Reportaje
Notable experta en migración española

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Escritores que han publicado obras sobre la presencia española en República Dominicana le agradecen, dedican sus libros, dan crédito a una labor que inició desde que su profesor de Historia de España le preguntó por qué, siendo hija de un exiliado de la Guerra Civil, no trabajaba ese tema.  Su nombre está en los créditos de catálogos mundiales y locales.

Cronistas, sociólogos, politólogos, bibliotecólogos, demógrafos, la consultan y reconocen en volúmenes como el que publicó el cubano Salvador Morales sobre el gallego José Almoina; Juliá Guillamon la inmortalizó en “El día Revolt” al igual que infinidad de estudiosos de esa inmigración que sostienen contacto con ella para consultarla, intercambiar novedades o aportarle revelaciones de este tópico que se ha convertido en pasión de la acuciosa catedrática e investigadora del ayer.  Natalia González Tejera es la experta de ese exilio del que habla con orgullo a veces matizado de dolores y nostalgia porque muchos han sido olvidados a pesar de sus valiosos aportes, y otros ni siquiera se mencionan porque no fueron artistas, intelectuales, funcionarios o literatos de grandes vuelos.

Participó como documentalista de dos grandes exposiciones: “Literatura Catalana del exilio”, muestra itinerante llevada a Chile, México, Cuba y exhibida en Santo Domingo. Juliá Guillamon le envió sus notas y ella revisó, corrigió, anotó, agregó datos.

En la otra, “Más fuerte que la muerte”, aún expuesta en el Archivo General de la Nación, también realizó el trabajo de documentación, hizo observaciones sobre la estructura, el orden cronológico, el valor de que primara la parte humana y social sobre la artística. Proporcionó papeles de su abuela madrileña, fotos de padre y abuelo, fichas de salida, formularios de evacuación. “La exposición completa tiene textos míos, fruto de un profundo trabajo de investigación que se publicó en la revista Clío”, órgano de la Academia Dominicana de la Historia, comenta González.

Los inmigrantes

Tiene un rico archivo sobre los refugiados republicanos en República Dominicana pero no necesita acudir a notas, actas, informes, para tratar cualquier aspecto de este contingente tan numeroso que tuvo colonia en El Seibo (Pedro Sánchez), clubes (Hispano-Dominicano), periódicos, escuelas, Liga de Mutilados de la Guerra Civil Española.  Conoce los apellidos de todos, desde que comenzaron a llegar a partir del siete de noviembre de 1939 en las embarcaciones “Flandre”, “Saint Domingue”, “La Salle”, “Cuba”, en una de las cuales vino su padre, Manuel González, a los 16 años, sus tías María Dolores y Margarita González y su abuela María Aurora Burell. Conserva amistad con los sobrevivientes y con casi todos los hijos de estos grupos, tanto de los que se fueron como de los que hicieron de la República su Patria.

Para formar este acervo, la dedicada académica ha peinado fichas, formularios de residencias, informes de llegadas de esos barcos, colecciones de leyes que se crearon para darles acogida, fondos de la secretaría de Interior y Policía para estudiar permisos de estadía y los del Palacio Nacional trasladados al Archivo así como todos los periódicos de la época que le permitieron descubrir divisiones entre estos extranjeros, el momento en que Trujillo decidió no recibirlos, sus contrariedades y la vigencia aquí de los partidos políticos españoles porque casi ninguno dejó en la Madre Patria sus simpatías partidarias.

Natalia González se nutrió, además, de testimonios orales de españoles ancianos, pero lúcidos, y de una extensa entrevista inédita que le concedió su padre al historiador Francisco Alberto Henríquez Vásquez “Chito”. Onativia, Arambillet, SERE (Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles), JARE (Junta de Auxilio a Refugiados Españoles), Iñaki Anasagasti (Senador por Vizcaya), Iñaki Goigana (Archivero de la Fundación Sabino Arana), Juan Bernardo Alfonseca Giner de los Ríos, Consuelo Naranjo Orovio, historiadora española, son instituciones presentes en sus relatos y nombres y apellidos de otros foráneos que le han prestado colaboraciones tan valiosas como las que ha recibido de Roberto y Constancio Cassá, Raymundo González, Emilio Cordero, María Ugarte, Lili Bernardo Quiroz, Monserrat y María Rosa Pratts, Carmenchu Brusiloff, entre otros.

En sus múltiples gavetas no hay sólo artistas. Registra panaderos, zapateros, periodistas, mecánicos, comerciantes, modistos, profesores, ingenieros, mecánicos, agricultores, tejedores, conserveros, electricistas, mineros, litógrafos, encuadernadores, tabaqueros, albañiles, peluqueras, perfumistas, cocineros, maestros de obras y una inmensidad de apellidos ignorados.

Cada uno ha sido estudiado con minuciosidad por Natalia González en tiempo compartido con su esposo Marco Javier, sus hijas Mariana y Carla, sus cátedras en la UASD, UTESA o la labor de Coordinadora de Educación Media en Escuela Nueva.

La motivó la convicción de que estos inmigrantes son “un grupo que había sido olvidado. Sólo se han dedicado a hablar de los filósofos, artistas, los de las bellas artes y el teatro, pero he encontrados muchos analfabetos, gente del pueblo que vino sólo con lo puesto, sin un centavo. Mi trabajo quiere elevarlos, recordar esa gente que vino prácticamente por toda la vida, dejaron una descendencia, amaron la tierra que los acogió. Luis Florén Lozán, por ejemplo, fue quien formó a todos los bibliotecarios de esa época. ¿Quién lo recuerda?…”

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