Rescatar a Samaná de la basura

Rescatar a Samaná de la basura

Sin pretender ser un apasionado y brillante defensor de su tierra natal, como lo es Milton Ray Guevara, que semanalmente en las páginas del Listín Diario nos regalaba sesudos artículos sobre su pueblo, quiero unirme a él con mi pena de ver a Samaná sumergido en los montones de basura y de poca acción municipal para resolver la situación.

Es verdad que pronto habrá una nueva administración municipal, y los munícipes tienen sus esperanzas cifradas en el alcalde electo, que ya una vez se destacó como un defensor de su pueblo, para entonces enmendar tantas carencias, mientras el turismo crece con bríos, pero frenado por las condiciones del pueblo.

Los justificadores de la suciedad de Samaná alegan que sus calles están destruidas por culpa del acueducto que se construye en una etapa avanzada para su terminación, pero no es algo justificado, ya que la educación de un pueblo es ver cuando sus normas del buen vivir se mantienen en condiciones, sin empeorar la convivencia en términos de salud, bienestar y aceptable a la vista y al olfato.

Samaná está arropada por la basura. En las zonas donde no hay destrucción de calles por las obras del acueducto, también la basura es dueña y señora que domina las voluntades para no hacer nada y alegar que no tienen un sitio para disponer de un vertedero adecuado.

Samaná, por su estado y por la desidia de sus autoridades actuales, se ha quedado muy atrás del dinamismo desarrollista y expansivo que muestran Las Terrenas; ésta, que era un humilde villorrio de pescadores y de brujos en los años 60, es ahora una dinámica comunidad que supera a la capital de la provincia con un orden municipal con sus calles en buen estado, pese a que existe un ritmo de construcciones con los camiones de transporte de materiales transitando por todos lados.

Las Terrenas, por sus hermosas condiciones naturales y lo arriesgado de su acceso con sus carreteras en reconstrucción y una nueva que afectará parcialmente la ecología cuando se construya del lado norte de la cordillera de la península, fortalecerá su hospitalidad y superará lo que es hoy.

Allí hay  ciudadanos de todo el mundo, convirtiendo la zona en su hábitat natural, estimulando a los nativos a internacionalizarse y convivir con ellos.

En Las Terrenas proliferan todo tipo de restaurantes, ofertando excelentes comidas a buenos precios en ambientes sencillos, concebidos para promover una atmósfera de intimidad y amistad; ya los dominicanos no son los únicos embrujados por las bellezas de la región, sino que hasta extranjeros de cierta fama la han convertido en sus hogares.

Los grandes y atractivos proyectos inmobiliarios de la zona de Las Terrenas, como el de Los Balcones del Atlántico, impulsan con mayor velocidad el desarrollo de la región y su supremacía en la península. El municipio cabecera de la provincia ha perdido su primada ante una inercia de las autoridades, que ni siquiera las presiones del ministerio de Turismo han podido sacudir, pese a lo atractivo del Pueblo Príncipe que son los fundamentos para una aceleración a partir de agosto, cuando tomen posesión las nuevas autoridades con muchas esperanzas de la población para sacudirse de su indolencia.

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