Reportaje
Una vida intensa y un ejercicio con pasión

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Pocos dominicanos de su generación exponían con tales autoridad y profundidad la diversidad de conocimientos y experiencias que exhibía, tanto en sus conversaciones como en sus escritos. Igual discurría sobre deportes, economía, política, historia, música, como de los más románticos boleros del ayer o el más famoso tango gardeliano.

Esa versatilidad excepcional de Mario Álvarez Dugan, quien falleció ayer a la edad de 77 años, se debió quizá a las variadas funciones que comenzó a desempeñar desde su más temprana adolescencia y a un talento innato por el que muchos le calificaban de “genio empírico”.

Nacido en Santo Domingo el nueve de abril de 1931, hijo de Virgilio Álvarez Pina y Catalina Dugan, “Cuchito”, como le llamaban con cariño jóvenes y mayores, se inició en el trabajo a los 17 años de edad, en 1948, en el departamento de contabilidad de The Royal Bank of Canada.

De ahí pasó a la sección de Economía del Banco Central donde ayudaba en la edición del Boletín Mensual para el que confeccionaba los cuadros. Esta publicación, recordaba, se imprimía en mimeógrafo.

En unos breves testimonios que grabó sobre su vida profesional, confesó con su jocosidad habitual: “Aquí entre tú y yo, Ángela, era demasiado joven para tanto esfuerzo, me gustaba más la bohemia”.

“Cuchito” era uno de los más amenos y encantadores interlocutores. Además de enseñanza, su charla era sesión de humor. El tópico de mayor seriedad siempre lo salpicaba con hilarantes anécdotas.

El comunicador que demostraba tan elevado dominio de economía tuvo como escuela el Banco Central, donde laboró desde que éste se fundó en la antigua mansión del ex dictador Ulises Heureaux, en la calle Mercedes. Aunque renunció de ese organismo, mantuvo relaciones de amistad con casi todos sus gobernadores, especialmente con el creador, Jesús María Troncoso Sánchez. Pero además, leía y consultaba frecuentemente sobre estos asuntos pues, siendo después redactor del periódico “El Caribe”, tenía a su cargo los asuntos de finanzas. En la prensa de los años 50 su firma calza crónicas relacionadas con esa actividad.

Solidario, familiar

Mario Álvarez Dugan estaba casado con Altagracia Matilde Soto Peguero, madre de sus hijos Jaime Virgilio, Mario Virgilio y Emil Virgilio.

Libros, música, nietos, el intercambio con la esposa y los hijos, su “Coctelera” que publicaba a diario y que apenas interrumpía, pese a la enfermedad, ocupaban la atención de don “Cuchito” en sus últimos meses de vida.

Hace algunos meses celebraba el éxito de una cirugía de cataratas y esperó que su visión aclarara para terminar el borrador del libro que su padre dejó inédito para llevarlo a la imprenta. El pasado 30 de septiembre, fecha del nacimiento de su progenitor, se puso en circulación “La Era de Trujillo, Narraciones de don Cucho”, un éxito de librería que se agotó esa noche en uno de los actos más concurridos de los últimos tiempos, celebrado en el hotel Santo Domingo.  Don Mario no pudo asistir pues ese mismo día le habían dado de alta de la clínica “Corazones Unidos”.  Cuando su sobrino Villi Álvarez señaló la silla desierta que ocuparía su tío, el público se puso de pie en un único y prolongado aplauso.  En esa ceremonia se puso de manifiesto el aprecio  que dominicanos de todas las edades profesaban al reconocido ejecutivo de medios.

En cada llamada telefónica, en cada encuentro, surgía inevitablemente el relato de la más reciente travesura de alguno de sus nietos, a los que profesaba especial cariño u ofrecía noticias de sus hijos. Sus hermanos, aún los fallecidos, y su leal compañera de varios años, eran invariables en sus referencias.

Con los amigos fue eminentemente solidario y su dolor, cuando alguno partía al otro mundo, era patético. 

Homenajes

Además de los homenajes citados, don Mario exhibía en su discreto y personal estudio familiar un sinnúmero de medallas, trofeos, placas, pergaminos, diplomas. Llegó a ser miembro del Consejo de Regentes del Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC) y en las paredes de su despacho personal exhibía la Medalla al Mérito que le otorgó la Sindicatura del Distrito Nacional por sus significativos aportes a la sociedad.

La Filial de Bonao del Sindicato de Trabajadores de la Prensa lo distinguió con “La Espiga de Oro”; recibió placas del Círculo de Locutores y fue investido Profesor Honorario de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Santo Domingo.

También fue galardonado con el “Supremo Laurel de Oro Derechos Humanos, Libertad y Justicia” en el grado Fray Antón de Montesinos, otorgado por la Comisión Nacional de Derechos Humanos por su contribución a la preservación de esos derechos y de las libertades públicas.

Es probable que al último acto de reconocimiento al que asistió fue al que le rindió la Secretaría de Estado de Deportes (SEDEFIR) en la celebración de la pasada Décimo Feria Internacional del Libro.

