Réquiem por Andrés Charles

Réquiem por Andrés Charles

Una inusual  nota de Jesús Núñez, coordinador de la Unión de Trabajadores Cañeros de los Bateyes, nos ha comunicado el fallecimiento de Andrés Charles, un perdido enamorado de la caña que durante seis décadas aportó sus energías productivas a lo que durante más de un siglo fue la principal industria y sostén de la economía  nacional.

Por el nombre y la fotografía que ilustraba la nota tuve la impresión de haberlo conocido en los viejos tiempos de trajinar entre los carriles de caña, casi siempre para disfrutar de alguna y embelesarme contemplando la danza de los pendones cuando la planta alcanza su madurez. Es una belleza que pocos aprecian de los cañaverales.

Pero lo mismo en él reviví a aquellos emblemas del batey Alejandro Bass que fueron Francois, Lulú, Bajeaux, Payón, Bobo, Quico Anamás, Arturo y tantos otros que se han ido perdiendo en las brumas del tiempo. Todos ellos dignos de figurar en el salón de la fama del corte y tiro de la caña, con esas “mochas” afiladas y esas manos capaces de lanzar cien cañas por minuto.

Pero Andrés Charles fue un jugador estelar. Hizo un posgrado itinerante en los campos de caña. Comenzó por los del Central Romana, pasó por Porvenir en San Pedro y un día atravesó la capital para insertarse en la promesa de redención que alguna vez fue el Central Río Haina. Después siguió hacia el norte asentándose en el Ingenio Catarey, de Villa Altagracia, y alguna vez también  quiso acariciar la caña del Ingenio Montellano, en Puerto Plata. Finalmente hizo nido en el batey Lechería de Haina, donde era miembro de la Asamblea de Cañeros.  

Lo recuerdan en los bateyes Cúcuta, Guanuma, Bermejo, Antoney, Palamara, Yaco, Palavé, Lechería y en muchos otros, donde fue picador y cargador de la caña, carretero, bagonero, cultivador, ajustero y boyero. Se enardecía diciendo que no había tarea a la que le sacara el cuerpo.

Se mantuvo altivo  ante todas las miserias, criando sus hijos con dignidad, hasta que un buey le dio un golpe en la cabeza, dejándolo con dificultades visuales. Como toda la vida le habían descontado de su salario para el retiro, creyó que podía recibir alguna pensión después de 59 años de cañero. Pero Andrés Charles vivió sus últimos diez años sumido en la tristeza. Nadie le pagó prestaciones laborales ni pudo conseguir que el Instituto de Seguros Sociales lo pensionara.

La nota luctuosa de la Unión no se refiere a sus orígenes, aunque por el apellido hay que presumir que Andrés era haitiano, por lo menos de ascendencia. Sí  está documentado que ya en 1941 cosechaba la caña del Central Romana. Si tenía cédula como dominicano carece de relevancia. En el país vivió por lo menos 68 años. Aquí sembró y procreó descendencia y sobre todo generó riqueza que nunca disfrutó. Y aquí descendió a la tierra con el respeto y estima de toda su comunidad.

Seguro que la nota de Jesús Núñez no fue difundida por ningún medio de comunicación. Lo relevante es que fuera emitida y llevada por lo menos a Teleantillas. Y hoy cumplimos el deber de comunicar que ha fallecido un gran cañero, don Andrés Charles, aristócrata del sudor bajo el ardiente sol de los cañaverales.

Donde quiera que vague su espíritu, tanto si hay como si no hay cielo, llegue una ofrenda de amor a este inmenso trabajador y en él a todos los que ayer y hoy han sembrado los campos dominicanos, regándolos con su sudor, para que otros disfruten de su producción. Que la otra vida le sea más generosa y más dulce que nuestra caña. 

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