TIJUANA, México. AP. Héctor Rodríguez Estrada tenía la sensación de que él sería el próximo en caer tirturado y asesinado. Su jefe fue asesinado a golpes y su cuerpo fue tirado en un lote vacío: le arrancaron los dientes y las uñas. Luego apareció en un terreno de fútbol el cadáver decapitado de otro vendedor: la cabeza estaba junto al cuerpo.
Rodríguez, de 30 años, se cuidaba. Sabía que sus enemigos sólo lo atraparían si lo sorprendían dormido o drogado. El temor, sin embargo, hizo que este adicto a la anfetamina, que vendía drogas en un barrio del sector oriental de Tijuana, se sintiese más nervioso todavía. Sentía que algo le iba a pasar, relata su madre, María de la Luz Estrada. Razones no le faltaban.
Se habla mucho de la guerra entre los carteles de las drogas por las mejores rutas para hacer llegar la mercancía a Estados Unidos, pero un elemento que adquiere cada vez mayor importancia es la batalla que se libra diariamente en las calles por el creciente mercado de consumidores mexicanos.
En esa batalla, los vendedores como Rodríguez, que el gobierno describe como narcomenudistas, corren gran peligro de ser asesinados. Los vendedores son un blanco fácil para las bandas que quieren ampliar su área de operaciones, pues se los encuentra en las esquinas sin guardaespaldas ni vehículos blindados. Los narcomenudistas figuran prominentemente entre las 10,800 personas que murieron en incidentes relacionados con el narcotráfico desde que el presidente Felipe Calderón declaró una guerra abierta contra los carteles en 2006, especialmente en las ciudades fronterizas con Estados Unidos, donde se registran las batallas más sangrientas. En Tijuana, el 90% de los muertos son vendedores callejeros, según las autoridades. Es un fenómeno parecido al de la guerra entre pandillas en Estados Unidos, indicó Rafael Reyes, director de las operaciones del Departamento Estadounidense Antidrogas (DEA, por sus siglas en inglés) en México y Centroamérica. Tienes a los Bloods y los Crips que se pelean por áreas de influencia, manifestó. Rodríguez era el tercero de cuatro hijos de una familia pobre de Tijuana.
Su madre vende ropa en la calle. Su padre padece trastornos mentales. Trabajó en Estados Unidos, pero envió muy poco dinero a su casa.
Las claves
Julián Leyzaola, secretario de Seguridad Pública
Los vendedores callejeros cobran unos 20 dólares diarios si venden 100 dosis de metanfetaminas.
Raymundo Reyna
Sus ingresos son atractivos si se tiene en cuenta que en esos barrios un albañil gana 5 dólares al día y un obrero 60 a la semana.