Tengo que pedir disculpas a lectores y televidentes que pueden disentir de mi decisión de respaldar públicamente la candidatura de Luis Abinader Corona para presidente de la República a partir del 16 de agosto próximo. En 52 años de ejercicio periodístico me había abstenido de tomar posiciones o de exhortar a votar por alguna candidatura, pero esta vez, ya al final de mi carrera profesional he decidido manifestar pública preferencia, porque en privado siempre las he tenido, ya que jamás he sido indiferente al curso de la nación.
Hace tres años, al celebrar 30 años del telediario que he dirigido desde su fundación, anuncié que me retiraría de la televisión cuando pasara este proceso electoral, pero debo confesar que me cansé de ser cronista de las desventuras de la enclenque democracia dominicana, o de ser observador desde mi butaca en Participación Ciudadana, y ya en los finales decidí salir al frente a promover una alternativa al secuestro político de las instituciones democráticas, al desastre institucional, al ahogante nivel de corrupción e impunidad, a la enorme desigualdad y al irresponsable endeudamiento que hipotecan el futuro de nuestro pueblo.
Me he contado entre los promotores de la Coalición Democrática por el Cambio que sustenta la candidatura presidencial de Abinader con la licenciada Raquel Peña para vicepresidente, junto a un notable grupo de responsables profesionales y dirigentes sociales. Después de largos meses de consenso social logramos la aprobación de unos “Lineamientos Básicos para un Gobierno de Regeneración Nacional”. Después pasamos la prueba de concertar candidaturas entre 7 partidos políticos, con la deserción de otro, más difícil por la camisa de fuerza que impuso la nueva legislación electoral al limitar al 20 por ciento las candidaturas que pueden reservarse para alianzas.
Desde el principio contamos con el aliento de Abinader, como también del expresidente Hipólito Mejía, cuando ambos competían por la candidatura presidencial del Partido Revolucionario Moderno. Establecido como candidato presidencial, el economista no dejó de promover una amplia coalición de fuerzas políticas y sociales para un nuevo tipo de alianza y de gobierno.
Por algún tiempo muchos lo descartaban sobre la base de que “no tiene carisma”, y le escuché decir que él no pretende convertirse en otro de los tantos que al alcanzar la presidencia se consideran seres providenciales, insustituibles enviados de Dios. Que mientras aparece el mesías que muchos buscan, aquí está él dispuesto a gobernar como un ser humano.
Lo hemos visto crecer y asumir un discurso de reformas y compromisos, cada vez con mayor vigor y poder de convicción, pero consciente de que no hay salvación sino es con todos, que no se logrará transformar nuestra sociedad sin concertaciones colectivas, que los líderes son conductores y deben tener humildad para reconocer que “un hombre solo, o una mujer, así tomados de uno en uno, son como polvo, no son nada”, como poetizó Goytisolo.
Luis Abinader es más conservador de lo que yo preferiría, demasiado centrista, pero por eso mismo es que ascenderá a la presidencia el mes próximo y tendrá posibilidades de iniciar un rescate de los valores fundamentales y una nueva etapa de la República. Con sólo imponer el imperio de la ley haría una revolución.
Lo apoyo porque tiene sentido del equilibrio, porque profesa un sentido ético de la vida y los valores espirituales en que creo, porque no se deja doblar el brazo por los poderes establecidos, porque es heredero de don Rafael Abinader, uno de los políticos dominicanos que más ha honrado la función pública a lo largo de décadas.
Mantengo la esperanza de que las alturas del poder no carcoman los valores de que es portador este Abinader, que pueda resistir las lisonjas y mareos de los oportunistas y se erija como un gobernante que antepone el supremo interés nacional, y en el momento preciso sepa retirarse a disfrutar del aprecio de la comunidad.
Este país necesita un presidente que no se considere inmortal y gobierne consciente de que los seres humanos somos apenas un destello en la inconmensurable dimensión del universo. Espero que Abinader no lo olvide. Pero tengan seguridad de que si empieza a tambalearse, si todavía estoy aquí, tendré suficiente fortaleza moral para advertirle del precipicio.-