Repugnante

Repugnante

Cuando varias mujeres exhibieron sus habilidades lésbicas en plena avenida Abraham Lincoln, encaramadas en la capota de una costosa yipeta, patrocinadores, actores y espectadores pudieron pensar que la influencia de ese acto quedaría limitada a unas pocas cuadras y una que otra decena de mentes morbosas.

Sin embargo, la divulgación del suceso no sólo ha roto la inercia del Ministerio Público, que ya anda tras pistas, sino que ha permitido captar el pésimo rating de popularidad que tienen estos espectáculos en la mayor parte de nuestra sociedad.

Las preferencias o aberraciones sexuales de la gente deben estar reservadas a la intimidad de sus practicantes, y nuestras leyes definen bien claro los ámbitos en que esas preferencias o aberraciones ofenden el pudor y los castigos que les están reservados.

Ante estos actos, es bueno que así como sus autores han desbordado el marco que les dispensa la ley para estos menesteres, la Justicia se ocupe de imponer las sanciones condignas, sin sobredimensionar ni minimizar la relevancia de los hechos.

Aspiramos que el exhibicionismo practicado en la Lincoln no sea el único signo de impudicia perseguido por la ley, que a veces suele movilizarse cuando la altisonancia de la divulgación generaliza la influencia de los actos.

Como anotación al margen, hay que reconocer que la Abraham Lincoln ha ganado notoriedad como laboratorio de pruebas para quienes tratan de demostrar su destreza al volante, como para aquellas que le hacen repugnante marketing a sus aberraciones sexuales.

En uno y otro casos las autoridades deben disponer cuantas medidas sean necesarias para que, en esa ni en cualquier otra vía pública, haya quienes se tomen el derecho de poner en riesgo la vida de personas con sus máquinas, o de ofender el pudor con exhibiciones.

Un buen impulso

En momentos en que la delincuencia y la criminalidad han reducido a niveles preocupantes la seguridad ciudadana, el anuncio de que el Gobierno invertirá US$24 millones en equipos y capacitación para la Policía Nacional viene a resultar como agua para el sediento.

Está claro que el auge de la delincuencia tiene como principal soporte la pobre capacidad de la Policía en cuanto a equipos y personal. Sus limitaciones le han impedido captar cinco mil nuevos agentes para cubrir las plazas disponibles desde septiembre del año pasado.

Son muy frecuentes los casos en que los delincuentes están provistos de mejores armas, vehículos y radios de comunicación que los agentes policiales encargados de combatirlos, y eso repercute en la merma de la seguridad de todos los ciudadanos.

A pesar de esas limitaciones, justo es reconocer que la Policía Nacional se esfuerza por desempeñar un papel airoso y trata de ganar la confianza de los ciudadanos en base a una profilaxis permanente.

Aspiramos que el impulso aprobado en la sesión del martes del Consejo de Gobierno para fortalecer a la Policía constituya un paso decisivo hacia la modernización del organismo civil armado que debe garantizar la seguridad y el orden en todo el territorio nacional.

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