Residentes Guajimía se aprestan a mudarse

Residentes Guajimía se aprestan a mudarse

POR LLENNIS JIMÉNEZ
Con las maletas hechas y prestas abandonar la suciedad, el azote de los mosquitos y el hedor de la corriente de agua sanitaria, están decenas de familias en la cañada Guajimía, seleccionadas para ocupar uno de los apartamentos construidos por la Corporación del Acueducto y Alcantarillados de Santo Domingo (CAASD), con fondos canadienses.

Estos moradores, que con muchos pesar levantaron sus viviendas a orilla de Guajimía, tanto del lado del sector Iván Guzmán Klang como de Buenos Aires de Herreras, cuentan los días para salir de la mugre a un espacio limpio.

El cambio será radical, pasarán de un contaminado ambiente a un residencial dotado de todos los servicios básicos, con áreas verdes y de recreación. Esta obra pensada en el anterior gobierno, estuvo paralizada por espacio de seis años.

Pero la ansiedad y la desesperación empiezan a apoderarse de estas humildes personas, que sueñan con salir de sus techos de manera y cinc.

Al otro lado de la deprimida zona de la cañada del Iván Guzmán Klang, la gente afectada por el mismo afluente, en la jurisdicción de Buenos Aire de Herrera, también se preparan para entrar al residencial que les promete una vida diferente. Pero todos no podrán llegar, sino aquellos que fueron censados previamente para fines de reubicación.

Mientras las familias identificas para el traslado son requeridas por los organizadores del proyecto gubernamental para que participen en las charlas relativas a la buena convivencia que se exigirá en los edificios, Juan Manuel, de 13 años de edad, exploraba la basura de Guajimía.

Una parte de la cañada volvió a llenarse de basura, en la misma proporción que cuando llueve, mientras de otro lado, se utiliza equipo para prepararla para el encache.

El menor buscaba la cantidad de botellas plásticas por las que cada día el “Flaco” que tiene un puesto de compra en la calle México, paga RD$200. Su fatídica labor es menester perder el tiempo de la enseñanza. A media mañana de ayer, Juan Manuel aprovechaba para jugar un rato dentro de los desperdicios que cada minuto le roban un poco de su salud.

Las actuaciones del pequeño eran observadas por Ramón Gálvez, minutos antes de cruzar a su casa junto a redactores de HOY. Su vivienda colindante con la cañada del lado de Iván Guzmán Klang está a menos de un metro de la cañada.

En esta contaminada zona, el hombre desempleado paga RD$3,000, los que reúne de la venta de bolsas plásticas y otras chiripas que se ingenia.

La familia de Gálvez, al igual que la de Jesús María Martínez, su vecino, es presa de los mosquitos. Para comer deben cerrar las puertas, en un intento por controlar el sofocante mal olor que arrastra la cañada, cuyas aguas ya adquirieron el color de las materias fecales.

Los dos hombres hicieron ingentes esfuerzos por estar aquí. Gálvez logró estar en un lugar tranquilo, aunque al momento de dormir no “aguanta el hedor de la cañada” y desde las 8:00 de la noche mantiene las puertas pegadas.

Mientras que Martínez, un diminuto hombre que come con el dinero que se gana cada día, tuvo que levantar 17 líneas de block para separar la casa de la cañada.

Asegura que el esfuerzo valió la pena porque cuando era inquilino no soportaba al propietario y aunque pagaba el alquiler, los problemas no terminaban.

Grito de mujeres

Las amas de casa llevan la peor parte en los extremos de las cañadas, Elizabeth Acosta, de poco hablar, y menos cuando se trata para un medio de comunicación, sin embargo, su amargura en este sitio, es tan grande, que sueña con el día de salir de la cañada.

Le aseguraron un apartamento de dos habitaciones, necesita tres, pero se marcha sin pensarlo dos veces. Ya que le indicaron en una reunión que no podrá abrir hoyos en las paredes, ni ensuciarlas. “Hace día que el mal olor es terrible. El agua no entra a la casa por el relleno que hicimos”.

Teodora Montero, contigua a la casa de Acosta, está lista para dejar la vieja madera de su maltrecha casucha, donde desde hace cuatro años reside junto a su hija Rafelina Ramírez y otros cinco parientes.

Esta gente no sabe qué hacer con el lodo, los utensilios plásticos y los animales que salen de la cañada, por la que ven correr ropa, electrodomésticos y piezas de distintos objetos.

María Villar soportó que Martínez, su esposo levantara una casita de madera para mudarse de manera provisional y que luego la cercara de block, al paso que le daban sus fuerzas.

Ahora cuenta los días para irse al apartamento que termina la CAASD como parte del saneamiento pluvial y sanitario de la cañada Guajimía y sus principales afluentes.

Como una de las tantas edificaciones afectadas, la casa de Martínez será beneficiada con lo que dispone el decreto 606-05, que declara de alta prioridad el saneamiento de la hondona y de sus afluentes Buenos Aire, El Indio, La Ureña, y que también declara de utilidad pública y de interés social la adquisición de terrenos para la construcción de viviendas para ser distribuidas a las personas afectadas.

Las casas están marcadas con un número de censo. A la de Martínez le correspondió la numeración 78-07-01, en la que se hace saber que la obra oficial se hace conjuntamente con el consorcio Dessau Soprin.

Varios residentes en la cañada están seguros de que se van pronto y ya cuentan las casas que serán beneficiadas en la primera etapa.

“Nada me gusta de aquí, aunque hay tranquilidad. Lo que más me molesta es la cañada cuando sube. De recuerdo me llevo lo mal que la pasé. De desagrado recordaré el estropeo que pasé para rellenar las líneas de block para subir la casa por encima de la cañada” afirmó Martínez, quien cree estar a horas de convertirse en un ciudadano con un nivel de vida superior.

Quienes escogieron la cercanía de la cañada para habitar tienen otras dos “bombas de tiempo” como le llaman a la gasolinera y la envasadora de gas propano separada por una pared.

APAGONES Y BASURA

Otros males que comparte esta desdichada gente es la falta de energía eléctrica, servicio que le suspenden entre cuatro y seis horas por día. Se quejan de que el Ayuntamiento Santo Domingo Oeste disminuyó el servicio de la recogida de los desechos sólidos desde que pasaron las elecciones congresionales y municipales, en agosto del 2006. Dicen que el cobro del agua llega elevado y que la factura de la energía es insoportable.

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