REPORTAJE
Jeannette Miller: una 
vida para las letras

<STRONG>REPORTAJE<BR></STRONG>Jeannette Miller: una  <BR>vida para las letras

¿Cómo te recuerdas en la   infancia y cómo se manifestaba eso de tener un padre poeta y conocer a los personajes que escribían los libros en persona? Visto desde hoy, ¿cuánto te marcó?  Mis recuerdos de infancia son de suma felicidad. Tuve la suerte de crecer en medio de una familia donde el arte, la literatura, la música eran los temas y actividades cotidianos.

Mi abuela paterna, Julieta Otero, fue, quizás la mejor y más  completa voz operática, que tuvo nuestro país. Y mi padre, Freddy Miller, era un apasionado de los libros y de la escritura. Pero no sólo ellos, sino mis tías abuelas tocaban el piano, hablaban de obras literarias, y la menor, Genoveva, era una cuentista oral de primera. Si a ese ambiente sumo la orientación  del filósofo Juan  Francisco (Tongo) Sánchez, quien era el Decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Santo Domingo, hoy Universidad Autónoma, y quien me introdujo a las tertulias, donde siendo yo casi una niña compartí con los poetas Franklyn Mieses Burgos, Manuel Rueda y con pintores como Gilberto Hernández Ortega… tendría que concluir que mis recuerdos de niñez son de plenitud y felicidad, en la que el contacto con la literatura y el arte alimentó mi temprana vocación por la escritura.

Si la escritura nació como una necesidad de sacar el dolor que te produjo la muerte de tu padre, que pudiste superar, ¿qué otras cosas te han motivado a hacer de tu vida una obra literaria?  Antes de la muerte de mi padre ya yo escribía, pero  como cualquier adolescente, como una necesidad de plasmar emociones. A partir de su desaparición el 5 de mayo de 1959, esa necesidad se convirtió en convulsión y el encuentro con el poeta Miguel Alfonseca y el pintor José Ramírez Conde, me ayudó a tomar conciencia de que la palabra podía ser un arma. Entonces comencé a escribir y a publicar poemas que aludían a los crímenes y a la injusticia.

Y podría afirmar que, bajo distintas variables, esas motivaciones de denunciar el dolor de los otros y mi propio dolor, subyace en todo lo que hago, principalmente en mi obra literaria (poesía, cuento, novela, ensayo). Creo que todo ese maremágnum de vivencias a lo largo de un período histórico lleno de altibajos como fueron las décadas del ‘60 y el ‘70, me hicieron tomar conciencia de que mi vida era  la escritura y la docencia, formas de trasmitir lo poco que había aprendido y fuentes  de conocimiento y acercamiento a lo que éramos y somos. Además y principalmente, era la garantía de compartir los dones que Dios me había regalado con los demás.

¿Estás conforme con que se te agrupe en una generación literaria, la del ‘60?  No sólo conforme, sino sumamente orgullosa.  Los escritores que surgen e interactúan durante el marco de época delimitado por el ajusticiamiento de Trujillo (1961) y la Revolución de Abril (1965) son los que componen la llamada Generación del ‘60, también denominada Promoción del ‘60 por algunos críticos literarios, ellos fueron, entre otros: Miguel Alfonseca, Antonio Lockward,  Juan José Ayuso, Grey Coiscou,  Jacques Viau,   Jeannette Miller,   Héctor Dotel ,  Rafael Añez Bergés, René del Risco, Iván García,  Armando Almánzar Rodríguez ,  Efraín Castillo, Arnulfo Soto (Miñín);   y dos escritores integrados de la década de 1950: Marcio Veloz Maggiolo   y Ramón Francisco   La mayoría perteneció a Arte y Liberación (1962), al Frente Cultural (1965) y al grupo El Puño (1967).

