Reportaje
Santo Domingo tiene en sus barrios marginados réplicas del “pequeño Haití”

<STRONG>Reportaje<BR></STRONG>Santo Domingo tiene en sus barrios marginados réplicas del “pequeño Haití”

Salen por la puerta y  entran por la ventana.  La presencia de haitianos indocumentados en sectores marginados de la provincia Santo  Domingo es cada vez más notoria. Allí conviven, hacinados y sin los más elementales servicios sanitarios, con familias dominicanas que, igualmente,  subsisten en condiciones infrahumanas.

La luz preventiva del semáforo alerta a los conductores. Tres hileras de vehículos aminoran la marcha hasta detenerse. Una multitud de vendedores, 32 en total,  se abalanza sobre los ocupantes de los automóviles privados, guaguas voladoras, yipetas y autobuses del transporte público. Todos ofertan variadas mercancías: caña de azúcar en bolsitas plásticas, limoncillos, esquimais, maní tostado, dulces, galletas, tarjetas de llamadas, frutas, jugos, y agua en funditas. Hay de todo para escoger.

De los 32 vendedores, 25 son haitianos, hombres y mujeres. Todos jóvenes, con menos de 30 años. Sólo siete son dominicanos. No hay conflictos. Las ventas de mercancías a los conductores y pasajeros en las concurridas intersecciones es una  modalidad que se incrementa en la medida en que miles de vecinos que buscan mejores oportunidades de vida ingresan ilegalmente al país a través de la frontera.

Del grupo de vendedores, “Ana” es de las haitianas más activas. Tiene 28 años. No pronuncia bien el castellano, pero se las ingenia para vender. “Compla algo a mi, papa, ayúdame con algo”. Es una frase que aprendió de  memoria en las calles de Santo Domingo desde que hace casi dos años vino de Haití. Tiene dos hijas que alimentar, y paga parte del alquiler de un cuartucho que comparte con una compatriota a  orillas de una cañada en el paupérrimo barrio La 800, entre Los Ríos y Arroyo Hondo.

 “¿Qué tú plegunta tanto? ¿Tú ele policia? A mí no me pregunta nᅔ La mujer se muestra desconfiada, arisca. Definitivamente no le agrada que extraños hurguen en su vida personal. Otros vendedores callejeros que la conocen ofrecen informaciones incompletas acerca de “Ana”.

 Es probable que ese no sea su nombre. Nadie sabe su apellido. Como otros miles de haitianos indocumentados, no suelen ofrecer  mucha información sobre sus orígenes. La mayoría de ellos, inmediatamente se radican en cualquier comunidad rural, batey o barrio marginado, adoptan nombres comunes. “Daniel”, “Sandra”, “Luis”, “Enrique”, “Manuel” “María”,  “Gloria”. En las grandes edificaciones, plazas comerciales, apartamentos y viviendas particulares, se los encuentra al por mayor y al detalle. Se estima que el 80 por ciento de los haitianos indocumentados radicados en el país trabaja en el área de la construcción o actividades agropecuarias.  Algunas mujeres, ancianas y niños, piden limosnas a los conductores en las calles. Jóvenes haitianas trabajan como domésticas y también son  prostituidas. Otros, como “Ana”,  se dedican a las ventas callejeras. Algunos escogen las intersecciones de avenidas con mucho tráfico vehicular. Otros adquieren triciclos y venden frutas, mabí frío, jugos naturales y frituras. La manipulación de alimentos que se expenden en la vía pública por parte de  haitianos y de dominicanos no es objeto de ningún tipo de supervisión de las autoridades de Salud.

Un grupo minoritario de  haitianos se dedica a cuidar viviendas deshabitadas, o hacen las funciones de vigilantes privados, sin portar armas. Son los llamados “serenos”, quienes cuidan propiedades de día y de noche. De alguna forma, los extranjeros se han insertado en el mercado informal, asumiendo tareas que realizan dominicanos.

Datos

El Informe Nacional de Desarrollo Humano República Dominicana 2005, elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), afirma que la baja calificación y productividad de la inmigración haitiana que labora en el país por sumas irrisorias, actúa como ancla del salario general de la economía, y es un desestímulo a la incorporación de progreso técnico y de tecnologías más eficientes.

Las autoridades de Migración, departamento que dirige José Aníbal Sanz Jiminián, no tienen idea del número de haitianos radicados en el país. No hay estadísticas ni censo. Antes de ser destituido del cargo, el ex director de esa institución, Carlos Amarante Baret, prometió que después del 16 de agosto de este año se ejecutaría “un plan” para normalizar la presencia haitiana “y conocer cuántos haitianos hay en la República Dominicana”. Reconoció que el gobierno no tiene certeza de cuántos haitianos hay en el territorio nacional, “porque no hay manera de contabilizarlos”.

