El gobierno no parece dar la trascendencia debida a la arbitraria veda avícola impuesta por Haití. Después de entusiasmarnos con adoptar medidas drásticas nos decepciona, excusándose en sentimientos de hostilidad, con una apresurada y desproporcionada declaración del vocero presidencial reduciendo la drasticidad a compensar pérdidas locales; respaldada por otros funcionarios postulando mercados alternativos y sacrificio de productoras.
Suponíamos que la drasticidad compensaría evidentes y reiteradas debilidades institucionales dominicanas; negligencias – de funcionarios tan distantes de realidades que casi simultáneamente a la veda calificaban como excelentes las relaciones domínico-haitianas; irrespetos a sí mismos, a la investidura presidencial ofendida por caricaturas y a nuestra dignidad.
Pocas veces hemos observado tantos simplismos e ineptitudes simultáneamente al manejar situaciones tan delicadas. Dedejarse llevar de un pretexto, el sanitario, encubriendo hipócritamente propósitos económicos posteriormente confesados para dejarse poner de mojiganga frente a autoridades haitianas. De dejarnos anestesiar por el abrazo entre nuestros respectivos presidentes. De atribuirla a inexperiencias de funcionarios haitianos que posteriormente dieron lecciones de habilidades y autoestima.
Y pretender encarar la situación sacrificando producción eficiente y generadora de empleos ante tantas necesidades alimenticias y desempleo contraviniendo intenciones reanimadoras de una economía lastimada por enormes déficits fiscales; abandonando mercados conquistados en búsqueda de otros, implicando rendición, sumisión y docilidad; cerrando mercados y frontera, acompañados de paros comerciales, generando desabastecimientos que aumentan exposiciones a presiones migratorias; sometiéndonos a tribunales internacionales, terreno adverso en el que hemos dado sobradas muestras de negligencia.
Entre estos simplismos e ineptitudes, se ignoran recursos y derechos que ofrecen leyes nacionales y convenios internacionales.
Es el caso de represalias económicas cotidianamente practicadas por todas las naciones que asumen plena y firmemente su autoestima y derechos ante amenazas de otras, llegando a guerras comerciales sin que signifiquen hostilidades. Guerras pintorescas – pepino, tomate, banano – se han escenificado incluso entre asociados.
Ahora China acaba de imponer represalias a importaciones europeas de vinos y tubos al Europa imponer restricciones a calentadores solares chinos por considerarlos ofertados a precios subvaluados. Recientemente Argentina adoptó restricciones comerciales registro previo y autorizar importaciones a quienes exportan provocando reacciones de todo el mundo occidental, incluyendo su limítrofe Paraguay que amenazó con aplicarle lo mismo.
Lo procedente sería que el gobierno dominicano aplicara represalias económicas, drásticas: aumentar precio de visados, tarjetas turísticas y permisos de trabajo o residencia, restringir trasiego físico de dinero, aplicar sobrecargos fiscales selectivos a transferencias de remesas y utilidades, inversiones, residencias, circulación vehicular, matriculación universitaria, etc.