Era un gran lector, dueño de una  rica biblioteca.  La lectura de libros y periódicos ocupaban últimamente su tiempo.

El libro de don Cucho.  Con el entusiasmo que se dedicó a revisar, organizar, corregir los relatos que dejó Virgilio Álvarez Pina (Don Cucho),  Mario Álvarez Dugan daba la impresión de que presentía su final y quería dejar cumplido el encargo que dejó su padre de que se publicaran esos testimonios pasados 30 años de él haberlos escrito.  Unas veces internado en un centro de salud, otras en su residencia de la que ya no salía, revisaba pruebas, sugería diseños, recopilaba fotos. Siempre respetó lo consignado en el texto inédito. 

En la mañana del 30 de septiembre, sentado en la cama de su habitación en Corazones Unidos, rodeado de su esposa y sus tres hijos, escribió apuntes y modificó el programa para el acto realizado.  Él diría las palabras de gracias en nombre de la familia, pero sustituyó su nombre por el de su hijo Emil Virgilio, aunque siempre aseguró que asistiría.  Días antes conversó con el encargado de protocolo del hotel para solicitarle que tuviera disponible una silla de ruedas y un sillón bien alto en la mesa principal.  Mandó a buscar su barbero y ordenó preparar el traje, pero al caer la tarde de ese día, sus médicos aconsejaron que no debía asistir pues la emoción, los saludos, las demostraciones de cariño, podían afectarlo.

Esa noche se llenó de alegría cuando se enteró de la gran asistencia y de la solidaridad de quienes le conocieron, trataron o simplemente le admiraban por sus escritos y trayectoria.

Después tuvo ánimo para recibir algunos amigos que al enterarse de su condición pasaron a saludarlo. 

En los últimos meses su salud volvió a deteriorarse, aunque su mente se mantuvo siempre lúcida. Estuvo al tanto de cuanto acontecía en el país y el resto del mundo y con admirable perspicacia  dejó sus atinados comentarios en su muy leída y combatida “Coctelera”.

Su otra gran pasión, los deportes

Otra de las grandes pasiones de Álvarez Dugan eran los deportes. En 1951 se dedicó como periodista a la crónica deportiva y fue comentarista radial de béisbol. Durante años fue famosa la expresión: “¿Qué te parece, Cuchito?”, que inmortalizó Rafael Rubí en las transmisiones de las temporadas de pelota. Rubí narraba y Álvarez Dugan comentaba.

Pero además, Cuchito fue propietario de la “Publicitaria Handicap”, que promovía las actividades del Hipódromo Perla Antillana, y dirigía las revistas “Handicap” y “El Enllave”, de hipismo.

En agosto de 1958 fue nombrado Director General de Deportes, posición en la que estuvo hasta el ajusticiamiento del dictador Trujillo. En esa rama recibió casi todos los honores, nombramientos, reconocimientos: Presidente de la Academia Olímpica Dominicana y del Pabellón de la Fama del Deporte; ocupó varias veces la presidencia de la Asociación de Cronistas Deportivos de Santo Domingo, fue vicepresidente de la Junta Directiva del Patronato pro Desarrollo del Béisbol Dominicano.

Autor de los libros “Historia del Béisbol Dominicano”, “Anecdotario deportivo” y “Corrupción administrativa”, dictó conferencias en la inauguración de la Academia Olímpica de Chile y en la de Santo Domingo y representó el país en congresos deportivos internacionales.

Fue electo Cronista del Año (1954-1956); en 1992 recibió Pergamino del Comité Olímpico Dominicano como promotor y cronista deportivo y un año después fue exaltado al Salón de la Fama del Deporte Dominicano, en calidad de Propulsor.

Zoom

El comunicador

A pesar de haber iniciado su carrera periodística en la tiranía de Trujillo, en su ejercicio profesional, durante y después del trujillato, don Mario Álvarez Dugan fue respetuoso de las ideas. Era amigo de pasados trujillistas y le buscaban y encontraban también víctimas y familiares de héroes y mártires para los que siempre estuvo disponible.

Gran conocedor de las interioridades del régimen por la cercanía estrecha que tuvo su padre con Trujillo, no mostraba el apasionamiento enfermizo de los viejos colaboradores del sátrapa ni añoraba el regreso de un régimen de fuerza. Pero le apasionaba revelar episodios de entonces que pocos conocieron.

Su talento y esa libertad de su mente abierta, vanguardista, le permitieron escalar posiciones ejecutivas en diferentes medios de comunicación. En 1960 dirigió por menos de un año el diario “La Nación”. En 1966 entró a “El Caribe” como ayudante de su director, Germán Emilio Ornes, y llegó a ser Jefe de Redacción y Director Ejecutivo. En 1979 pasó a ser director del vespertino “El Nacional” hasta 1988 en que asumió la dirección de HOY, hasta su muerte. Durante años mantuvo una sección de comentarios políticos en el programa “El Show del Mediodía”, cuando éste se transmitía por Rahintel y era producido por Yaqui Núñez del Risco.

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