No tienes imagen de que corres tras los premios y reconocimientos, ¿qué sientes al recibirlos y sobre todo el más importante de las letras dominicanas?  Nunca he corrido detrás de premios y reconocimientos, y creo que todo el que me conoce lo sabe. Y aunque vivo agradecida  por los que se me han asignado,  en especial, ahora, el Premio Nacional de Literatura que otorga la Fundación Corripio, estoy convencida de  que son regalos de Dios en un momento dado, probablemente para que el galardonado  continúe con su trabajo literario.  Por eso le pido a Dios que me permita tener siempre presente que el mérito y la gloria son suyos, y que yo sólo soy su instrumento.

Si tuvieras que hablar de corrientes literarias, de escritores o de géneros que te ayudaron a conformar tu gusto por la lectura y tu estética literaria, ¿a quiénes mencionarías?   Voy a mencionarte a muchos y distintos escritores, tanto nacionales como extranjeros, la mayoría representativos de géneros y corrientes de distintas épocas. Entre ellos: Marcel Proust, Fedor Dostoievski, Juan Rulfo,  Gabriel García Márquez, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Jaime Sabines, Rosario Castellanos, Altagracia Saviñón, Franklyn Mieses Burgos, Juan Bosch, la Biblia… y me quedo corta.

En una patria tan machista y melómana, escribir “A mí no me gustan los boleros”, ¿fue una provocación programada?  Imposible. Esa no es mi actitud al escribir. El título del libro corresponde al título de uno de los cuentos, y me pareció llamativo, porque ¿a quién no le gustan los boleros? Nunca pensé que a ese título le iban a dar tantas interpretaciones, lo que a la larga favoreció la difusión. Sin embargo, ese pequeño tomo de cuentos que trata los problemas sentimentales y de incomunicación y soledad que vive un buen grupo de mujeres en la sociedad  actual; también trata temas sociales, políticos y de identidad, como La verdadera historia de Juan Ozama, Dignidad, Mulato y Como cuando mataron a Beatriz… 

Además de ser una  fiesta del lenguaje, como ha sido descrita “La Vida es otra cosa” ¿qué significado cumple para ti que te sientes realizada en ella?  Mi preferencia por la novela La vida es otra cosa se explica en que creo que en ella se retrata, en sus distintas modalidades y consecuencias, ese fantasma social que ha cruzado nuestro siglo XX y continúa hasta hoy: la impunidad. Con ese eje central, la novela recorre, a través de las vivencias de los personajes principales, los entornos sociales e históricos desde la primera intervención norteamericana hasta fines del siglo XX, y desde luego, aparecen desde los abusos de los invasores, hasta los crímenes de Trujillo, el tráfico de haitianos, la droga, los viajes en yola, y muchos otros males que han venido afectando nuestro país, pero sin olvidar la parte buena del dominicano que nos permite seguir teniendo esperanza.

Si alguien quiere saber quien es Jeannette Miller, ¿debe buscarla en sus obras?  En muy pocas ocasiones me proyecto de manera personal en lo que escribo. Sin embargo hay un poema que se titula Yografía, que resulta ser una autodefinición para el tiempo en que fue escrito (inicio de los ‘80) y un cuento, La Gorda, que también tiene rasgos autobiográficos.

¿Qué tanto te han abordado y felicitado después del Premio Nacional de Literatura? ¿Qué es lo que más te ha impactado de lo que te han dicho?  Bueno. Nunca imaginé que tantas personas se harían eco de la premiación y juzgo por la proporción en que me han llamado y escrito. Desde grandes personalidades hasta los estudiantes más humildes, que nunca he dejado de guardar en mi corazón; incluso personas en la calle que hacen que los ojos se me llenen de lágrimas. La frase que me repiten es ¡Felicidades! ¡Muy merecido desde hace tiempo!

Dices que te dedicarás a escribir con más esperanza después de este reconocimiento, ¿qué planes tienes?  Indiscutiblemente que un reconocimiento de ese tipo conlleva el compromiso de seguir escribiendo. Entre mis proyectos inmediatos se encuentra una novela que ya he titulado Cuestión de piel y que casi está lista, un libro de poemas y otro de ensayos sobre escritores y escritoras nacionales.

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