Religiosos católicos y de la iglesia evangélica Bautista motivaron acciones de solidaridad mediante atenciones a los pacientes haitianos operados en los hospitales dominicanos hasta que fueron dados de alta.
Más de 70 haitianos que sobrevivieron al terremoto de 7.0 que afectó a su país el 12 de enero han sido atendidos por los frailes y padres capuchinos del sector Mandinga, en el municipio Santo Domingo Este.
Fray Abel Nael asiste de manera entusiasta a 34 de ellos, quienes se recuperan y manifiestan su deseo de reponerse en condiciones que les permitan retornar a su país.
La orden de los Capuchinos de Francisco de Asís ha logrado coordinar los esfuerzos de los propios haitianos que, curados ya, se integran a labores como la limpieza, la cocina y el servicio de los alimentos.
Ellos se han integrado al trabajo solidario y desean recuperarse para volver a Haití, dijo el fraile Capuchino, acompañado del sacerdote Kelvin Acevedo, que trabaja para que a los enfermos en recuperación nada les falte.
No todos los haitianos acogidos en El Hogar de la Orden franciscana son católicos, pues la mayoría pertenece a las denominaciones evangélica y bautista. A la capilla van solo los católicos, y los demás oran en sus habitaciones, actitud que se les respeta, pues están allí no solo para cultos, sino también para recuperarse, dijo el sacerdote Acevedo.
En Mandinga. Al Hogar, ubicado en el sector Mandinga, a la altura del kilómetro 8 y medio de la carretera Mella, acuden miembros de la comunidad cristiana para aliviar a los enfermos con sus visitas y llevarles donativos.
De 34 personas que permanecen en el refugio, ocho son hombres. De eso, algunos sufrieron fracturas de pelvis y de otras partes, y otros amputaciones.
En el refugio, los pacientes están acompañados de familiares, entre ellos hijos, esposos, hermanos e incluso vecinos que les ayudan en el proceso de recuperación.
Están deseosos de regresar, insiste el fraile, quien pasa por cada habitación saludando a sus hermanos de nacionalidad de manera cariñosa. -¿Cómo están?, pregunta- mientras toca los dedos, la frente o los brazos de los enfermos.
La Orden religiosa ha estimulado las recaudaciones con las que son comprados los alimentos y mantenida la higiene del refugio.
Faltan voluntarios. Aquí, la labor descansa en los propios haitianos y la Orden religiosa. Mientras unas mujeres ayudan a organizar las camas, otras cocinan los alimentos del día y, las demás, limpian o administran los medicamentos.
Dos personas que estaban en el hogar del cantante Rubby Pérez fueron traídas al refugio de Los Capuchinos, porque el hogar de los bautistas en el sector Villa Carmen fue cerrado. Solo sigue abierto éste y el de las religiosas ubicadas en el ensanche Isabelita.
Aunque los enfermos haitianos no están ya en el primer plano de los medios de comunicación, los voluntarios que hacen labores humanitarias y médicas permanecen en los refugios asistiendo a los sobrevivientes del temblor.
Las mujeres y niñas que han sido dadas de alta del hospital Darío Contreras ahora están en tres refugios atendidos por religiosas y voluntarios de la Iglesia Católica.
Al ver tanto sufrimiento en estos haitianos, creo que me he humanizado más, manifestó un fornido hombre que trabaja para el ex jugador de grandes ligas.
En nombre de la solidaridad. En el hogar del cantante Rubby Pérez, permanecen ingresados ocho haitianos, a quienes la gente lleva todavía todo tipo de ayuda. Los haitianos que han sido dados de alta son llevados a su país por un equipo que trabaja para el artista y el pelotero Nelly Pérez. Al volver a su patria, los haitianos se marchan con ropa, alimentos y medicamentos. Alrededor de 50 niñas y mujeres haitianas permanecen en los tres refugios ubicados en el municipio Santo Domingo Este. En el que está ubicado en Las Américas, el requerimiento mayor es medicamentos, dinero y material gastable.
Aquí, la mayoría de mujeres tienen necesidad de cirugías reconstructivas y son examinadas por el doctor Guarda Ubiñas, médico del hospital Darío Contreras, informó una religiosa que curaba de las heridas a una adolescente.
La vida sigue. En los albergues de mujeres la vida sigue a pesar de la tragedia. Ellas, como es costumbre, lubrican sus manos con crema, revisan y limpian sus uñas y se tejen el pelo en forma de trenza. En sus camas y mesitas de noche, estas mujeres, que ahora son discapacitadas parciales de algunos de sus miembros, también juegan a las cartas.
Las personas que se restablecen en los refugios ya no están aisladas, pues han restablecido el contacto con sus familiares.
Se les puede ver sonrientes en conversaciones telefónicas con sus familiares por medio de celulares. Voluntarios de comunidades cristianas les llevan a diario palabras de esperanzas y, de lo terrenal, alimentos, frutas y juguetes.
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La sonrisa volvió a los niños haitianos
Esta pequeña, que a principios solo lloraba y que ahora juega, permanece en el hogar Vida y Esperanza, ubicado en la carretera Sánchez, kilómetro 11 y medio.
Para los sicólogos y terapeutas que atienden a los niños que están en el Hogar Vida y Esperanza, el juego, la alimentación y la cura de todas las heridas es la principal tarea. En este centro se necesita dinero y enfermeras.
Nadie creería que este niño, a quien vemos soriente y juguetón con todos los visitantes, sobreviviría después de que un block casi le aplastó la cabeza durante el terremoto que destruyó a Puerto Príncipe, Haití.
La solidaridad ha devuelto sonrisas
La sonrisa ha vuelto a los rostros de los ciudadanos haitianos que reciben atención en los hospitales de Santo Domingo, Azua, Santiago, Jimaní, Neiba y Barahona.
Los hogares o refugios están ubicados en el Ensanche Isabelita, Villa Carmen, en la avenida Mella y Alma Rosa.
Necesidades.
Las personas siguen donando, pero las necesidades de la población haitiana que está en los refugios son cada vez mayores. Algunos se entristecen cuando llega la hora de irse, mientras otros desean la llegada del momento para retornar a su patria.
El padre Manuel Ruiz ccoordina acciones de solidaridad para esta población. Los niños lo miman como a un padre, pero lo propio sucede con las personas que todavía permanecen en la casa de Los Capuchinos.
Las mujeres haitianas que están en el Ensanche Isabelita también han sido integradas por las religiosas a las labores comunitarias.
Las que se recuperan ayudan a barrer, limpian y peinan a sus compatriotas. Religiosas que están identificadas con el dolor humano curan a niñas con piernas maltratadas por los golpes que padecieron durante el terremoto que destruyó una parte considerable de la capital haitiana.
La iniciativa de los refugios nació cuando los hospitales terminaban su proceso de cura y los pacientes no cabían en las áreas.