Una tradición siempre tiene como base un hecho real, ocurrido, histórico, no importa cuántas deformaciones sufra después. Las notas características de la tradición son el hecho auténtico y la participación social. Una leyenda, como lo sugiere la propia palabra, es algo hecho para leer. No importa que una leyenda pueda luego ser contada y alcanzar vigencia colectiva. La leyenda puede ser inventada por un poeta, por un escritor. No requiere fundamento en la realidad.
El mito, en cambio, tiene un carácter arqueológico que nos remite a la más remota antigüedad. Los mitos son creados por los pueblos primitivos como explicaciones mágicas acerca de los hechos fundamentales de la vida humana. El origen de la vida, el origen de la materia, la realidad de la luz, la existencia de los mundos, son los hechos sobre los cuales se edifica el mito. Las civilizaciones nuevas, filiales de otras más antiguas, no crean estos mitos básicos sino que viven y trabajan sobre los viejos mitos ya existentes.
Mientras una tradición es efímera, aunque dure un largo tiempo, el mito pervive impertérrito a través de las edades. Mientras frente a la leyenda no nos sentimos vitalmente comprometidos, frente al mito nos parece estar ante la realidad misma de la existencia. Los viejos mitos de los pueblos antiguos, llenos de sentido filosófico o religioso, sólo han sido técnicamente explicados desde el punto de vista de la antropología, pero siguen siendo bellos y profundos. La luz, la materia y la vida, siguen siendo tan enigmáticos como al comienzo de los tiempos.
El libro del “Génesis” contiene el mito del origen del hombre. Los mitos de la India incluyen explicaciones acerca del origen de los mundos y acerca de la naturaleza de la luz. La Biblia, por uno de sus lados, es una larga consideración en torno al problema del mal -que no sabemos si es un problema o si son dos problemas-. Los antropólogos nos dicen que el hombre ha ido del mito al logos, de un estadio mágico de la cultura a uno racional que se considera superior. A la ciencia se la tiene por lo contrario del mito. Pero el hombre es animal mitogénico o mitopoético.
Extraído de “La feria de las ideas” (1984).