Rescate de una tradición

Rescate de una tradición

Recibido de Bachiller, por vez primera separado de mis padres y hermanos, viajé a Santiago de los Caballeros. Estaría unos días en casa de un tío político, viudo de una hermana de mamá, don Manuel Aquino. Se acercaba la época de Navidad y muchas vitrinas de las grandes tiendas llamaban a “regalar los juguetes del niño Jesús”. Esa noche, de retorno a la casa de los primos, comenté, resaltando mi asombro, el texto de los letreros. Desde su altura –Manolito, llamábamos al fornido tío político, hombre de poco más de seis pies de altura- me dijo: “aquí se pone el día del niño Jesús”.

Quedé informado a medias, pues en ese momento servían una leche con chocolate. La sobremesa reclamaba concentración en los alimentos. Cuando años más tarde inicié una investigación relacionada con usos y costumbres dominicanas, hablé a Gladys, prima hermana, hija de Manolito. A su vez, Gladys me llevó a casa de una pariente paterna, Mélida Curiel Aquino, “que conoce mucho de costumbres dominicanas”.

Por supuesto, comenzamos por los reyes magos. Ellos, que acudieron a rendir temprana reverencia a la desconocida criatura, quedaron sepultados por “Santa Claus”. Olvidados ellos, y para fines de la promoción de juguetes, el mismo niño Jesús, salva sea la herética afirmación. Pero es la verdad. Por eso, en un intento de rescatar una sana tradición, vuelvo la vista a las debilitadas costumbres.

Interrogada, Mélida defendió la costumbre santiaguense contra la capitaleña. Y pensándolo bien, tenía razón. El niño recibe vacaciones, en los tiempos actuales, una semana antes de Navidad. En la vieja época, el receso se producía alrededor del día 22 de diciembre. Por supuesto, en caso de que esa fecha no cayese sábado o domingo. Los colegios y escuelas celebraban el día del niño. Los alumnos eran llevados, en algunos años, en la capital de la República, a una tanda matutina de cine, Otros montaban un espectáculo en el cual alumnos y alumnas previamente entrenados, interpretaban entremeses de Cervantes.

-¿Y después?, preguntó Mélida. En Santiago de los Caballeros y zonas aledañas, los niños podían disfrutar de los juguetes puestos al niño Jesús. ¿Y en la capital y lugares circunvecinos? A esperar los regalos que los reyes magos habrían de llevar al niño Jesús. Por supuesto, los importadores de juguetes ripostarán recordando que, de “poner al niño Jesús”, los períodos de venta se acortarán en extremo.

Siempre es bueno recordar, sin embargo, que podemos resucitar a la vieja Belén.

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