos que había dado a su hijo político: “Juan, no vayas tan rápido con la democratización de este país.

El pueblo no está preparado para esto todavía. Pero él no me quería escuchar y ya ve  qué le  ha pasado”.

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