Desde que nació el estado haitiano, el primero de enero de 1804, se inició el viacrucis de esta parte de la isla que entonces era una pobre colonia abandonada por España; primero con la despótica ocupación durante 22 años hasta la independencia el 27 de Febrero gracias a los esfuerzos del Padre Fundador, Juan Pablo Duarte y los Trinitarios, luego desde 1844 hasta 1855, batallas y triunfos ante las diferentes invasiones y cuando la RD comenzó su ascenso económico, entonces la lenta ocupación que se inició en los gobiernos de Balaguer, se aceleraron en los del PLD hasta llegar a su clímax en la presente administración.
Inmigrantes que ingresan por miles cada año equivale a importar el génesis de nuestra destrucción como sociedad, pues el aumento de esa población representa un peligro en la medida que una etnia diferente se convierta en mayoría o minoría importante, con las potencialidades de conflictos sociales con los dominicanos, desborde de nuestros sistemas de salud y educación, más la posibilidad de lastrar nuestro desarrollo como lo hicieron en su país. Ese es el real peligro, ahora se agrega un diferendo por la construcción de un canal donde los vecinos han mostrado sus uñas.
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El canal viola el Art. 10 del Tratado de Paz, Amistad Perpetua y Arbitraje firmado entre ambos países el 20 de febrero de 1929 y por eso extraña la ambigüedad de nuestra Cancillería con un comunicado conjunto de la Comisión Mixta Bilateral en mayo 2021 donde se reconoce “que la obra iniciada en el rio Dajabón o Masacre para la captación de agua no consiste en un desvío del cauce”, sin embargo, en nota del mismo Ministerio en fecha 6 de julio concluye con la petición de detener la construcción.
Al margen de las consideraciones sobre la forma, el gobierno dominicano debía dar una respuesta y el Presidente Luis Abinader se decidió por varias que en principio parecían disuasivos, sin embargo, lo que han hecho es unificar a políticos, empresarios, académicos, el gobierno que se subió en la ola, el pueblo y hasta los bandoleros.
La suspensión de las exportaciones afecta a las provincias más pobres del país y aunque la soberanía no se transa por unos millones de dólares es menester reflexionar sobre la situación de los miles que viven de los mercados binacionales y aunque el gobierno ha indicado que iría en su auxilio es conocido el rosario de incumplimientos en promesas similares.
Los haitianos no van a ceder y el cierre de las exportaciones al segundo socio comercial es insostenible, especialmente cuando la economía esta desacelerada.
Se habla de arbitraje, sin contar con una contraparte capaz de tomar decisiones, y en caso de que fuera factible el país no puede presentar estudios técnicos que justifiquen su posición sobre los peligros de la construcción y lo más probable es que otras intervenciones realizadas de este lado en el rio Dajabón tampoco cuenten con estudios y el cumplimiento del tratado.
Ambos lados hablan de dialogo, pero el Primer Ministro Ariel Henry declaró que la construcción es irreversible, de este lado la rehabilitación del canal de la Vigía, que entendemos es otro disuasivo, pues su puesta en funcionamiento dejaría el cauce seco desde la toma de la Vigia hasta el canal haitiano.
El bajadero a la vista para el Presidente y el país sería la intervención multilateral que justificaría la apertura fronteriza a las exportaciones.