Rescatar ese otro Manolo

Rescatar ese otro Manolo

FIDELIO DESPRADEL
Ese Manolo, recorriendo los caminos polvorientos de las provincias de la «línea noroeste», de Puerto Plata y Santiago; de su querida Salcedo y San Francisco de Macorís. El Manolo «amarrando» contactos en La Vega y Ciudad Trujillo. El mismo que diligenció los contactos con los núcleos donde todos los que como Pipe Faxas, Rafael Valera Benítez y Luis Gómez mantenían encendida, desde años antes, la llama de la resistencia contra el régimen de Trujillo.

Ese Manolo, gestionando febrilmente los contactos en el sur profundo y en el este del país, a través de Luis Gómez, Julio Escoto y muchos otros. El de la reunión decisiva del 10 de enero de 1960, en la finca de Charlie Bogaert; el que junto a Minerva y algunos otros animaron aquella decisiva reunión e indujeron las resoluciones históricas de aquel grupo de conjurados: Asumir el Programa Liberador de los Expedicionarios de Junio, asumir el nombre de «14 de Junio» en homenaje a la gesta y la de empezar a organizar, en todo el país, la insurgencia armada del pueblo dominicano contra la tiranía de Trujillo.

Ese Manolo que se convirtió en líder de centenares de luchadores y luchadoras en el antro de tortura de «La 40», cuando la firmeza, entereza, serenidad y valor sin limites que adornaban su personalidad, brillaron como el que más en aquella prueba de fuego para el segmento de la juventud apresada por pertenecer a aquel movimiento nacional contra el régimen.

Ese Manolo es el menos conocido; al que menos difusión se le presta. Tampoco es conocido el Manolo de la vida publica, de los centenares de comités del «Movimiento Revolucionario 14 de Junio» diseminados por campos y ciudades del país, con sus banderas y letreros claramente identificados; con sus directivas, integradas por los mejores hombres y mujeres de cada provincia, municipio, paraje o sección. Ese Manolo, el de los recorridos, una y otra vez, por toda la geografía del país, diciendo discursos y conferencias; realizando reuniones de trabajo, reuniéndose con los hombres y mujeres «serios» de cada comunidad, a quienes comprometía y reclutaba para el 14 de Junio; ese Manolo que sabía identificar los troncos de las principales familias, que además de opositores a Trujillo, soñaban con una Nueva República Dominicana: la República Dominicana de la justicia social, de la libertad basada en la equidad; la República Dominicana Soberana, libre, democrática.

Ese Manolo de la vida pública; el Manolo que no descansó un minuto para lograr la hazaña de articular y liderar, en tan solo dos años, la organización política revolucionaria, que de acuerdo al juicio de Roberto Cassá, ha sido la «más significativa de toda la historia republicana del país»; ese Manolo no es conocido en el país.

Los que estuvimos con él en aquellas épicas jornadas lo recordamos como el líder de aquel proceso, primero en la férrea clandestinidad y en el horror de «La 40» , y luego en aquellos dos años de vida pública, donde en tan solo en unos meses, era ya el líder revolucionario indiscutible del pueblo dominicano.

Pero las nuevas generaciones lo conocen tan solo por la frase emblemática en la gran manifestación nacional del 14 de junio de 1962, en el Parque Independencia, cuando Manolo cometió la imprudencia, fruto de la inmadurez de todo el movimiento, de amenazar con la insurrección del 14 de junio, si los mismos grupos que hasta hoy han gobernado el país, seguían con su política de «empréstitos extranjeros», de «enajenar los bienes públicos, confiscados a Trujillo», de «cercenar las libertades». Ese Manolo de «las montañas de Quisqueya» es el Manolo que se le ha proyectado a las nuevas generaciones.

Pero Manolo no es el jefe guerrillero; Manolo es el constructor de la más significativa organización revolucionaria habida en el país, el líder de lo mejor y más revolucionario de la época, y el apóstol de la liberación nacional, la democracia y la libertad en la República Dominicana.

Manolo no fue un jefe guerrero como lo fue Máximo Gómez; Manolo era más José Martí que Máximo Gómez; Manolo es el jefe revolucionario; el apóstol de la liberación y la libertad, llevadas a los niveles más altos que hubo en el país desde la Guerra Restauradora de 1863- 65.

Así es como debe proyectarse Manolo ante la juventud de hoy. Y lo que nos corresponde a nosotros, los verdaderos revolucionarios de su generación, no es tanto venerar el jefe guerrero sino al revolucionario y líder, que en todo momento practicó con el ejemplo. Y ser consecuentes con lo que la época nos exige: combatir la oligarquía que le ha robado los sueños a este pueblo y combatir al imperialismo, que hoy, en su decadencia, precipita a la humanidad hacia un holocausto.

Y lo principal que tenemos que hacer, es dejar que la juventud construya «su propio Manolo» y que asuma su responsabilidad en esta hora tan crucial para los dominicanos y dominicanas.

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