El Departamento de Asuntos Haitianos de la Dirección de Migración asegura que la población de haitianos supera el millón y medio. Uno de los argumentos es que los extranjeros “se esconden” cuando se ha intentado censarlos. El 90 por ciento de ese  millón y medio (1.3 millones) residen ilegalmente en el país.

El Consejo Nacional de la Empresa Privada (Conep), grupo líder del empresariado local, demandó del gobierno la aplicación de la Ley 285-04 para frenar la inmigración de la mano de obra haitiana ilegal. Además,   exhortó a las autoridades a evitar que la fuerza laboral haitiana genere una depresión en el salario medio y un retraso en la modernización tecnológica del aparato productivo local. Los empresarios expresaron que si existe contratación de mano de obra ilegal, debe ser castigada por la ley.

La Dirección General de Migración advirtió a las empresas emisoras de  tarjetas de llamadas y diversas confiterías, abstenerse de contratar “extranjeros ilegales” para la comercialización de sus productos en las calles de la ciudad. Se refirio, obviamente, a los haitianos. Los que sean sorprendidos serán deportados y la mercancía incautada.

Muchos haitianos son apresados y repatriados por Migración. Antes de un mes retornan al mismo sector donde se han radicado. Otros se van a otras comunidades.

¿Cómo logran entrar nuevamente¿ Sencillo: Cruzan la frontera. Es decir, salen por la puerta y entran por la ventana.

Las claves

Los sectores con mayor concentración de haitianos  son:

Barrio La 800, en Los Ríos

Barrio La Puya, en Cristo Rey.

Barrio  La 70, en Cristo Rey

Los Alcarrizos

Los Guaricanos

Sabana Perdida

Batey Palavé

Hato Nuevo

Libertador

La Altagracia, en Herrera

El Caliche

Polvorín, Villa Mella

Los Mina

El Abanico

Manoguayabo

Batey San Luis

Pedro Brand

Vida en los barrios

La vida de haitianos y dominicanos en los barrios paupérrimos está saturada de precariedades. Viven hacinados. Es un cuadro tétrico de pobreza y necesidades. Muchas personas en poco espacio. Carecen de los servicios sanitarios más elementales. En algunos caseríos hay una o dos letrinas comunes para hacer sus necesidades.

Hay escasez de agua potable. Eso explica las extensas conexiones ilegales. Las tuberías se observan a leguas. La precariedad en el servicio eléctrico es el pan diario de día y de noche. Los haitianos, como los dominicanos, se las ingenian para empalmar alambres de los postes del tendido eléctrico más cercano. El barrio La 800 ofrece una vista espectacular de esta práctica. Parece el nido de una araña gigante.

Durante las primeras horas diurnas se pueden observar movimientos de haitianos que van a trabajar a las construcciones o a vender mercancías a las calles. Otros se quedan y se las pasan merodeando el entorno de los barrios donde viven. Regularmente están desempleados. Al atardecer, la barriada recobra vida. Llegan en pareja o grupos. Rara vez lo hacen solos.

 Para llegar a sus hogares, los haitianos abordan autobuses de la OMSA, viejos minibuses del transporte colectivo, carros del “concho” y “motoconcho”. Algunos han ahorrado para adquirir motocicletas y bicicletas.

Las primeras horas de la noche generan mucha actividad. Los haitianos se agrupan frente a los bulliciosos colmados, donde escuchan bachatas, se tiran un par de tragos, conversan y “piropean” a las mujeres solas.

Las bancas de apuestas de lotería cobran colorido. Es uno de los negocios más frecuentados durante la semana. Los haitianos  apuestan hasta a “la picada de ojo”. Son adictos al juego. Apuestan pequeñas cantidades a los números del 1 al 100 de la Lotería Nacional y Leidsa, que tienen sorteos diarios. También tientan a la suerte jugando  “palé”, “súper palé”, “tripletas”, “pega tres” y “loto pull”. Juegan dados, gallos, dominó y barajas. Igualito que los dominicanos.

Viven  marginados

La provincia Santo Domingo, con alrededor de tres millones de personas, concentra en sus barrios más pobres, periféricos y marginados a miles de haitianos indocumentados que conviven y comparten sus miserias con familias dominicanas que, al igual que ellos,  sobreviven en condiciones infrahumanas.

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