Réquiem para una democracia

Réquiem para una democracia

Dos graves acontecimientos malograron su existencia. En verdad, nunca había existido. Nació nati-muerta. Apenas había conocido a sus verdaderos padres, cuando sus enemigos los extrañaron dejándola al desamparo. Sus padrastros no la reconocieron. Uno tras otro, en una serie interminable, abusaron de ella, de su debilidad y su inocencia. Entre ellos Trujillo, ahijado de los norteamericanos, buen ganadero, la marcó con cicatrices profundas más allá de su piel. Su Era de crueldad, de crímenes y perversidades, hizo que su nombre se pronunciara con temor; el ajusticiamiento permitió que nuevos vientos la evocaran con olores de libertad y patriotismo. Surgieron los partidos políticos de tendencias y coloratura distintas, movilizaciones y frentes de masas, medios de prensa, gremios profesionales y aguerridos sindicatos de trabajadores independientes. Todo le hacía creer tiempos de bonanza, alentada por unas elecciones libres celebradas en su nombre y un gobierno fugaz que quiso honrarla con su apellido, pero un zarpazo maldito, desgarrador, destrozó sus ilusiones: el Golpe de Estado septembrino, alentado por fuerzas de la caverna, marcó su fatal destino.

Pero se resiste a morir. A dejarse matar. Más poderosas que aquellas fuerzas, es su voluntad de sobrevivir; de disfrutar de los goces materiales y espirituales que generosa nos ofrece la vida. La plena libertad, sin discrimen, odios ni rencores; el verdadero Estado social de derecho, el imperio de la ley, justa y sabia, la justicia imparcial e independiente; el respeto a la dignidad y a los derechos humanos, la protección y seguridad social y el bienestar general del pueblo, el aprovechamiento de las riquezas y los recursos naturales que dispone ordenadamente la madre naturaleza. El reino de la equidad. Por eso luchan los pueblos irredentos, los héroes anónimos y aquellos que encarnan y sublimizan sus ideales, enarbolando esas ansias locas de hacerla suya, “del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.”

Pero fuerzas invasoras, extrañas a ese sentimiento, invadieron nuestro suelo patrio, manchándolo de sangre e ignominia. Usurpando derechos, abusando de su poderío militar y bélico, temeroso de la soberanía y autodeterminación de los pueblos. En nombre de la libertad y la “democracia”, malograron la hermosa epopeya redentora de abril 65.

Tras la falsa electoral, retornan los crímenes, la impunidad, las persecuciones políticas, la corrupción; los 12 luctuosos años que engendran otros males, maquillados, solapados, taimados, y perversos, nacidos de la perfidia, de la ambición de poder de mando y riqueza, de fraguados acuerdos excluyentes, de la palabra sonora del discurso que se lleva el viento y que guarda para la historia el papel que aguanta todo.

¿Que queda de aquella extraña criatura a las que todos acuden para inventar historias? A un año de elecciones generales, ellos se aprestan a rezarle el réquiem y enterrarla en una urna oscura, forrada de papeletas, sin luz que ilumine, ni oxígeno que le permita respirar. Verá caer, “golpe a golpe, verso a verso”, el hachazo invisible de la corrupción, del soborno, del poder constituido mientras agónica espera que surja la voz poderosa de la Historia que le ordene de nuevo: ¡Levántate y anda!

 

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